@LauraCoLatino
A Begoña García también la torturaron. En su vientre gestaba una nueva vida, cure pero eso no detuvo a miembros del Ejército salvadoreño, remedy comandado por el ahora diputado coronel Antonio Almendáriz para asesinarla. No sin antes haberla violado y vaciado el feto de su cadáver, y mandar, así, las vísceras hacia Madrid, España.
Aunque parezca cruel, así fue. Begoña estaba en el frente de batalla. Había llegado a El Salvador desde Nicaragua, donde ejerció sus primeros meses como doctora en medicina en un hospital público que atendía a víctimas del conflicto armado salvadoreño. Recién se había graduado de su carrera universitaria en Navarra, de donde era originaria.
Talvez ese fue el escenario que incitó a Begoña. Sus últimos días en el hospital de Nicaragua los había pasado entre lamentos y consignas tenues de quienes habían caído por alguna u otra razón en el terreno de guerra.
Tras recapacitar una serie de alternativas, Begoña posiblemente pudo haber elegido permanecer en el hospital o regresar a su país, pero vino a El Salvador, específicamente, a Santa Ana, para servir en las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), como sanitaria.
Previo a su salida de Nicaragua, la médica vasca envió a su familia una grabación sobre la decisión que había tomado. Begoña estaba consciente de lo que podía sucederle, pero estaba dispuesta a lo que fuera porque, según el documento, había decidió entregar su vida por cambiar las cosas.
Poco se sabe, hasta el momento, de los detalles previo a su muerte. En aquel entonces apenas tenía 22 años y era una joven identificada con la clase obrera en El Salvador. Estaba enamorada, no sólo del padre de su futuro hijo, sino de este país.
Décadas después de su muerte llegó a una cárcel de la País Vasco el último escrito de Begoña. En el lugar menos esperado, la historia de Begoña enhebró los primeros hilos para su resurgimiento.
Iñaki Gonzalo Kitsu había sido capturado en 1995. Un periodista de vasta trayectoria en medios de comunicación, entre estos como director de la revista Egin Irratia y miembro de la Radio Eguín, insignia del movimiento vasco de Liberación Nacional.
Su lucha independentista de izquierda, a manos de la ETA, conocida en español como “País Vasco y Libertad”, lo había condenado a 67 años en una prisión vasca, precisamente, donde las palabras de Begoña habían llegado en su búsqueda.
Antes de entrar a la cárcel, Gonzalo se había acercado a la realidad de El Salvador. Un libro sobre la Radio Venceremos, insignia del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), durante el conflicto armado, y lo había impresionado.
“Me emocionó la historia. Ver cómo una radio móvil clandestina fue capaz de apoyar en el avance de la guerra”, cuenta el periodista vasco, a Diario Co Latino.
Gonzalo jamás había escrito un libro, al menos no para otras causas que no fuera un medio de comunicación. Su primer libro tras las rejas lo tituló “El Niño Maguey”, amarrado, siempre, a su motivación por El Salvador.
Pero la historia de Begoña lo habría impresionado aún más, sobre todo por la falta interés por hablar del tema.
“Me propusieron escribir su biografía, Una tarea difícil. No la conocí. Ni conocía El Salvador. No tenía datos…Al final decidí hacerlo para ver qué pasaba”, detalla.
Unas amigas de Begoña habrían enviado a Gonzalo tan sólo su último audio, un recorte de prensa, una foto y una información publicada por un medio de comunicación escrito en El Salvador. El libro fue publicado hace cuatro años.
“Era casi como un deber moral reivindicar la figura de Begoña y contar su historia porque también forma parte de la historia de este país”, dice Iñaki.
El libro fue titulado “Cómo no quererte Alba” y, según testimonios recolectados por familiares y la Comisión de la Verdad, el principal culpable del asesinato de Begoña habría sido José Antonio Armendáriz Rivas, actual diputado por el Partido de Conciliación Nacional (PCN).
Aunque el crimen ha sido tratado por la Corte Interamericana de Derechos como un caso de cruel violación a los derechos humanos, el Gobierno salvadoreño aún no sienta una posición al respecto.
“Por muy duro que fuera el momento de la detención y el asesinato de Begoña, la familia quiere saberlo todo, pero hay un limbo”, lamenta Iñaki.
En Gares, el pueblo natal de Begoña, en la Comunidad de Navarra, las autoridades han inaugurado una plaza con su nombre. En el lugar se observa, junto a su placa, una una bandera izada del FMLN. “En Gares está siendo reivindicada todos los días. Se le ha hecho hija predilecta”, dice Gonzalo.
“Se trata de gente joven que vino de otros países a incorporarse a la lucha armada en El Salvador. Eso es un tesoro que tiene El Salvador al haber recibido a mucha gente que vino comprometida y hasta perder su vida”, reitera el periodista vasco sobre una lista de 20 vascos que se incorporaron a la lucha armada y perdieron la vida en territorio salvadoreño.
Hasta el momento, ninguno de los responsables del caso, incluido Armendáriz, ha dado detalles del asesinato de Begoña. Estos próximos días, Gonzalo planea visitar Santa Ana y reunir más referencias sobre su asesinato. Permanecerá en el país hasta el próximo 21 de junio.
Entre sus futuros planes, Iñaki planea escribir su tercer libro sobre retazos de testimonios del conflicto armado en El Salvador. “Un paisaje humano, con el frente al poder y doce años después de la Guerra…”, detalló.
Una lucha sin armas
Tras pasar 19 años entre cuatro paredes, aunque su condena dictaba 67, para Iñaki el objetivo, ahora, es diferente. Una lucha, por la libertad, por la democracia, pero sin armas.
Iñaki fue uno de los once políticos vascos capturados por pertenecer a la ETA. Los obligaron a permanecer encerrados en condiciones de vida insoportables.
En una cárcel de Toledo, Gonzalo sufrió de un laboratorio de experimento para reclusos: Un seccional con celdas individuales, con una cámara vigilándolos permanentemente y con el único derecho de salir una hora al patio, donde los desnudaban.
“Ponían la comida patas arriba, uno no podía estar sentado en el día, excepto una hora (de cuatro a cinco de la tarde) y solo acostados por la noche. No dejaban ver a nadie. Nos cambiaban de celda por las noches. ¿Hasta cuánto puede aguantar el cuerpo humano, hasta cuánto puede aguantar psíquicamente una persona en condiciones infrahumanas?”, relata Iñaki.
Su condena extinguía el 4 de mayo del 2013.Un día antes, Iñaki recibió un papel que le indicaba que saldría hasta el 24 de octubre de 2024. Le habían añadido 13 años de prisión más de forma arbitraria.
La retroactividad de las condenas era parte de la doctrina Parot que daba poder a los jueces para extender las sentencias sin justificación alguna. Iñaki pasó cuatro años más en la cárcel, de los quince que había ordenado la ley, tras su buen comportamiento.
Sin embargo, tras una iniciativa de una rea política, acompañada por una serie de organizaciones no gubernamentales defensora de los Derechos Humanos, el máximo e Tribunal de Estrasburgo ordenó la liberación de la rea, y declaró la Ley Parot, con lo que varios presos políticos, incluidos Iñaki, pronto verían su libertad.
Pese a la resistencia del Gobierno Español, la liberación de la mayoría de presos políticos capturados por su afiliación a la ETA significó una nueva etapa de conciliación nacional.
“Es sabido que una organización armada o política en todo el mundo se tiene que adecuar a las circunstancias. La izquierda vasca llegó a la conclusión que la lucha tenía que centrarse exclusivamente por vías democráticas y políticas. Que la lucha armada no podía seguir siendo un factor determinante en un proceso de liberación”, dice, al respecto Iñaki.
Desde hace tres años, la ETA apostó por una lucha con nuevas características: un desarme total, de la mano del Gobierno y observadores internacionales. Sin embargo, en este tripartito, el Gobierno Español se resiste a dialogar.
“Es un camino unilateral nuestro, en el que el Gobierno lo único que hace es poner palos en la rueda. Está intentando por todos los medios que el proceso no avance porque electoralmente le interesa”, acusa Gonzalo.
Hasta la fecha, el Gobierno español ha detenido, aproximadamente a 36 mil ciudadanos y ciudadanas acusados de ser opositores o separatistas vascos. De éstos, Iñaki asegura que, al menos, 500 se encuentran en situaciones deplorables.