Carlos Girón S.
A la vez que no termina de salir de su asombro ante el error cometido por quienes lo eligieron, el mundo está asustado con la próxima llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Éste, a medida que se acerca el momento de tomar posesión de la mesa oval, arrecia sus sentencias y amenazas que lanzara durante la campaña electoral del pasado 8 de noviembre. Para empezar está su insistencia en levantar su muralla de la vergüenza entre Estados Unidos y México para impedir que los mexicanos y otros latinoamericanos sigan entrando al territorio de aquel país. Insiste también en que serán los aztecas quienes financien la muralla, cuyo costo se prevé que sería cuantioso.
A la par de tal amenaza está su “promesa” de comenzar cuanto antes las deportaciones de ilegales, comenzando con unos 3 millones.
El mundo se siente en vilo, prueba de lo cual fue que, desde el amanecer del día siguiente de las elecciones, estalló la bomba del derrumbe de las bolsas en los mercados de todo el mundo, por el temor y la incertidumbre de lo que hará el maniático magnate, que ahora se creerá dueño del mundo para imponerle su capricho, sintiéndose al frente de la primera gran potencia del globo.
Lo más triste y doloroso del caso fue el pánico del que se apoderó inmediatamente de los millones de inmigrantes, legales y peor, los ilegales, –aunque muchísimos con el permiso de permanecer en ese país y trabajar, gracias a dispensas otorgadas por el presidente Barak Obama.
Desde antes de las elecciones, Trump había anunciado su propósito de expulsar del territorio estadounidense a los 11 millones de inmigrantes que forman parte de la riqueza humana que hay en ese país. Con ese fin ha comenzado a designar para puestos clave, de autoridad y poder, a hombres conocidos por ser de “mano dura”, para que, llegado el momento, no vacilen en firmar las órdenes de deportación.
Sin embargo, viene a ser una suerte el que el clown tenga atadas las manos por el lado del Congreso, no sólo para cometer ese virtual genocidio que quiere, sino también para implementar otras políticas que pretende, como sería elevar los aranceles a las importaciones chinas, lo que obligaría a China a tomar también sus propias medidas de represalia.
El pretendido golpe para el país asiático no sólo sería para éste, sino también para la propia economía estadounidense, pues afectaría o paralizaría a millones de negocios que se suplen de toda clase de mercaderías chinas. Igualmente, la población sería perjudicada al encarecerse multitud de productos que hoy en día compra a precios muy bajos. A su vez, esto se revertiría en una explosión de desempleos con toda la gente que labora en los citados negocios.
La población en general no escaparía a los efectos de las alocadas medidas que se propone tomar el magnate clown –como le dicen–. Y el mayor riesgo sería el de la escasez de alimentos y cientos de otros productos provenientes de las agroindustrias, que actualmente son atendidas por esos inmigrantes que tanto detesta el clown. Los mercados y supermercados se verían vacíos, amén del alto precio que tendrían los pocos alimentos que pudieran obtenerse. Eso significaría que Estados Unidos se convertiría de exportador a importador en este rubro.
También sufriría un tremendo daño el rubro de la construcción, no sólo de obras particulares, sino principalmente las públicas o gubernamentales, que también cubren obreros inmigrantes. El precio de las casas se dispararía alejando la posibilidad de millones de familias de hacer realidad su sueño de tener techo propio..
De todo lo anterior se arrepentirán toda su vida los insensatos –incluidos miles de latinos—que en mala hora votaron por Trump para llevarlo a la Casa Blanca. Pero éste no se sentirá tranquilo allí, como no se siente ya, estando afuera, viendo las multitudinarias manifestaciones en los diversos Estados de la Unión, gritando su descontento por su elección, asegurándole que lo rechazan y rechazarán siempre, como lo testimoniaron con la cantidad de carteles llevando la frase: “Trump no es nuestro presidente”. Esto se le grabará en la consciencia al rechazado y estigmatizado.
Del nepotismo no se ha olvidado Trump. Para comenzar, ya ha puesto a media parentela en la comisión que se ocupará de la transmisión del mando de manos de Oba a las del clown. Seguro que algunos de esos parientes pasarán a ocupar puestos de manera oficial en las esferas de su Administración.
En general, la mayoría de gobiernos del mundo están preocupados por el giro violento que tomará la Administración estadounidense en manos del caprichoso magnate, ignorante supino en asuntos de política, no sólo interna sino más en el ámbito de las relaciones exteriores. En la OTAN ya se mosquearon los miembros europeos ante el otro anuncio del clown, de que retirará de la misma a los Estados Unidos.
El mundo entero se mantendrá en vilo por la incertidumbre y temor de lo que pudiera suceder sabiendo que estará en manos de un veleidoso el código secreto para activar las armas nucleares. En su ambición, y en un arrebato de esquizofrenia, el magnate-presidente podría no conformarse con sentirse dueño de la primera gran potencia, sino de todo el mundo. Como Hitler quería hacerlo. Horrenda idea que puede poner a temblar a toda la especie humana actual. ¡Ah caray!