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Turquía sigue bloqueando entrada de refugiados sirios

Por Fulya Ozerkan/Burak Akinci/Oncupinar/Ankara/AFP

Turquía seguía conteniendo este lunes en su frontera a decenas de miles de civiles que huyen de los combates entre el ejército sirio y los rebeldes en la provincia de Alepo, en plena visita de Angela Merkel a Ankara.

Más de 30.000 desplazados esperan desde hace días ante el puesto fronterizo turco de Oncupinar, en medio del frío y en condiciones que según Médicos Sin Fronteras (MSF) son cada vez más «desesperadas».

El gobierno islamista conservador de Recep Tayyip Erdogan sigue, pese a la presión de la UE, negándose a abrir su territorio a esta nueva ola de refugiados, aunque ha prometido hacerlo «si es necesario».

Turquía acoge ya a 2,7 millones de refugiados sirios en su territorio, mucho más que el millón largo de refugiados sirios y también afganos, iraquíes y eritreos que entraron en Europa en 2015.

Según el vice primer ministro turco, Numan Kurtulmus, el país ha alcanzado «los límites de su capacidad de acogida». No obstante, aclaró que abrirá sus puertas a los refugiados para no «abandonarlos a la muerte».

En la frontera, las autoridades turcas siguen tratando de ayudar a los refugiados, aunque en territorio sirio.

Desde el viernes, los camiones de la Fundación para la Ayuda Humanitaria (IHH), una ONG islámica turca cercana al poder, entregó en Bab al Salama, una localidad fronteriza siria, toneladas de comida.

Hambre y frío

Pese a los esfuerzos de la ONG, autorizada a entrar en el no man’s land entre los dos países, los desplazados, en buena medida mujeres y niños, siguen esperando delante de la frontera en condiciones muy precarias.

«Tenemos hambre y frío. La gente duerme en la calle», contó este lunes a la AFP un muchacho de 15 años, Mohamad Rahma.

Herido en los ojos durante un bombardeo ruso en la ciudad de Azaz hace un mes, el chico fue uno de los pocos sirios autorizados a entrar en Turquía, junto con su padre, para recibir atención médica.

Se estima que hay más de 30.000 civiles esperando alrededor de Azaz para entrar en Turquía, aunque el número podría alcanzar los 70.000, según el gobernador de la provincia turca fronteriza.

Ante este nuevo drama, la Unión Europea presiona a Turquía para que abra sus puertas.

Al mismo tiempo, el bloque pide a Ankara que haga todo lo posible para ralentizar el ritmo de llegadas de refugiados, que cada día zarpan de las costas turcas rumbo a las islas griegas del Egeo oriental para desde allí alcanzar Europa central y del norte, empezando por Alemania.

La canciller Angela Merkel, criticada en su país por su política de puertas abiertas para con los migrantes (en 2015 llegaron más de un millón) se encontraba este lunes de visita en Ankara.

Su objetivo es claro: presionar al gobierno turco para que ralentice el flujo de migrantes, que sigue siendo intenso pese a un acuerdo entre la UE y Ankara firmado a fines de noviembre en Bruselas.

En virtud de éste, Turquía se comprometió a controlar mejor sus fronteras y luchar contra los traficantes de personas a cambio de una ayuda de 3.000 millones de euros.

Los rebeldes amenazados

En el terreno en Siria, las tropas del gobierno, ayudadas por los bombardeos aéreos rusos, siguieron avanzando en el norte de la provincia de Alepo.

Este lunes se encontraban a sólo 7 km de la ciudad de Tall Rifaat, «uno de los tres últimos bastiones de los rebeldes en el norte de la provincia», junto con Azaz y Marea, indicó Rami Abdel Rahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

El objetivo del gobierno ahora es alcanzar la frontera turca, «para impedir el paso de rebeldes y de armas desde Turquía», precisó Rahman.

La ruptura total de las vías de aprovisionamiento sería devastadora para los 350.000 civiles presentes en los barrios de Alepo bajo control rebelde, que podrían verse privados de comida, agua y carburante, según MSF.

La batalla de Alepo podría marcar un giro en el conflicto sirio, que en marzo cumplirá cinco años. La caída de la segunda mayor ciudad del país, dividida desde 2012, supondría un duro golpe para los rebeldes «moderados», que ya están teniendo dificultades en otros frentes.

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