Julio César Orellana Rivera,
Escritor
Para Brenda Díaz
Veo gente transitando con los empeños indigentes sobre sus hombros. El parné acude cada quince días o cada mes. Con la faltriquera rota vuelve el metal ido a dejarnos mohínos y el rostro apesadumbrado, como retrato de año nuevo. El banco llama que llama. La universidad habrá que pagarla también. Vanidad de vanidades, todo es vanidad . Mayor mérito tiene el dinero. Dios queda arrinconado en el corazón y será recordado cuando el tiempo sobre o porque el peso de las deudas nos aplasta. La inmisericordia ya es parte de nuestro currículum vital y aunque el Ser Supremo es misericordioso, nosotros seguimos gastando la vida en fútiles afanes.
Quebrantada mi salud deseé ser una vela encendida, que el vientecillo apaga, para después, pisar las parcelas del Creador. Retortijones, dolor de cabeza y de huesos, cagalera, vómito, paladar acibarado, falta de apetito… ¿Pueden imaginarse entonces, cómo en esos momentos no se desea tener a la Parca enfrente? Me sobrepuse. No porque las fuerzas me acompañaran, sino porque me aferré a la Cruz y puse mi vida bajo su amparo. Me así también a la vida, a mi familia y al apoyo dado por mis amistades. Sé que Él tiene poder para resucitar hasta a los muertos, ¿y por qué no iba a volver su mirada hacia mí, que la vida tenía de mi lado? Escuchó mis súplicas, siendo clemente conmigo. Hizo su obra, me sanó. La vida es distinta desde mi ventana. No me interesa cómo es la gente superficial conmigo sino el trato humano con ella. He perdonado, mi corazón rebosa de alegría y con propiedad puedo decir, que soy un milagro viviente de su infinita misericordia. ¡Alabado sea el Señor! Así sea.
Domingo 18/11/2018, 5: 26 p.m.