Agencias / AFP
Redacción Internacionales
El candidato de la ultraderecha Jair Bolsonaro obtiene, con el 98,56 % de los votos escrutados en todo el país, el 46,3%, mientras que Fernando Haddad, delfín de Lula, llega al 28,9 %.
Esto significa que el 28 de octubre Brasil deberá celebrar una segunda vuelta para definir quién será su próximo presidente, ya que ninguno de los aspirantes obtuvo el 50% más uno de los votos.
Estos primeros resultados muestran que Bolsonaro obtuvo más votos de los que decían las encuestas en semanas recientes.
Bolsonaro es un excapitán del ejército y legislador con 27 años en el Congreso que se hizo popular presentándose como un «salvador de la patria» frente a los políticos «corruptos» que llevaron a la mayor economía del continente a una debacle.
Aunque la jornada se llevó a cabo con tranquilidad, el proceso electoral estuvo marcado por un intenso descontento hacia la clase gobernante tras años de turbulencia política y económica.
Dos grandes hechos marcaron el camino hasta estos comicios: el político más popular del país, Luiz Inácio Lula da Silva, vio rechazada su candidatura, mientras que Bolsonaro, líder en las encuestas, del Partido Social Liberal, sufrió un ataque a cuchilladas a un mes de los comicios.
Por la tarde, a minutos del cierre de casillas en todo el país, el clima era festivo frente al departamento donde vive Bolsonaro en Barra de Tijuca, zona oeste de Río.
«Nuestra bandera jamás será roja» gritaban unos 500 seguidores que esperaban la salida del diputado derechista hacia el hotel donde daría una conferencia de prensa.
Bolsonaro es conocido por su nostalgia por la última dictadura, sus insultos a las mujeres y a los gays y sus llamados a reprimir la delincuencia, dándole más garantías a las fuerzas de seguridad.
Al votar en Río de Janeiro el domingo por la mañana, Bolsonaro pronosticó que obtendrá más del 50% de la votación, suficiente para evitar una segunda ronda el 28 de octubre. «La gente cae en la cuenta que Brasil no puede seguir con el camino del socialismo. No queremos ser mañana lo que Venezuela es hoy», dijo.
Después de votar, el antiguo exalcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, habló con la prensa pero su voz quedó eclipsada cuando opositores golpearon ollas en edificios cercanos.
En el tramo final de la campaña, el PT subió el tono contra Bolsonaro al advertir al electorado que, con su elección, la democracia estaría en peligro. Incluso, mediante un video, el partido de Haddad lo comparó con Adolf Hitler.
Quien resulte electo dirigirá un país sumido en una crisis económica y política, aún conmovido por el enorme escándalo de corrupción de Lava Jato, el mayor esquema de corrupción en la historia de país develado a partir de 2014. Como síntoma de una nación en crisis, más de 13 millones de brasileños no encuentran trabajo en el mercado.
«Hay un fuerte deseo de cambio», opinó Andre Portela, profesor de Economía de la Fundación Getulio Vargas, un importante centro de estudios e investigación. «Bolsonaro se ha aprovechado de eso y se ha presentado como agente del cambio, pero no queda claro si realmente lo será».
Mientras tanto, Haddad ha prometido dar marcha atrás a las reformas económicas del presidente Michel Temer que dice que han deteriorado los derechos de los trabajadores, para aumentar la inversión en programas sociales y recuperar los años de auge que Brasil tuvo bajo su mentor, Lula.
El liderazgo del ex capitán del Ejército era previsible; sin embargo, lo que no lograron anticipar las encuestas es que los candidatos al Senado y a Diputados que lo secundan iban a pasar al frente como ocurrió.
Esto fue muy claro en el caso de San Pablo, donde el mayor Olimpio, del Partido Social Liberal bolsonarista, conseguía también en boca de urna el 24% de los votos, mientras que Eduardo Suplicy, del PT, un político muy apreciado por el electorado paulista y con votos propios, estaba en segundo lugar con una candidata, la socialdemócrata, Mara Gabrilli, del PSDB, con escasa expresión política.
El senador Roberto Requiao, del oficialista PMDB pero muy cercano a dirigentes del Partido de los Trabajadores –y que no consiguió renovar su banca del Senado–sostuvo: “El efecto Bolsonaro y el duro ataque de infamias y calumnias pesaron en estas elecciones. Mi posición es la de respetar la decisión del voto”.
Las pesquisas de urna marcaron el mismo fenómeno en Río de Janeiro. Quien deberá disputar la segunda vuelta el candidato del Partido Social Cristiano, el ex juez Wilson Witzel –es decir, del bloque evangélico—que obtuvo la mayor cantidad de votos, y en segundo lugar el ex intendente carioca Eduardo Paes (recién afiliado a Demócratas, también de derecha). El primero obtuvo 39% contra 21% del ex alcalde y apenas 15% del ex campeón en el Mundial de 1994 Romario.
Las declaraciones de Bolsonaro, en el momento de votar en la Villa Militar en la zona oeste de Río de Janeiro, dijo que confiaba ganar en la primera vuelta: “Si Dios quiere nosotros liquidamos hoy esta elección”. Añadió que el domingo 28, cuando debería disputarse el segundo turno, “voy a estar disfrutando en la playa”.
El ex capitán del Ejército sostuvo: “No haré ninguna negociación partidaria. A mí ya me apoyan más de 260 diputados del bloque ruralista, gran parte del bloque evangélico y de la bancada de la seguridad (policías y militares). En mis cuentas, tenemos aproximadamente 350 diputados que van a estar con nosotros y, en su mayor parte, ellos son honestos (sic). Ellos no quieren ver a al juez Sergio Moro en Curitiba”.
Fernando Haddad votó en una escuela de su barrio, Indianápolis en la zona sur de San Pablo. Fue acompañado de su mujer.
El ex ministro de Educación, en los gobiernos del ex presidente Lula da Silva, admitió que en caso de ser derrotado se apresurará a “saludar a quien salga triunfador”. Para la segunda vuelta, dijo, “vamos a buscar ampliar nuestras alianzas para todos los brasileños y brasileñas que, en forma independiente, puedan elegir por la democracia».
Alivio en el PT –
En un hotel en el centro de Sao Paulo, donde Haddad dará su conferencia de prensa, se escucharon gritos de júbilo y alivio al divulgarse los sondeos.
En la explanada de los ministerios de Brasilia, los partidarios de Bolsonaro reaccionaron con desilusión.
Tras emitir su voto por la mañana en Sao Paulo, Haddad se dijo convencido de que habría segunda vuelta y empezó a tender puentes con otros candidatos.
La clave para que Haddad se acerque a los porcentajes de Bolsonaro reside en el centroizquierdista Ciro Gomes, que tenía 12,45% de los sufragios.
Bolsonaro y Haddad son los vencedores y al mismo tiempo los candidatos con mayor índice de rechazo.
Haddad, un exalcalde de Sao Paulo poco conocido en otras regiones, heredó una buena parte del electorado de Lula, sobre todo entre la población pobre que mejoró sus condiciones de vida bajo su gobierno (2003-2011).
Pero también heredó el odio que Lula inspira entre quienes le reprochan los escándalos de corrupción revelados por la Operación Lava Jato y la crisis económica en la que se sumió el país bajo el mandato de su heredera política Dilma Rousseff, destituida por el Congreso en 2016.
Durante la campaña, Haddad «se olvidó mucho del centro, que es fundamental. Sin el centro no se gana una elección y menos aún se gobierna, entonces precisa esos apoyos ya. Son tres semanas, una campaña cortísima, y más aún tiene que pensar en la gobernabilidad, estableciendo compromisos con esos sectores», dijo André César, de la consultora Hold en Brasilia.
Bolsonaro, por su parte, recibió en la última semana apoyos de poderosos sectores, como los ruralistas y las iglesias evangélicas.
Pero debe lidiar con un historial de declaraciones racistas, misóginas y homófobas y con sus justificaciones de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985), que le valieron un amplio rechazo de mujeres y de las minorías.
En su último video en Facebook, prometió gobernar «inclusive» para los ateos y para los gays.
«Gobernaremos para todos, independientemente de su fe religiosa, inclusive para quien es ateo. Gobernaremos para todo el mundo, para los gays incluso, que hay gays que son padres, que son madres», afirmó.