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Madrid/dpa
El 1 de enero Florentino Pérez era el hombre más feliz del mundo. El presidente del Real Madrid se hinchaba con orgullo por una racha histórica de 22 victorias seguidas, prostate celebraba el Mundial de clubes y adivinaba un futuro dorado. Doce meses después, no queda ni rastro de todo aquello.
El mandatario blanco escuchó en diciembre en su propio estadio el grito que más le aterroriza:”¡Florentino, dimisión!”. De pronto, la hinchada del Real Madrid se revolvió contra su rey, el intocable Florentino Pérez, el forjador de sueños, el Midas blanco. Y la hemeroteca recuerda aquel 27 de febrero de 2006, cuando dimitió por circunstancias similares tras verse superado por los acontecimientos.
No es fácil explicar qué pasó en el trayecto que fue del cielo hasta el infierno. En enero no había equipo más admirado que el Real Madrid, alabado tanto por los resultados como por el fútbol desplegado. Todo eran goles, acrobacias, trofeos y halagos mientras la prensa española se preguntaba: “¿Es este el mejor Real Madrid de la historia?”.
Pero el equipo de Carlo Ancelotti comenzó a desmoronarse lentamente, pero sin freno, hasta cerrar el final de temporada sin títulos.
A cambio, y para agravar daños, el Barcelona dibujó una trayectoria divergente: en enero vivió una enorme crisis que a punto estuvo de derribar a su entrenador, Luis Enrique, y terminó la campaña conquistando un espectacular “triplete” con la Liga de Campeones, la Liga española y la Copa del rey.
La cuestión era: ¿Mostraría Pérez paciencia con Ancelotti o sería fiel a su trayectoria y despediría al italiano? Ocurrió ésto último, por supuesto.
Fue una decisión de alto riesgo para el devorador de técnicos que es Pérez.
En primer lugar, porque Ancelotti era venerado por las estrellas del equipo.
Después, porque el presidente blanco tomaba una decisión contraria a los deseos de su hinchada, según reflejaban las encuestas. Y, finalmente, por la elección del sucesor.
El elegido fue Rafael Benítez, un entrenador situado en el extremo contrario al ocupado por Ancelotti.
El español dibujó su currículum con un fútbol físico, pocos detalles preciosistas para la grada y una relación áspera con sus jugadores.
La temporada no comenzó como deseaba Pérez y una fecha le quedó grabada a fuego en su piel.
Fue el 21 de noviembre, cuando el Barcelona ganó por un concluyente 4-0 al Real Madrid en el Santiago Bernabéu tras dar una auténtica exhibición ante un rival impresionado.
La hinchada blanca no esperó al final del partido, sino que el descanso ya comenzó a gritar: “¡Florentino, dimisión!”.
Las cosas no han mejorado en el último mes del año y la prensa española unánimemente habla de un despido de Benítez no muy lejano, incluso pese al contundente 10-2 sobre el Rayo Vallecano en la última jornada antes de la pausa.
Pero después, ¿qué? Porque con el entrenador fuera, Pérez sería el objetivo directo de la frustración de la hinchada si el equipo no endereza el rumbo.
A esto se añaden episodios como el fichaje frustrado del arquero español David de Gea por un fax que no llegó a tiempo o la eliminación de la Copa del rey por la alineación indebida de Denis Cheryshev.
Sucesos difíciles de explicar en una institución de más de 600 millones de euros de presupuesto y que dañaron el prestigio del club.
Pérez espera que la situación del Real Madrid refleje la del Barcelona de enero, aquel que atravesaba una fuerte crisis que a punto estuvo de llevar a la destitución de Luis Enrique y que se levantó como un rey hasta culminar una temporada histórica.
Sin embargo, también es posible que se cumpla la vieja ley que dice que todo lo que va mal es susceptible de empeorar.
Tanto es así que nadie descarta que Pérez convoque elecciones a final de temporada. Nadie lo hubiera dicho hace un año.
