Iosu Perales
La decisión de Barak Obama de normalizar las relaciones de Estados Unidos con Cuba es un homenaje al sentido común, no rx prostate ese del que han carecido tantas administraciones norteamericanas desde 1961. De hecho su reconocimiento público de que 54 años de embargo no han servido para nada positivo, try pone de relieve una autocrítica que coloca contra las cuerdas tantos años de política errática, justificables únicamente por las presiones de lobbies cubanos anclados en la venganza y congresistas ultraderechistas. Hay que reconocer, no obstante, que se trata de un acto muy valiente por el que pasará a la historia y cuya puesta en práctica, habiendo ya comenzado, tendrá enfrente feroces oposiciones republicanas y algunas de su propio partido.
Es de todos modos triste que se hayan perdidos tantos años en los que miles de familias han permanecido separadas y en los que la falta de un diálogo entre países soberanos, ha impedido un mayor progreso de Cuba. Lo cierto es que en la historia del último medio siglo han sido numerosos los errores de la política exterior norteamericana, apoyando crueles dictaduras en América Latina, organizando a través de la CIA acciones violentas y sabotajes contra gobiernos progresistas y entrenando a militares latinoamericanos en la panameña Escuela de las América en las técnicas de la eliminación de adversarios. El golpe de estado contra Jacobo Arbenz en Guatemala, en 1954, fue el comienzo de una loca carrera de apoyo a gobiernos gorilas. La invasión de la diminuta isla de Granada en octubre de 1983, contra su gobierno progresista y al que la paranoia de un presidente quiso calificarla de peligro para la seguridad de Estados Unidos y el bombardeo e invasión de Panamá a finales de 1989, con el objetivo de proceder a la detención del general Noriega –que había sido agente de la CIA por muchos años- ilustra muy bien como las administraciones norteamericanas no han reparado en infligir sufrimiento a los pueblos de América Latina con tal de lograr sus inconfensables objetivos.
No me cabe duda que Estados Unidos, si quiere borrar su pasado imperialista, debe hacer aún muchos méritos y debe pedir unos cuantos perdones. Por ejemplo al pueblo salvadoreño que fue salvajemente golpeado por el mismo ejército que no dudó en asesinar a los padres jesuitas de la Universidad Centroamericana, estando asesorado, armado y financiado por Estados Unidos. Por ejemplo al pueblo nicaragüense que tras derrocar al dictador Somoza, amigo de Estados Unidos, tuvo que luchar contra un ejército de contras armados y dirigidos por la CIA que se dedicaron durante años a matar comunidades campesinas. Por ejemplo al pueblo paraguayo por su apoyo incondicional al tirano Alfredo Stroessner. O por ejemplo al pueblo chileno por la intervención de la CIA en la organización del golpe de Estado contra Salvador Allende en 1973.
Pero los errores norteamericanos no se limitan a dar apoyo a los Pinochet, Videla, Bordaberry, Ríos Mont, Somoza y otros presidentes criminales del continente americano. Sus incursiones en cualquier lugar del mundo han sido terribles y aún pagamos sus consecuencias. El apoyo incondicional al sionismo y por ende al insaciable colonialismo del estado Israel en tierras palestinas, ha traído como consecuencia la impunidad de quienes desafían e incumplen las leyes internacionales y, por otro lado, el martirio injusto que sufre un pueblo ocupado. Es verdad que Obama ha querido dar impulso a una negociación que desembocara en el acuerdo de dos estados y fronteras seguras, pero el continuado boicot sionista le ha llevado a desistir en lo que hubiera querido que fuera su gran legado para la historia.
En Afganistán, Estados Unidos dio apoyo a los talibanes cuando ese país estaba ocupado por la Unión Soviética, entre 1978-1992. Esos mismos radicales otrora armados y financiados por Estados Unidos, son hoy por hoy un peligro cada día más fuerte para cualquier resquicio de paz. Tras el 11 de septiembre de 2001, la administración del presidente George W. Bush lanzó una ofensiva bélica en Afganistán a la búsqueda y captura de Osama Bin Laden. En el mismo paquete iba el objetivo de controlar inmensas reservas de gas. Hoy Afganistán se desangra, los talibanes avanzan hacia el poder y la intervención occidental ha fracasado en su intento de llevar al país a la pacificación y la modernidad. El bombardeo de Irak fue si cabe un error mayor. Manejando mediáticamente la gran mentira de que el dictador Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva, el presidente Bush decidió bombardear Irak el 20 de marzo de 2003 en contra de la voluntad de Naciones Unidas y con el apoyo de Tony Blair y José María Aznar. Unos 700.000 muertos son la cosecha de semejante acción “democrática” por la que los tres presidentes deberían ser juzgados por crímenes de lesa humanidad. Sencillamente no había tales armas, se mató al dictador y el resultado ha sido un país roto, en permanente guerra civil, en cuyo escenario ha surgido el Estado Islámico que ahora realmente constituye una amenaza para toda la región e incluso para occidente. Definitivamente la democracia no se impone con bombas.
Es un mundo de locos, este en el que guerras punitivas justificadas para acabar con el terrorismo islámico lo multiplican. Podríamos hablar de Libia y su ingobernabilidad actual, de la guerra de Siria cuyo presidente Bashar al-Asad ha pasado de ser el enemigo principal a un aliado para combatir al Estado Islámico en el que ahora militan grupos a los que se les había apoyado en su lucha contra el régimen sirio. ¿Se puede entender y sobre todo aceptar tanto despropósito? ¿Qué nefastos analistas asesoran a Estados Unidos y a Occidente? Sin duda la política exterior norteamericana es un desastre, en el diagnóstico y en las decisiones. Los lobbies de la industria armamentística y financieros determinan a menudo sus relaciones internacionales y declaraciones de guerra.
Por cierto que Nicolás Maduro ha llamado asesino a Aznar por su intervención en la guerra de Irak. ¿Se ha pasado de rosca? ¿Es un provocador sin argumentos? Propongo que las y los lectores respondan a estas preguntas:
¿Formó parte Aznar del directorio que dirigido por Estados Unidos decidió y ordenó la guerra de Irak? ¿Es o no cierto que esta guerra fue ilegal al no ser aprobada por Naciones Unidas? ¿Es o no cierto que según distintas fuentes independientes más del 60% fueron muertes de inocentes civiles? ¿Cómo cabe denominar entonces a quienes ordenaron esta guerra en incluso se jactaron de ello? ¿Acaso fueron sólo imprudentes? ¿O fueron y son realmente responsables de centenares de miles de muertos? Y si son responsables, ¿ha dicho alguna mentira Maduro, por más que quizás su tono haya sido estridente?
Todavía recuerdo con indignación aquel aplauso de la bancada del PP a la declaración de Aznar de participar activamente en la carnicería de Irak. Fue un acto de traición a la democracia expresada en la mayoría del pueblo que en las calles se opuso a la guerra. ¿Cómo voy a creer que esta gente defiende la vida?