Mauricio Vallejo Márquez
Bitácora
Crecí rodeado de libros. Desde pequeño vi natural aquellas páginas encuadernadas, el olor a celulosa con sus infaltables toques de tinta. La mayoría de las personas que estaban cerca de mí leían, así que yo aprendí a leer.
Mi devoción por la lectura fue gracias a dos obras clásicas: La odisea y El Mío Cid. Mi abuela Josefina Pineda de Márquez es profesora de letras y escritora, a ella siempre le ha gustado mucho leer y es una verdadera devota, por lo que regalar libros es su especialidad. No sé qué tanto lo disfruten sus otros nietos, pero para mí fue el descubrimiento más importante de mi vida porque me enseñó a ver la vida de otra manera. Mi primera prueba fue con las caricaturas.
Cuando era niño se transmitía una caricatura llamada Ulises 31, la cual hablaba de un Ulises que navegaba en el espacio y ofendió a Zeus. Era una adaptación de la clásica obra de Homero. La veía con fidelidad y hacía las comparaciones con la griega. No eran tantas las similitudes, pero la serie era divertida y entretenida. Creo que de ese programa surgió mi deseo de dejarme crecer el cabello y la barba. Mientras que otro canal programaba Ruy, el pequeño Cid que procuraba retratar la infancia de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Ambos fueron mis programas favoritos junto a Don Quijote de la Mancha que transmitió Canal 10 y nació el mismo año que yo, 1979.
Estos personajes traían otra lección. No solo el hecho de que aprendiera el hábito de la lectura, porque cada personaje trae algo que aprender. Ulises y Rodrigo eran individuos que luchaban por salir adelante a pesar de toda la adversidad, justo como se debe enfrentar la vida en menor o mayor medida.
Sin querer ambos libros me prepararon para comenzar la vida o al menos para intentar entenderla. Cada uno es una historia parecida, un valiente héroe que se determina a vencer la muerte de una u otra forma.
Debe estar conectado para enviar un comentario.