Afrin/AFP
Los bombardeos aéreos se intensificaron el lunes en la frontera entre Turquía y el enclave kurdo de Afrin, en el norte de Siria, donde los civiles están pagando el alto precio de una ofensiva que el presidente turco está decidido a continuar.
Desde el 20 de enero, Turquía lleva a cabo una ofensiva en la región de Afrin contra la milicia kurda de las Unidades de Protección Popular (YPG), considerada como «terrorista» por Ankara, pero preciado aliado de Washington en la lucha con los yihadistas.
En reacción a esta operación, las autoridades semiautónomas kurdas indicaron que no iban a participar de las conversaciones sobre el conflicto sirio organizadas el martes por Rusia en el balneario de Sochi.
El lunes, «los bombardeos sirios se intensificaron, con continuos disparos de artillería» en el norte y oeste de la región de Afrin, situada en la frontera con Turquía, indicó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
Según su director Rami Abdel Rahman, las fuerzas turcas y los rebeldes sirios aliados tomaron el control de ocho localidades a lo largo de la frontera desde que empezó la operación.
Al menos 14 personas, entre ellos cinco niños, murieron el domingo en los bombardeos aéreos turcos que golpearon toda la región, precisó la OSDH, que elevó su balance a 55 civiles muertos desde el inicio de la ofensiva.
En el principal hospital de Afrin, los heridos llegaban en la parte trasera y descubierta de una camioneta, observó el domingo un periodista de la AFP.
Dos niños pequeños, con su ropa ensangrentada, lloraban mientras el personal intentaba examinarlos. Por otro lado, de una ambulancia sacaban los cuerpos de un hombre y un menor.
Sin embargo, las calles de la ciudad de Afrin se mantienen relativamente a salvo de los combates y reina un clima de normalidad.
Farmacias, almacenes, tiendas de ropa, zapaterías y jugueterías estaban abiertas mientras los habitantes parecían no alterar sus rutinas, a juzgar por la afluencia de personas en lugares públicos, y el regreso a las calles de los puestos de café y venta de comida.
‘Fin doloroso’
La intervención turca en Afrin, que venía siendo mencionada desde hace varios meses, se concretó de manera precipitada por el anuncio de una «fuerza fronteriza» que incluyó a las YPG, impulsada por la coalición internacional antiyihadista que encabeza Washington.
Ankara nunca aceptó la autonomía de facto establecida por los kurdos en el norte y el noreste de Siria a favor del conflicto que arrasa el país desde 2011. Teme que su propia comunidad kurda aspire a lo mismo.
Pese a la escalada de tensiones entre Turquía y Estados Unidos, dos aliados en la OTAN, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan dijo el domingo que estaba decidido a expandir la ofensiva hacia el este, incluida la ciudad de Manbij ocupada por los kurdos, donde Washington desplegó militares.
«Los terroristas no podrán evitar el fin doloroso que les espera, ni en Afrin ni en Manbij», declaró Erdogan.
El sábado, en un discurso en Estambul también dejó claro su empeño: «No importa el nombre de la organización terrorista, ya sea Dáesh (acrónimo en árabe del EI), el PKK o las YPG. Con ayuda de Dios, los aplastaremos como una apisonadora».
Por el momento Ankara ignora los llamados de Estados Unidos a que detenga su operación y exhortó a los estadounidenses a retirar a sus militares desplegados en Manbij.
En un artículo publicado por el diario The New York Times, el jefe de la diplomacia turca acusó a Estados Unidos de «armar una organización terrorista que ataca» a Turquía, en referencia a las YPG.
Desde el 20 de enero, los combates han dejado siete soldados turcos muertos, según Ankara, mientras que 76 rebeldes proturcos y 78 combatientes kurdos murieron en los enfrentamientos, informó el OSDH.
Varios países, entre ellos Alemania y Francia, así como la Unión Europea, han expresado su preocupación frente a la intervención turca que complica aún más la situación en Siria, donde la guerra ha dejado más de 340.000 muertos desde 2011.