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¿Un cheque en blanco o un sobregiro autorizado? (2)

René Martínez Pineda
Escuela de Ciencias Sociales, UES

Por idoneidad, la sociología política debería estudiar ese hecho sin perder de vista que forma parte de un proceso histórico, que ha perdido su historia; debe desgranar -uno a uno- los factores y variables que le dieron forma y contenido a lo sucedido. En un abordaje preliminar se pueden identificar algunos de los factores que explican ese hecho: 1) El inicio, en Europa, de otro tipo de movimientos sociales que usó la dignidad como bandera y las redes sociales como instrumento de lucha y concientización, lo que se propagó rápidamente en la región latinoamericana, junto a ellos, se potenciaron otras iniciativas de movilización en torno a la minería, el agua, los feminicidios, el salario digno y los derechos humanos; 2) las novedades de ese tipo de movimientos sociales son varias, dentro de las que destacan: lo heterogéneo de los grupos sociales que lo forman; la denuncia de la corrupción como un interés común más allá de los intereses de clase; la combinatoria de lo social con lo digital, dándole otra connotación a la solidaridad social; las luchas transversales en términos temáticos y geográficos; el rápido manejo anti-gobierno o anti-sistema de las reivindicaciones, en el sentido en que un problema específico es llevado a la denuncia del régimen político y del sistema partidario.

En el país, el comportamiento anti-gobierno (o anti-bipartidismo), fue creciendo, se fue fortaleciendo conceptual y políticamente hasta que las protestas sociales por la corrupción, la inseguridad y la falta de empleo se trocaron en: luchas económicas, políticas y culturales por un nuevo país; la exigencia de mayor responsabilidad gubernamental en el manejo de los fondos; la petición de reformas estructurales que combatan la voracidad del neoliberalismo; la denuncia de la corrupción galopante; la exigencia del fin de la impunidad; la lucha frontal contra el bipartidismo y los partidos políticos nefastos; sobre todo, en la búsqueda de una nueva lógica de gobierno más allá de las ideologías, lo cual implica que no se reconoce –aunque exista- la lucha de clases.

El gran mérito de Bukele, fue fundirse con Nuevas Ideas bajo la consigna “hagamos historia”, articulando la heterogeneidad ideológica, económica, etaria, geográfica y cultural de las resistencias sociales desencantadas y desilusionadas con el estado actual de las cosas, convirtiéndose en una opción electoral viable efectiva y por el momento, en permanente desarrollo, aunque el resultado final no se puede anticipar con certeza. Ese desarrollo se observa, por ejemplo, en la valoración positiva que tiene la opinión pública, tanto del partido como de Bukele, lo que bien se puede atribuir al desencanto y desilusión que todavía impera en el imaginario del pueblo. El gran derrotado política y electoralmente fue el FMLN, quienes no lo reconocen (sobre todo dentro del partido) son sus principales enemigos disfrazados de militantes, pues impiden que se transforme en sus niveles básicos: político, partidario, axiológico e institucional.

Ahora bien, una cosa es la formación de una fuerza electoral (que muchas veces es efímera), otra cosa es la fuerza gubernamental y otra cosa aún más diferente es que ambas, conjuntadas orgánicamente en su accionar, se conviertan en una fuerza histórica. Sociológica, política y subjetivamente son distintas. Lo primera ya se logró sobre la base de unir las diferencias en la casa común del deseo por los cambios, con una significativa capacidad de movilización de lo real junto a lo virtual. Lo segundo inició el 1 de junio y no está claro si eso será posible en los términos en que se planteó en la propaganda electoral; sabemos que su signo es “no ser lo mismo” (esa fue la promesa) y lo que podríamos llamar agonismo sociológico, en el sentido de que el conflicto debe servir para tomar las mejores decisiones en favor del pueblo. En pocas palabras, se ha entrado en esta incertidumbre: Ya se ganó ¿y ahora qué se hace para ser diferentes?

Esa interrogante tiene que ver más con una cuestión teórico-política que operativa, pues se refiere a la valoración de una fuerza electoral construida en poco tiempo sobre la base del desmembramiento sufrido en los otros partidos (la migración de los votos). Mientras que para la sociología la victoria se obtuvo por la organización del descontento y la desilusión en una candidatura factible, la misma definición del descontento y la desilusión no son claras, su solidez dependerá del desempeño del nuevo gobierno. Para decirlo en pocas palabras: el empacho era tangible, pero su talante (en tanto cultura política democrática), duración y significación son vagas todavía porque, por un lado, enfrente se tiene estructuras gubernamentales que no cambian de la noche a la mañana; y por otro, la heterogeneidad de los sectores que se unieron dejando de lado, por el momento, los conflictos secundarios.

Esos conflictos secundarios se pueden valorar en función de las razones de su unión en una fuerza electoral: las razones de los jóvenes no eran las mismas que las de los adultos mayores; tampoco en los de izquierda y en los de derecha; tampoco en los Youtuberos y en los artistas, sin embargo, se produjo la conjunción, y ese es un hecho que debe ser visto como una oportunidad política para las fuerzas progresistas del país, más allá de cualquier bandera política (tal como se pensó con la propuesta del Gobierno Provisional de Amplia Participación, en los años 80), pues la revolución social siempre es más grande que un partido. De esa forma, la coexistencia de conflictos secundarios fue articulada, por el gran reto del triunfo, postergando la definición del proyecto en común al conseguirlo, lo cual no será nada fácil. Es en esos momentos donde se verá si el Presidente Bukele, tiene un cheque en blanco o tiene autorizado un importante sobregiro. Parece ser que el punto de unión será el combate a la corrupción, que ha sido una constante de la mayoría de los partidos tradicionales, lo cual ha generado el descrédito del régimen político.

Pero hay que agregar que el asunto no es sólo la corrupción per se, son las reformas neoliberales, de las cuales la más nociva es la privatización de los servicios públicos. No solo es la corrupción, es el neoliberalismo el que aceleró la crisis nacional y propiciaron una diversidad de resistencias populares, que fueron las que decidieron hacer emigrar sus votos. El partido político que no comprenda eso está condenado a seguir el triste camino del PDC y del PCN.

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