Por Sara Barderas
Washington/dpa
Solo dos días después de terminar la primera ronda de renegociación del Nafta, Donald Trump recordó el martes por la noche la amenaza bajo la que se celebran las conversaciones. «Creo que probablemente acabaremos poniendo fin a Nafta en algún momento», dijo en Phoenix.
El republicano llegó a la Casa Blanca agitando la bandera del proteccionismo, y la renegociación del tratado de libre comercio con México y Canadá es más que una medida en materia comercial: es un instrumento de política interna para Trump, que en siete meses no ha obtenido ninguna victoria legislativa.
El martes por la noche, el recordatorio de su amenaza de hacerlo saltar por los aires si no considera bueno el resultado para su país no lo pronunció en la Casa Blanca, sino en uno de los mítines que cada tanto da para mantener activos y contentos a los seguidores que lo auparon a la presidencia de Estados Unidos.
«Personalmente, no creo que podamos llegar a un acuerdo porque han estado aprovechándose de nosotros», manifestó en Phoenix. «Renegociaremos Nafta o pondremos fin a Nafta. Personalmente no creo que se pueda llegar a un acuedo sin una terminación».
En esa ciudad de Arizona dio su primer mitin de campaña como candidato republicano a las elecciones y allí también habló pocas horas después de reunirse con el presidente de México, Enrique Peña Nieto, el 1 de septiembre del año pasado. Se da, no obstante, la paradoja de que el estado de Arizona es uno de los que más se benefician del comercio con México, con el que hace frontera.
«Le está hablando a su base política», manifestó hoy el ministro de Exteriores de ese país, Luis Videgaray, restando importancia a las palabras del mandatario. «Creo que esto no es una sorpresa, lo hemos escuchado durante muchos meses durante su campaña».
Lo relevante, añadió, es que Estados Unidos está sentado a la mesa de negociación. La siguiente ronda negociadora se celebra de hecho en breve: del 1 al 5 de septiembre en México. La tercera llegará poco después en Canadá.
Como candidato, Trump bautizó el también llamado TLCAN como el peor acuerdo firmado nunca por su país. La renegociación es la traslación al ámbito comercial del «America First», el lema de campaña del que ha hecho una línea de acción de Gobierno.
Quiere sobre todo reducir el déficit comercial con México -64.000 millones de dólares el año pasado- y una mayor producción de manufacturas, recortando las que entran a la zona desde China.
El jefe de la delegación estadounidense, el representante de Comercio, Robert Lighthizer, lo dijo en la apertura formal de la ronda negociadora en Washington la semana pasada.
«Para incontables estadounidenses, este acuerdo ha fracasado. No podemos ignorar los altos déficits comerciales, la pérdida de puestos de trabajo manufactureros, los negocios que han cerrado o se han mudado por incentivos -pretendidos o no- del acuerdo actual», manifestó Lighthizer.
Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, un conocido centro de análisis de Washington, cree que las amenazas de Trump de sacar a su país del tratado son una estrategia.
«Trump se enfrenta a una ardua tarea: renegociar el acuerdo para demostrar que está cumpliendo su retórica de campaña contra el libre comercio, pero a la vez, no poner en riesgo la relación económica con México y alienar a la comunidad empresarial que se vería afectada por una reforma radical», indica Shifter a dpa.
Monica de Bolle, analista del Peterson Institute for International Economics, otro ‘think tank’ de Washington, cree también que la renegociación forma parte de la agenda doméstica.
La enmarca en la política «Buy American», que defiende la compra de bienes estadounidenses y la contratación de trabajadores en el país frente a la deslocalización de empresas. «Las consecuencias de una salida de Nafta para la economía estadounidense y la destrucción de empleo serían dramáticas», apunta De Bolle a dpa.
Por eso cree que las probabilidades de que Trump abandone el acuerdo son casi inexistentes, aunque apunta que la negociación podrían extenderse mucho más de lo que se espera oficialmente: «Posiblemente años, dos o tres al menos», dice. México y Estados Unidos, con elecciones ambos en 2018, aspiran a finalizar las rondas a finales de este año o principios del siguiente.
Trump estuvo a punto de poner fin al Nafta en abril. Sendas llamadas de Peña Nieto y del primer ministro canadiense, Justin Trudeay, lo convencieron entonces de no hacerlo.
Shifter cree que la influencia de sus asesores económicos más estrechos y otros miembros de la administración hace improbable que dé un paso semejante. «Pero con él hemos aprendido que es imprudente descartar cualquier posibilidad. Es impredecible».