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Trump según Pinker (II)

Luis Armando González

¿Qué tiene que ver la anterior caracterización del populismo autoritario con Donald Trump? Para Pinker, Trump es un populista autoritario y como tal es una amenaza para el progreso y la permanencia de los valores ilustrados. Estos son algunos de los rubros amenazados:

a) La vida y la salud, que se han garantizado “mediante un amplio acceso a la atención sanitaria, y Trump ha presionado para efectuar cambios legislativos destinados a dejar sin seguro médico a decenas de millones de estadounidenses”;

b) Las mejoras impulsadas por el comercio internacional: “Trump es un proteccionista que ve el comercio como una competición de suma cero entre países, y se ha comprometido a anular acuerdos comerciales internacionales”;

c) La tecnología y la educación: “Trump es indiferente a la tecnología y a la educación, y defiende los recortes fiscales regresivos a los ricos, al tiempo que incorpora a su gabinete a magnates corporativos y financieros, que son indiscriminadamente hostiles a la regulación”;

d) Los inmigrantes y los socios comerciales a los cuales “ha demonizado (…) olvidando al mismo tiempo el principal destructor de empleos de las clases medias bajas: el cambio tecnológico se ha opuesto a las medidas que mitigan mejor sus consecuencias, a saber, la tributación progresiva y el gasto social”;

e) El medio ambiente: “Trump cree que la regulación medioambiental resulta económicamente destructiva; lo peor de todo es que ha tachado el cambio climático de engaño”;

f) La seguridad: “ha mejorado espectacularmente mediante regulaciones federales, hacia las que Trump y sus aliados muestran un desdén visceral”. Trump “muestra una insolente indiferencia hacia las políticas basadas en las evidencias, que distinguirían las medidas efectivas para la prevención de la delincuencia de las palabras tan duras como estériles”;

g) La paz en la postguerra basada en el comercio internacional: “Trump ha vilipendiado el comercio internacional y ha amenazado con  las organizaciones internacionales. Trump es un admirador de Vladimir Putin, quien ha invertido la democratización de Rusia”;

h) La democracia: “Trump propuso relajar las leyes contra la difamación de los periodistas, alentó la violencia contra sus críticos en sus mítines, no se comprometió a respetar los resultados de las elecciones de 2016 si iban en su contra, trató de desacreditar el recuento del voto popular que le era adverso, amenazó con encarcelar a su contrincante en las elecciones y atacó la legitimidad del sistema judicial cuando este cuestionó sus decisiones: sellos distintivos de un dictador”;

i) Los ideales de tolerancia, igualdad e igualdad de derechos, que “fueron objeto de duros ataques simbólicos durante su campaña y los comienzos de su administración. Trump demonizó a los inmigrantes hispanos, propuso prohibir por completo la inmigración musulmana (…), menospreció reiteradamente a las mujeres, toleró expresiones vulgares de racismo y sexismo en sus mítines, aceptó el apoyo de supremacistas blancos y nombró a un estratega y a un fiscal que son hostiles a los derechos civiles”;

j) El ideal del conocimiento “ha sido objeto de mofa por la repetición de Trump de ridículas teorías conspiratorias (…) el sitio web de verificación de datos PolitiFact determinó que un asombroso 69 % de las declaraciones de Trump comprobadas eran ‘básicamente falsas’ o ‘mentiras escandalosas’. Los bulos descarados de Trump muestran que no concibe el discurso público como un medio para hallar un terreno común basado en la realidad objetiva, sino como un arma con la que proyectar su dominación y humillar a los rivales”1.

Concluye Pinker:

“Los instintos autoritarios de Trump están sometiendo a una prueba de estrés las instituciones de la democracia estadounidense, pero hasta el momento esta ha conseguido que se haya dado marcha atrás en varios frentes. Los secretarios de gabinete han rechazado públicamente varias ocurrencias, tuits y bombas fétidas; los tribunales han revocado medidas inconstitucionales; los senadores y los congresistas han desertado de su partido para votar en contra de la legislación destructiva; unas comisiones del Departamento de Justicia y del Congreso están investigando los vínculos de la administración con Rusia; un jefe del FBI ha denunciado públicamente el intento de Trump de intimidarlo, suscitando comentarios sobre el impeachment o proceso de destitución presidencial por obstrucción a la justicia; y su propio equipo horrorizado por lo que ve, filtra a la prensa datos comprometedores; todo esto en los seis primeros meses de la administración”2.

Así le va al mundo y a la democracia estadounidense con Trump, según Steven Pinker. Sin enojo, tristeza o encono hay que meditar sobre su planteamiento. No se trata una palabra divina, sino humana. Hay que tomarla como una invitación a la reflexión crítica, ponderada, objetiva. Hay que cotejar sus argumentos con la realidad, lo mismo que con otras posturas para discriminar entre ellas cuál es la más lógica, razonable y apegada a los datos de la realidad.

Estados Unidos es una gran nación con un pueblo diverso, en lo cultural y en lo étnico. No hay que confundir a ese pueblo con el gobierno de turno, o a este con la nación estadounidense. Pueblo y gobierno son en cualquier parte del mundo algo distinto. Y distintas administraciones de gobierno de esa enorme nación han sido intervencionistas, mezquinas e irrespetuosas del derecho internacional y de los derechos humanos. También ha habido administraciones virtuosas que trabajaron por la paz y el bienestar de su pueblo y del mundo. Lo de Trump es un capítulo más en la zaga de administraciones perniciosas que, lamentablemente, han sometido (y someten) a un intenso estrés a las instituciones de la democracia estadounidense.

1Ibíd., pp. 411-414.

2Ibíd., p. 415.

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