Álvaro Darío Lara
Escritor y docente
Terminado su cafecito, acompañado de unos ricos “relámpagos”, don Marlon Chicas, el tecleño memorioso, afina sus remembranzas ahora, en dirección de un extraño selenita. Escuchémosle:
“La locura es el trastorno o perturbación patológica de las facultades mentales en el ser humano, se manifiesta en actitudes o incoherencias en el comportamiento de la persona. Durante años, en nuestros pueblos y ciudades, los popularmente llamados “locos”, se han convertido en verdaderas leyendas.
También Santa Tecla, tuvo (¡y tiene!) sus locos famosos. Ahora rememoro a un caballero de baja estatura, tez morena oscura; cabello rizo encanecido por los años, tostado por la suciedad y el inclemente sol; nariz respingada, barba y rasgos árabes, cariñosamente conocido por los tecleños como “El Primo” (+), siendo su popular forma de dirigirse a su interlocutor mediante la frase “¡Hola primo!”.
Pasó la mayor parte de su vida en los alrededores del extinto Mercado Central de Santa Tecla, específicamente en el portal norte de dicho tiangue. Lugar donde funcionaron negocios como: “Farmacia Central”, “Zapatería del Maestro Castillo”, “Piñatería Orantes”, “Imprenta Tecleña” , Calzado “La Elegancia” entre muchos comercios.
Ataviado con pantalón de manta con ruedo; torso descubierto y saco de vestir oscuro, desgastado; descalzo, dotado de grandes pies; se jactaba de su árbol genealógico, donde refulgían, según él, la crema y nata de la antigua sociedad tecleña. Aducía ser sobrino de don Rafael Guirola y de otras familias de abolengo.
En sus breves ratos de lucidez era interesante conversar con él. Ocasión en que volaba su fantasía a mundos que sólo cabían en su cabeza. Solía pasar el día exclamando: “¡Hola primo!”, “¡Salú prima, que te vaya bien!” Pero en ocasiones, con un rostro severo, se mantenía indiferente al saludo.
Pocas veces mendigaba. Era orgulloso a recibir dádivas de extraños. El Primo sobrevivía realizando algunos quehaceres como: acarrear agua, barrer las aceras de los negocios aledaños y hacer algún “mandado”. Amante de la lectura de cuanto periódico o libro que cayera en sus manos, era un lector voraz. Tenía por fiel compañera a una caja de cartón utilizada como cama; además de su “tambache” de escasas pertenencias.
En la extinta Concha Acústica del antiguo Parque Daniel Hernández, en el marco de las fiestas titulares de la ciudad, fue expuesto un retrato del Primo, el cual se subastó de manera pública, obteniendo dicha obra de arte don Tomás Gómez, propietario de la famosa pizzería Italia. Dicha pintura se encuentra expuesta públicamente en dicho establecimiento.
Poco se sabe del fallecimiento de nuestro peculiar personaje. Existe la hipótesis que murió a manos de otro habitante del mundo de lo absurdo. Pero sólo son conjeturas.
Un tributo a su memoria, ya que con sus ocurrencias, el Primo, dejó un legado de tardes memorables en esa mi niñez que no volverá. Niñez trascurrida en una Santa Tecla que siempre vio con respeto a tan insigne caballero de la Luna. ¡Adiós Primo!, ¡Que te vaya bien Primito! ¡Descansa en paz, Primo”.