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Un año para la reflexión… pero desde el inicio

El alto grado de polaridad que se gestó y desarrolló en 2020, como parte de la estrategia del presidente Nayib Bukele, no solo con propósitos estrictamente electorales, sino, además, para destruir a la oposición, sobre todo a la verdadera izquierda, tanto dentro como fuera del FMLN, pero especialmente contra el Frente.

Y es que destruir a la izquierda tanto socialista como democrática, con o sin partido, es objetivo principal del presidente Bukele y su partido Nuevas Ideas, pues allí es donde está la gente que, una vez despierta su máquina pensante, será la única capaz de comenzar a trabajar a la par del pueblo para luchar a corto, mediano o largo plazo, por recuperar toda la institucionalidad del país lograda con la guerra civil y plasmados en el Acuerdo de Paz, el 16 de enero de 1992.

El Salvador no solo enfrenta los peligros de la pandemia de COVID-19, que lo resolverá pronto la ciencia con la vacuna que desde diciembre comenzó a inyectarse en Europa, Estados Unidos, Rusia, China y algunos países de América Latina, sino la del deterioro democrático, de la institucionalidad burguesa, si se quiere, pero es la que ganó con la guerra civil y el Acuerdo de Paz.

Pero esa democracia burguesa costó sangre del pueblo, no para que la burguesía se petrifique en la eternidad, sino para que sus espacios permitieran mayor concienciación del pueblo, y una vez este se fuera educando, ir promoviendo cambios estructurales hacia una mejor sociedad, con mira al socialismo. Los confundidos u oportunistas de izquierda que andan con nuevas ideas saben que esta aventura política no es para desplazar a la oligarquía o burguesía, sino, la instauración de un régimen político bajo el manto del mesianismo. En este partido no hay programa, mucho menos programa que deje claro su lucha contra la burguesía, sino para colmar las ambiciones de un personaje que la popularidad y la falta de educación política del pueblo, lo ha ungido como un “dios”, y le despertó todas las ansias de poder.

Y para que no nos acusen de no ser críticos con la izquierda, hay que decir que por no haber trabajado en los dos gobierno del FMLN con un programa de gobierno más de izquierda, hoy se tiene lo que se tiene.

Pero no todo está perdido, por eso decimos que desde el primer momento de este año hay que reflexionar. Y es que nos preparamos para una elección en la que si se le da todo el poder al presidente Nayib Bukele, el país caerá en un abismo político del que costará salir y si su poder se enraíza más, será más complicado y doloroso enrumbar al país por los senderos de la democracia.

Hay que reconocer que el presidente Bukele tiene liderazgo, es muy hábil, es decidido y va dos pasos delante de la oposición y hasta de sus mismos seguidores, pues es un verdadero caudillo, la manipulación que ha hecho de la Fuerza Armada y hasta de la Policía Nacional Civil, al menos de sus mandos estratégicos, lo demuestran, y esto es peligroso para el país, para el pueblo organizado, para la débil oposición, pero, sobre todo, para la institucionalidad democrática.

No tener claro qué es lo que el presidente Bukele pretende con su manipulación de masas es un error que el país y el pueblo lo pagará con creces, por eso es que la izquierda responsable debe hacer un trabajo de hormiga en este corto periodo, para evitar que el presidente Bukele profundice su poder y el control de toda la institucionalidad del país.

Es un trabajo cuesta arriba, pero hay que hacerlo, y si aún así no se logra cambiar el rumbo, al menos quedará la satisfacción de que se hizo la lucha, y con el aprendizaje de este vendrán otras, hasta lograr que el pueblo entienda que la lucha por la democracia debe ser permanente y que el poder absoluto en manos de una persona es dañino para las democracias, para los pueblos. Todo esto se llega a comprender si hay una verdadera reflexión y esa reflexión deben hacerla los progresistas, los hombres y mujeres verdaderamente de izquierda, dentro o fuera de un partido político.

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