UN DULCE RECUERDO
Marlon Chicas, El Tecleño Memorioso
Luego de nuestro acostumbrado trote mañanero en la pista atlética El Cafetalón, mis amigos Noé Jacob Cortez, Humberto de Paz y su servidor, tomamos un breve descanso, bajo la sombra de un centenario amate, acomodando nuestras esculturales masas corpóreas, traemos a la memoria nuestra infancia y el mundo de los confites.
Una investigación realizada por la ingeniera Marta Silvia Guzmán de la universidad Dr. José Matías Delgado, sobre la elaboración artesanal de dulces en El Salvador, estableció que, durante la conquista española, tuvo lugar la introducción de la caña de azúcar, siendo el punto de inflexión en la elaboración artesanal de dulces. Colón, Cortez y Pizarro, fueron responsables de introducir la plantación de caña de azúcar en los países de américa (Brasil, Cuba, etc.), de forma vertiginosa, lo que, en menos de cien años, supero en producción al resto del mundo.
La anterior información sirve de fondo a nuestra conversación, recordando una empresa familiar dedicada a la elaboración de dulces en Santa Tecla en 1955 aproximadamente, ubicada al final de la 12 avenida sur 4-4 del Barrio El Calvario, famosa por sus camionetas amarillas tipo Chevrolet, que distribuían el producto a nivel nacional, la extinta dulcería El Pilón, propiedad de doña María Eugenia de Cornejo.
Golosinas elaboradas a mano por diestros artesanos en unas clavijas sobre la pared en la que se paneaba el candente dulce hasta lograr su consistencia, cortando pequeños carrizos de dulce, que pasaba a una máquina, obteniendo su forma y color, posteriormente empaquetado, para su distribución, está actividad era realizado por jóvenes provenientes de comunidades pobres del sector, a quienes se les proveía de albergue y alimentación, según rememora Humberto de Paz Pérez.
Otro personaje importante de este recuerdo, fue un bravío pastor alemán conocido como Trueno, quien en más de alguna ocasión sacó carrera a muchos, a fin de no ser víctimas de sus afilados dientes en las pantorrillas, Noé Jacob Cortez, recuerda la tradición de la familia Cornejo, de enterrar en los corredores de la propiedad a los canes que fallecían cumpliendo la labor de salvaguardar el inmueble.
En ese tiempo niños y adultos se avocaban a la fábrica a la compra de cartuchos de papel de empaque o periódico, rebosantes de dulces quebrados por cinco centavos de colon, los operarios en su mayoría eran estudiantes de escasos recursos, devengando cinco colones semanales por su labor, siendo los días domingos para la visita a la familia o pasear por la ciudad, comprando lo que se les antojará.
Los departamentos en los que se distribuía el producto de la dulcería El Pilón fueron: Ahuachapán, Santa Ana, San Vicente, y San Miguel, los productos que hicieron época de acuerdo a Humberto de Paz eran: el chuloncito (dulce sin empaque), caramelos, barras de menta entre otros, la fábrica estuvo compuesta por quince operarios: elaboradores de dulces, empacadores y distribuidores.
La dulcería El Pilón, comercializó además el tradicional jarabe utilizado por los minuteros, la factoría cerró operaciones en 1990, dejando un dulce legado a los tecleños para la posteridad, luego del breve descanso y un profundo suspiro, mis amigos y quien escribe, reiniciamos nuestros ejercicios matinales degustando un sabroso dulce, evitando con ello un posible vaguido a causas del peso de los años en nuestras humanidades.
¡Feliz Día de la Poesía, a los poetas salvadoreños y del mundo! hasta la próxima amigos lectores.