Carolina Cárdenas
Escritora Colombiana
Woody Allen se encuentra encerrado en el baño hace más de media hora. Al otro lado de la puerta, search Mary le dice que salga, cheap que no tiene nada de qué preocuparse, rx que el hombre está a kilómetros del hotel. Ella deja resbalar su mano en las hendiduras de la madera y de su incomprensión, al tiempo que los minutos se desvanecen entre sus palabras y el estado neurótico de él. “Woody, por favor, sal. Nada te va a pasar”. Parece que sus palabras se quedan en el aire y son atrapadas por una nube que no les permite traspasar la puerta. Insiste una vez más: “¿Me oyes? Respóndeme, necesito saber si estás bien.” Escucha un murmullo. “¿Qué dices?”
Ella está desesperada, no comprende su silencio, ni sus murmullos y la mirada temerosa que tenía cuando vio al hombre. Mary, sin poder soportar la situación, le dice: “Ah, me voy, nos vemos más tarde”. No alcanza a tomar su bolso cuando Woody abre la puerta y la detiene: “No me dejes solo. ¿Acaso no viste la mirada que me hizo ese hombre cuando se me acercó?”. Se dirige hacia a una de las ventanas gateando “¿Sí escuchas?, abajo se oyen voces, debe ser él. Tal vez sea un crítico inconforme, que no le gustó… Historias de Nueva York… Su mirada era tan extraña… la de un psicópata. Sí, eso, es un asesino en serie que está cansado de mis historias”.
El teléfono suena. Ninguno le presta atención, así que él sigue hablando. Ante su perturbado carácter, Mary le dice: “Por favor, cálmate, nada va a pasarte. Afuera no hay ninguna persona, créeme.” El teléfono no para de sonar, así que ella contesta: “Hola… ah, ¿está seguro? Descríbamelo de nuevo… oh, entiendo. Gracias, ya bajo.” Mary cuelga y lo mira a los ojos: “El hombre está aquí”. Asustado, se acerca a ella: “Es un lunático, te lo dije”. Al verlo aterrorizado, acaricia su espalda: “Tranquilízate, yo voy a bajar. No creo que me vaya a asesinar en la sala de espera y frente a una decena de testigos”. “Pero que tal sea un kamikaze.” “Siempre inventando historias. Quédate aquí tranquilo, ya vuelvo. No me demoro”.
Muy rápido, Mary, abandona el lugar. Woody empieza a acariciarse la cabeza. Se sirve un whisky, luego otro y otro más. A lo lejos escucha unos pasos. Asustado ve cómo se mueve el picaporte y se abre la puerta suavemente. Para su tranquilidad es su querida Mary muy sonriente: “sabes quién es ese ‘loco’. Un escritor que quería obsequiarte uno de sus libros para que lo leas y le des una opinión”. Woody Allen sonriendo le responde “Ah, pero si ves que no estaba tan equivocado, es un lunático”.