Por Ivan Couronne
Washington/AFP
El aspirante republicano a la Casa Blanca, case Donald Trump, se reunirá este jueves en Washington con los jefes de un partido que arrastra los pies para apoyarlo en las elecciones presidenciales de noviembre, tras unas primarias cuyas heridas siguen abiertas.
Trump no busca solamente conseguir una linda foto con ellos. Las divergencias son profundas y hay grandes desafíos financieros, pues el partido debe recaudar cientos de millones de dólares, y políticos, porque los republicanos temen perder su mayoría en el Congreso en noviembre.
El magnate neoyorquino se reunirá a las 9H00 locales (13H00 GMT) con Paul Ryan, e presidente de la Cámara de Representantes, un cuarentón conservador que emprendió en octubre la modernización de la imagen del Partido Republicano.
Ryan sorprendió al mundo político al declarar la semana pasada que todavía no estaba listo para apoyar a Trump, un anuncio impactante para quien presidirá la convención de investidura del candidato republicano en Clevaland (Ohio), del 18 al 21 de julio.
Trump se reunirá también con Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, el órgano central del partido cuya sede, a dos cuadras del Capitolio, acogerá la reunión. Fatalista y disciplinado, él llamó a la unidad la semana pasada.
El aspirante presidencial verá igualmente al líder republicano del Senado, Mitch McConnell, al final de la mañana.
«Tengo mucho respeto por Paul, tendremos una muy buena reunión», dijo Trump el martes a la cadena Fox News, al destacar su legitimidad. «Lo importante es que nadie, en la historia del Partido Republicano, ha tenido más votos que yo en las primarias».
Pero la reconciliación tomará tiempo, pues las divergencias son profundas. En diciembre, cuando Trump propuso cerrar las fronteras de Estados Unidos a los musulmanes, Ryan lo condenó enérgicamente. «Eso no es el conservadurismo», declaró.
«Después de unas primarias muy difíciles que recién terminaron la semana pasada, pretender que estamos unidos sin estarlo verdaderamente nos conduciría a hacer una campaña a medias tintas» para las elecciones de noviembre, indicó Ryan el miércoles, al comprometerse a trabajar por la unidad.
«Esta elección es muy importante para que vayamos a medias tintas», agregó.
Como Reagan en 1980
En esta situación, la perspectiva de un candidato disidente a las presidenciales para salvar el honor conservador se desvanece, pues los jefes republicanos estiman que habría mayor pérdida si el partido continúa fracturado que si se acomoda con Trump.
En una fuerte señal, siete presidentes republicanos de comisiones legislativas (aunque ninguno de las «grandes» comisiones) se unieron al magnate en un comunicado el miércoles, con el argumento de que la opción de Trump vale más que «ocho años más de una Casa Blanca demócrata».
El problema de dirigentes como Mitch McConnell es urgente: ¿cómo salvar el honor y conservar la ligera mayoría republicana en el Senado?
Desde hace meses el hombre fuerte del Senado decía que esperaba que el candidato presidencial fuese consensuado a fin de producir un impulso sobre los candidatos senatoriales, que aparecerán en las mismas papeletas de votación el 8 de noviembre. Claramente decepcionado por la victoria de Trump, McConnell pone el corazón ante la mala fortuna.
«La mayor parte de mis colegas estiman que él ganó a la antigua», dijo el líder del Senado el martes. «Sabemos que Hillary Clinton representaría cuatro años más de Barack Obama. Pienso que eso al final va a unificar a los republicanos».
Sin embargo, algunos de ellos parecen irreconciliables, como el senador de Carolina del Sur Lindsey Graham, eterno adversario del hombre de negocios. El afirma que los republicanos tienen oportunidad de ser reelegidos al Congreso sólo si se desmarcan lo más posible de Trump.
Incluso la reticencia de Paul Ryan molesta a los legisladores pro-Trump. Un grupo de ellos se reunió el miércoles con el presidente de la Cámara para pedirle que se alinee detrás del magnate.
Muchos, sin embargo, desdramatizan la situación. Después de todo, dicen ellos, el partido tiene más de dos meses para preparar la convención y todavía faltan seis meses para las presidenciales.
«No entiendo todo este alboroto una semana después de que un candidato se adjudicó la investidura. En política las cosas terminan siempre por arreglarse», declaró el senador de Iowa Chuck Grassley, de 82 años, elegido al Senado en 1980, igual que el presidente republicano Ronald Reagan.
«Recuerden, todo el mundo pensaba que Reagan nos conduciría a la derrota», agregó.