Orlando de Sola W.
En un mundo de personas, recursos y bienes, las personas producimos y consumimos bienes y servicios en diversos sistemas, organizaciones y ambientes. Una de ellos es el Estado, calificado de improductivo por algunos, pero es relativa esa calificación porque depende de quienes la hacen y lo que esperan.
Los propósitos originales del estado eran limitados, en comparación a los de ahora. Además de defendernos de amenazas internas y externas, aplicaban justicia y nos representaban ante otros estados. Ahora esperamos que nos mantengan sanos, nos eduquen y nos aporten ingresos monetarios cuando envejecemos, o cuando dejamos que la pereza nos venza.
Desde el estado producimos bienes y servicios que contribuyen al bienestar de la comunidad. Con el tiempo, esas funciones se han acrecentado. Su alcance, así como su tamaño, han llegado a niveles insospechados, consumiendo buena parte de nuestro esfuerzo personal, familiar y corporativo.
A veces nos sentimos insatisfechos con el esfuerzo colectivo, con el que tratamos de satisfacer enormes vacíos sociales. Eso depende de nosotros, las personas, que producimos bienes y servicios en el estado y el mercado, dependiendo de nuestra inclinación, preferencia y, sobre todo de nuestra percepción de la realidad nacional, regional y mundial.
El inminente colapso de nuestro estado nacional, sin embargo, nos obliga a reexaminar todas las instituciones públicas, cuya conducta y eficacia vienen desmejorando desde hace varias décadas.
Nuestra falta de claridad sobre los propósitos del estado nos ha llevado al borde de la crisis. Por ello necesitamos rediseñarlo, para que deje de ser onerosa carga y sirva para resolver los abundantes problemas sociales que encaramos.
No se pueden pedir peras al olmo, ni zapotes al sapo, pero es lo que venimos haciendo desde hace años. Los estados y sus gobiernos no pueden hacerlo todo. Están integrados por personas y tienen límites, igual que el mercado. Le pedimos al estado que haga de padre, madre, hijo, o hermano, pero ese no es su propósito. Al exigirle mas de su capacidad, lo hemos llevado a la degeneración. Ha llegado el momento de redefinir sus propósitos y alcances, que han sido exagerados para sustituir funciones de otras organizaciones como la familia, la corporación y demás formas de asociación intermedia.
El mal llamado sector “productivo”, o empresa privada, tampoco es una panacea que pueda resolver todos nuestros males sociales, aunque algunos así lo creen. La empresa privada es necesaria y es lo que hacemos, cuando no laboramos para la empresa pública, como funcionarios, empleados, o contribuyentes.
Ambas empresas, la privada y la pública, son para prestar servicios, o servir, no para explotar y expoliar a los ciudadanos, contribuyentes y consumidores, que somos todos. Si así sucede es porque las personas, o individuos, no comprendemos la naturaleza de los servicios con los que, en forma pública y privada, pretendemos satisfacer necesidades de aire limpio, agua potable, transporte, comunicación, representación, legislación, justicia y otros bienes y servicios ofrecidos por los gobiernos estatales, municipales y empresas privadas.
En el mundo de los economistas solo hay bienes y servicios. Las personas producimos ambos con recursos naturales. Para producir bienes y servicios que satisfagan necesidades debemos ordenarnos en el estado, en el mercado, o ambos, como sucede. Los desacuerdos aparecen cuando no comprendemos, o exageramos esos ordenamientos.
Algunas personas creen que el estado es para abusar y otros piensan que pueden hacerlo desde el mercado, que no es solo oferta, sino demanda de bienes y servicios. Las necesidades y posibilidades de la gente son muy importantes, pero no podemos conocerlas, ni aquilatarlas sin el mercado, cuyos precios son nuestro principal indicador, cuando no han sido manipulados por monopolios y oligopolios fraudulentos.
Los vacíos surgen porque no alcanza la producción, o porque ha sido manipulada. Esos vacíos deben ser compensados por el estado, con el que tratamos de reducir las injusticias y desigualdades que brotan de la convivencia.
La familia y la corporación, ahora transnacional, son importantes formas de organización que debemos tomar muy en cuenta. En ambas producimos bienes y servicios, a veces imperceptibles, o menospreciados, pero siempre útiles para satisfacer nuestras necesidades materiales, intelectuales y sentimentales. La mayoría de esos bienes y servicios, no contabilizados ni monetizados, los producimos en estructuras anteriores al estado.
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