Washington / AFP
Sebastian Smith / Paul Handley
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prometió paz tras las polarizadas elecciones, pero el jueves el clima político está aún más enrarecido luego de que pusiera en duda la continuidad de la investigación de la trama rusa e intensificara su guerra contra los periodistas.
Nada provoca más la ira de Trump que la pesquisa independiente que dirige el fiscal especial Robert Mueller, que el presidente considera una «caza de brujas».
Mueller busca dilucidar si la campaña de Trump coludió con agentes rusos para perjudicar a la rival demócrata Hillary Clinton. Además, busca determinar la posible obstrucción de la pesquisa por parte del propio Trump, lo cual podría derivar en un juicio político.
Trump, que ha amenazado muchas veces con poner fin al trabajo de Mueller, dio el miércoles el primer posible paso en esa dirección cuando despidió al fiscal general, Jeff Sessions, que se había recusado de supervisarla por haber participado en la campaña electoral. En su lugar puso a Matthew Whitaker, un crítico de la labor de Mueller.
El reemplazo de Sessions, que Trump anunció con un tuit, generó consternación en Washington, donde políticos del gobernante partido Republicano y de la oposición demócrata han advertido que la interferencia política en la investigación que lleva a cabo Mueller no puede ser tolerada.
Los demócratas, que a partir de enero controlarán la Camára baja del Congreso, ven a Trump cerca de cruzar esa línea roja.
«El imperio de la ley está desapareciendo ante nuestros ojos», tuiteó Sally Yates, que fue vicefiscal general del antecesor de Trump, Barack Obama, y brevemente fiscal general bajo Trump. «Quiere un amigo político que lo proteja de la investigación de su propia campaña», dijo.
– «Enemigo de la gente» –
Trump sabe que enfrentará una oposición descarnada luego de que los demócratas lograran el dominio de la Cámara de Representantes tras las elecciones del martes.
Pero como los republicanos también aumentaron su mayoría en el Senado, Trump fue magnánimo al sugerir que un Congreso dividido brinda la oportunidad de una cooperación bipartidista, algo que escasea en Washington.
En una conferencia de prensa el miércoles afirmó que hay «amor» por todos lados. Pero el amor se acabó apenas los reporteros comenzaron a hacer preguntas que Trump encontró ofensivas.
Jim Acosta, de CNN, quien regularmente se pelea con Trump y su portavoz Sarah Sanders, molestó al presidente al preguntarle si había demonizado a los inmigrantes durante la reciente campaña electoral y luego siguió con cuestionamientos sobre la investigación de Mueller.
Exasperado, Trump le ordenó que dejara el micrófono, pero Acosta se negó y Trump lo calificó de «enemigo del pueblo» y de «persona grosera y terrible».
A la acalorada discusión, transmitida en vivo por televisión, siguieron comentarios críticos de Trump hacia otros periodistas. Horas después, la Casa Blanca, en una medida extremadamente inusual, revocó el pase de prensa de Acosta.
El jueves, la Casa Blanca fue acusada de difundir en Twitter un video armado para que Acosta pareciera más agresivo al defenderse de la asistente de prensa que intentó quitarle el micrófono.
«Respaldamos nuestra declaración», dijo Sanders. «La pregunta es: ¿el reportero tocó o no (a la asistente)? El video está claro, él lo hizo», dijo.
– «Crisis constitucional» –
Los airados intercambios entre Trump y periodistas a veces pueden parecer circenses, pero según analistas el mal genio del presidente muestra una falta de respeto no sólo a las normas de Washington, sino probablemente a la ley.
Esas preocupaciones se centran ahora en el futuro de la investigación de Mueller, que comenzó examinando los presuntos vínculos de la campaña de Trump con los rusos que intentaban interferir en la elección, y se expandió a las turbias finanzas del multimillonario presidente, incluidos sus negocios con Rusia.
Que Mueller se meta en el corazón de los secretos financieros de la familia Trump enfureció al presidente.
«Se suponía que era una colusión. No hay colusión», dijo Trump el miércoles. «Fueron detrás de gente con temas de impuestos, de hace años. Fueron detrás de gente con préstamos y otras cosas. No tenía nada que ver con mi campaña».
Al recusarse de supervisar la pesquisa, Sessions puso el tema en manos de su adjunto, Rod Rosenstein, haciendo más difícil para Trump incidir en la investigación. Pero ahora Whitaker será el nuevo jefe de Mueller y todo indica que mostrará sintonía con el presidente.
Whitaker no habló del tema desde que fue nombrado, pero ha cuestionado en el pasado el trabajo de Mueller.
El principal demócrata en la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Adam Schiff, encendió las alarmas.
«La interferencia con la investigación del fiscal especial causaría una crisis constitucional y socavaría el Estado de derecho. Si el presidente intenta interferir en la administración imparcial de justicia, el Congreso debe detenerlo. Nadie está por encima de la ley», dijo.
Es «imperativo» no interferir en la investigación de Mueller dijo por su parte la senadora republicana Susan Collins.