Por Wilfredo Arriola,
Poeta
Ahora más que nunca se ha reformulado el concepto de la proxémica, que ese espacio corporal que tenemos hacia la personas de acuerdo con el lugar donde nos encontramos y sobre todo, con quien nos encontramos. La pandemia Covid 19 ha hecho que esta situación se defina, y muchas personas se alejan cada vez más del contacto y quienes por alguna circunstancia se han enterado de que esta persona ha sufrido la enfermedad del momento, incluso lo hacen con apatía o un incomodo acercamiento si no es que lo evitan por completo. Quizá estemos frente a una nueva ola de racismo. Tiempo atrás escribí algo acerca del tema donde citaba algunos datos relevantes a partir de lo dicho por estudiosos de la materia y algunas de sus características:
Término acuñado por el antropólogo Edward T. Hall (1914-2009). “Proxémica” que estudia el espacio personal de las personas. En repetidas ocasiones hemos sido víctimas o victimarios de individuos que irrespetan esta dimensión. Según el estudio, hay cuatro ratios de acción donde usualmente nos desenvolvemos: espacios públicos, espacios habituales, de interacción y corporal, este último de exclusiva confianza.
En alguna de esas notas comentaba las dimensiones que hay al respecto: “Tomar distancia es una decisión que a veces se nos va por alto, o desentendemos la idea de la confianza que las personas en general nos otorgan. Entre ese tipo de distancia esta: la distancia publica (360 centímetros -sin límite) espacios sociales abiertos como centros comerciales, aeropuertos etc. Distancia social (120 -360 centímetros) distancia ocurrida cuando no tenemos ningún tipo de vínculo social. Distancia personal (46-120 centímetros) conversaciones entre compañeros de trabajo, reuniones o fiestas y la Distancia íntima (15-45 centímetros) amigos de confianza, personas con las que tenemos una estrecha relación de fraternidad y de los 15 centímetros hacía abajo llamada Íntima privada”.
La proxémica es un arte que no todos sabemos cumplir a cabalidad porque en ocasiones no sabemos compartir conceptos con nuestros allegados, un tanto por pena, por falta de comunicación o porque no tenemos el mismo tipo de cultura que los demás. Desde personas que, por exceso de confianza no otorgada, quisieran mantener conversaciones a manera de contar secreto, muy cerca de nuestro espacio corporal lo que puede suscitar apatía y poner en evidencia halitosis u otro tipo de detalles de aseo personales que no todos están dispuestos a tolerar. No obstante, esta el contrario, la timidez de la lejanía y el respeto excesivo que da la confianza. Muchos hemos tenido ambas experiencias y quizá en algunos casos deseamos más intimidad con algunas personas y con otras más prudencia. No siempre emitimos las señales correctas para establecer los vínculos deseados.
En momentos de autoconversación y agobiados por el cúmulo de estrés, depresión y diferentes emociones de la rutina de la vida, hemos deseado que el mundo conociera a la perfección el término de la proxémica y dejarnos solos por un buen rato, sin nadie a nuestro alrededor, para poder vaciarnos un poco de la vida y llenarnos con lo pensado. No siempre corremos con esa suerte, el abrazo pacificador de un ser querido pudiera aliviarnos de la pena y a veces la soledad pudiera hacer esa función. Quien nos quiere sin duda alguna, sabe cuándo dejarnos solos, también eso es afinidad al sentimiento, también eso es comprender que el espectáculo de la saturación de historias no siempre necesita de espectadores por más que alguien a quien amemos quiera estarlo. Hay espacios en que solo son destinados para sí mismo y si quieren entrar deberán de pedir permiso, y eso ya es decir más.
La saturación personal se ha movido con delicados hilos, hilos que no todos sabemos comprender, por nuestra compleja conducta humana. Tener a alguien que sepa esa estrecha relación es tener un tesoro. La gente que siempre está para todo cuando deja de estarlo, lo está para siempre, y ese conflicto en reiteradas veces nos ha pasado factura, decir “hoy quiero estar solo” se ha confundido con algo personal alejando por tiempo indefinido a nuestros cercanos, cuando solamente necesitábamos una cita con los yoes que llevamos dentro.
Hoy que conocemos este nuevo termino también es necesario conocer mejor al círculo de amistades y empezar a preguntarme a quien agobio y de quien me alejo. La incomunicación y la falta de conciencia nos puede poner en una equivocada postura. Saberse ir y saber llegar nos distingue del resto, pero quisiera también que sepan que somos dignos de confianza a la hora de que nos quieran llamar y si de estar solos se trata, sabiduría para poderlo comprenderlo. Estar en uno u otro momento solo será cuestión de tiempo. La proxémica si bien es cierto es cultural, pero habrá que revalorar las condiciones para no caer en la ambigüedad del posible racismo de la total alejamiento, reestablecer las formas correctas de cercanía y entender en esta nueva -anormalidad- como hacer sentir bien a las personas aun sin conocerles y sin mostrar algún tipo de incomodidad por su pasado clínico o por cualquier otra forma atípica corporal.