Por Jordi Zamora Barceló/Bonn/AFP
La última etapa negociadora antes de la gran conferencia sobre el cambio climático de París (COP21) se abrió este lunes con disensiones entre Norte y Sur, que nublan un acuerdo histórico para luchar contra el calentamiento del planeta.
La COP21, que reúne en Bonn a 195 delegaciones, busca mantener bajo control, a un máximo de 2ºC, el aumento constante de la temperatura del planeta desde que se inició la Revolución Industrial.
Paralelamente la comunidad internacional quiere fijarse como meta abandonar la dependencia de las energías fósiles para 2050, sin olvidar el financiamiento para los países pobres y una agenda y calendario para establecer controles mutuos de emisión de gases y respeto de los acuerdos.
El pacto, sin precedentes, debe sellarse en París antes del 13 de diciembre, para entrar en vigor a partir de 2020.
De un texto inicial de 80 páginas los negociadores, liderados por Estados Unidos y Argelia, han llegado tras meses de consultas a poco más de 20 páginas, pero este nuevo texto fue puesto en entredicho de nuevo este lunes, al arrancar la última ronda negociadora.
Los países en vías del desarrollo, agrupados en el denominado G77, junto a China, decidieron inesperadamente dar un paso atrás, tras una reunión previa el domingo con los copresidentes de las negociaciones, Estados Unidos y Argelia.
«Van ustedes demasiado rápido», declaró Nozipho Mxakato-Diseko, la delegada sudafricana en nombre de más de 130 países pertenecientes al G77, tras la apertura de la sesión por parte del estadounidense.
A pesar de las consultas exhaustivas, el G77 (del que forma parte entre otros el grupo Alba), «considera que el texto parece reescribir y reinterpretar» los deseos de los participantes, advirtió la sudafricana.
El recuerdo del fracaso de la COP de Copenhague en 2009, cuando no se alcanzó un compromiso, pesa en el ánimo de los negociadores en Bonn.
En su intervención, el representante estadounidense, Daniel Reifsnyder, copresidente negociador, declaró que habría «implantes quirúrgicos» de líneas en el borrador, pero recordó que no se puede volver a las 80 páginas precedentes.
«Nuestro objetivo hoy es escuchar cuáles son esos ‘imponderables’, esas ‘intervenciones quirúrgicas'», dijo el estadounidense.
«Habrá un acuerdo en París. Toda la cuestión es saber a qué nivel se hará» y si podrá «revisarse regularmente», dijo el presidente francés François Hollande en París, en una reunión con empresarios y sindicatos.
«Tal es el meollo de la negociación», añadió.
«Podemos sentir un cierto nerviosismo» al inicio de la última ronda, reaccionó una de las negociadoras de la UE, Sarah Blau.
‘No hay tiempo que perder’
«No hay tiempo que perder, no hay tiempo para lamentarse», declaró a los participantes mediante un videomensaje el ministro de Medio Ambiente peruano, Manuel Pulgar Vidal, cuyo país pasa el testigo de la Conferencia sobre el clima a Francia.
Además del forcejeo negociador, los participantes en Bonn se enfrentan a la presión de las organizaciones medioambientales, que consideran el texto demasiado vago.
«Aunque el borrador incluye referencias a cero emisiones de gases con efecto invernadero y neutralidad del carbono, no hay un claro llamado para pasar de emisiones de combustibles fósiles a energías renovables en 2050» criticó la Red de Acción para el Clima en Europa (CAN, más de 120 organizaciones).
Hasta este lunes 151 partes negociadoras de la COP habían presentado sus contribuciones a nivel nacional (INDC en inglés), que en la jerga de las negociaciones implica los objetivos de reducción de emisiones de cada país.
Esos compromisos equivalen al 90% de las emisiones de CO2.
Pero «un primer análisis de esos compromisos muestran que (…) desembocarían en un incremento de la temperatura media de como mínimo 2,7ºC», explicó CAN Europa.
También hay desacuerdo sobre cuándo y cómo controlar mutuamente esas emisiones de gases. «Ante los rápidos cambios en tecnología, ciencia y políticas (…) el mundo debe volver a la mesa de negociaciones dentro de cinco años, no diez, para aumentar su ambición», sugiere el Instituto Mundial para los Recursos (WRI).
No hay tampoco claridad sobre cómo financiar el enorme desafío de cambiar de matriz energética del mundo. Sobre la mesa está la propuesta de que los países ricos transfieran anualmente a partir de 2020 100.000 millones de dólares a los países pobres y en desarrollo.