Por Mauricio Vallejo Márquez
No podía dejar de verlos. Aquel conjunto de cristales blancos, rosados y amarillos que adornaban sectores de la casa de mi bisabuela Teresa Márquez eran motivo de asombro. Y como tenía más que claro que eran valiosos y enormes para mí, porque medían el ancho de mis hombros, solo podía verlos desde lejos. Cuando mi abuelo Mauro me llevaba a San Martín, San Salvador, para visitar a su madre era el momento para verlos, pero la habitualidad terminó por acostumbrarme a ellos y ya no prestarles atención. Además de que las figuras de Master of the universe que tenía mi primo José eran idóneas para pasar la tarde. El detalle era cuando él no estaba, se dejaban en resguardo y entonces mi entretención era curiosear en la tienda de mi tía Chanita.
Escuchaba hablar a mis tíos acerca de mi bisabuelo Luis Romero Andrade, que era minero. La verdad es que no comprendía ese oficio ni la dimensión que conllevaba. Algo que tras la muerte de mi abuelo Mauro y mis conversaciones con su hermano, mi tío Leonidas Márquez fue despertando en mí la curiosidad. Así me enteré que toda la familia había tenido alguna relación con aquella mina Montecristo de El Divisadero, en Morazán. Por ejemplo, me contaron que mi bisabuelo era hijo de un irlandés y hasta la fecha no tengo claro cuál era el nombre y el apellido. Pero lo interesante de la historia es que mi bisabuelo Luis era minero y era de esos hombres que en espacios pequeños y profundos excavó y sacó oro y otros minerales. Mi tío Toño, era el mayor de sus hermanos y también incursionó en el oficio de la minería. Mi abuelo en cambio por su agudeza mental aprendió el inglés y se convirtió en el traductor de los ingleses que tenían a su mando el Mineral y tras eso se involucró en la contabilidad. Lo demás es difuso. El tiempo se encargó de cerrar brechas y ya no pude seguir construyendo eslabones para conocer su historia. Quizá por falta de tiempo o de voluntad.
Tengo pendiente conversar con los primos de mi mamá para seguir atando cabos. Porque los hermanos de mi abuelo ya no caminan entre nosotros. La última en partir fue mi tía Chanita. El resto fueron sumándose a mi abuelo, que al igual que su hermano José fueron los primeros en partir. Después se fueron la tía Cata, el tío Toño, la tía Nena, el tío Leonidas, la tía Nena y la tía Chanita. Ahora solo quedan las memorias que por fragmentos vamos cociendo para vestir la túnica de nuestra historia.
En 2003 viajaba a Oriente para realizar crónicas y reportajes. Entre esos viajes, buscaba la excusa para visitar El Divisadero, para entrar al Mineral de Montecristo, pero no me fue posible. Apenas observé tras la reja un terreno rocoso entre la maleza que al parecer se ha guardado en su silencio parte de la historia de esta familia Márquez de la que honrosamente procedo.
Mtro. Mauricio Vallejo Márquez
Licenciado en Ciencias Jurídicas
Maestro en Docencia Universitaria
Escritor y editor
Coordinador Suplemento Cultural 3000
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