Vandana Shiva
Tomado de Agenda Latinoamericana
La salud del planeta y nuestra salud son inseparables. Podemos vincularnos con el mundo a través de la propagación de enfermedades, invadiendo los hogares de otras especies, o manipulando plantas y animales, para obtener ganancias Comerciales, o propagando monocultivos. O podemos estar conectados por la salud y el bienestar colectivo, mediante la protección de los ecosistemas, la biodiversidad, la integridad y la autoorganización (autopoiesis) de todos los seres vivos, incluidos los humanos. Se están creando nuevas enfermedades porque un modelo de agricultura y alimentación globalizado, industrializado e ineficiente está invadiendo el hábitat ecológico de otras especies y manipulando animales y plantas sin respetar su integridad y su salud. La visión de la tierra y sus seres como materia prima a ser explotada con fines de lucro está creando un mundo conectado a través de la enfermedad.
La emergencia de salud que el coronavirus ha despertado está relacionada con la extinción y la desaparición de especies, con la emergencia climática. Todo ello tiene su origen en una visión mecanicista, militarista y antropocéntrica de los humanos, que nos vemos a nosotros mismos como algo separado de y superior a otros seres, a los que podemos poseer, manipular y controlar. También se debe a un modelo económico basado en la ilusión de un crecimiento y una codicia ilimitados, que violan sistemáticamente los límites planetarios, la integridad del ecosistema y las especies.
A medida que destruimos los bosques, nuestras granjas se convierten en monocultivos industriales para producir productos tóxicos, nutricionalmente vacíos, y nuestras dietas se degradan a través del procesamiento industrial con productos químicos sintéticos e ingeniería genética en los laboratorios, nos conectamos a través de enfermedades, en lugar de estar conectados a través de un continuo de salud por la biodiversidad, dentro y fuera de nosotros.
La emergencia de salud requiere un enfoque de sistemas basado en la interconexión.
Debemos distinguir bien los sistemas que propagan enfermedades y los sistemas que crean salud, en un enfoque holístico de sistemas. Abordar no sólo el virus, sino también cómo se están propagando nuevas epidemias a medida que invadimos los hogares de otros seres. También debemos abordar las condiciones de co-morbilidad relacionadas con enfermedades crónicas no transmisibles, que se están extendiendo debido a sistemas alimentarios industriales no sostenibles, anti-naturaleza, insalubres. Debemos descartar “políticas y prácticas que conduzcan a la degradación física y moral del sistema alimentario mientras destruyen nuestra salud y ponen en peligro la estabilidad ecológica del planeta, poniendo en peligro la supervivencia biogenética de la vida en el planeta” (Manifiesto Food For Heald, Comisión internacional sobre el Futuro de los Alimentos). Ahora debemos desglobalizar el sistema alimentario que está impulsando el cambio climático, la desaparición de especies y una emergencia de salud sistémica. La emergencia de salud nos está obligando a desglobalizar. Podemos hacerlo si tenemos voluntad política. Hagamos que esta desglobalización sea además permanente. La localización de la agricultura y los sistemas alimentarios biodiversos hacen crecer la salud y reducen la huella ecológica. Deja espacio para que prosperen diversas especies, diversas culturas y diversas economías vivas locales. La riqueza de la biodiversidad en nuestros bosques, en nuestras granjas, en nuestros alimentos, en nuestro microbioma intestinal, hace que el planeta, sus diversas especies, incluidos los seres humanos, seamos resistentes a las plagas y a las enfermedades.
La invasión de los bosques y la violación de la integridad de las especies está propagando nuevas enfermedades. A medida que penetramos más profundamente en las ecozonas que no habíamos ocupado antes, creamos el potencial de propagación de una infección. La resistencia a los antibióticos está creciendo en los humanos debido al uso intensivo de productos químicos en las granjas industriales. La visión de que las plantas y los animales son máquinas, que sirven para fabricar materias primas, que se convierten en combustibles para nuestros cuerpos, que a su vez también son máquinas… ha creado un paradigma agrícola-industrial y de alimentación que está en la raíz de la explosión de enfermedades crónicas en nuestro tiempo. Los riesgos de enfermedades infecciosas, como el coronavirus, aumentan exponencialmente cuando se combinan con la comorbilidad de enfermedades crónicas que experimentan una explosión debido al sistema alimentario tóxico, industrializado y globalizado.
La Agencia Internacional de Investigaciones sobre Cáncer (IARC) ha identificado el glifosato como un probable carcinógeno. Los gobiernos deben tomar tan en serio este consejo como hicieron con el coronavirus. También deben prohibir los productos químicos que causan daños. Y deben responsabilizar al Cártel del Veneno, que ha de responder por el daño que ha hecho. Los sistemas comerciales de atención médica se benefician de estas epidemias modernas, al ofrecer pruebas y tratamientos intensivos en tecnología y de alto costo –a menudo inasequible– para los trastornos de salud que podrían y deberían haberse prevenido fácilmente mediante una buena nutrición y un ambiente saludable. Las mismas corporaciones que venden los productos químicos que causan enfermedades, también venden productos farmacéuticos como remedios para las enfermedades que han causado. La salud es un derecho, la regulación es una cuestión de vida o muerte: fortalecer la bioseguridad y la regulación de la salud, defender el principio de precaución y garantizar la responsabilidad corporativa es deber del gobierno.
El principio de precaución es más vital que nunca. Hay un intento de socavarlo a través de acuerdos de libre comercio. Necesitamos fortalecer la investigación independiente sobre bioseguridad, seguridad alimentaria, seguridad saludable, epidemiología y ecología de la salud. Sabemos que la agricultura industrial y los sistemas alimentarios industrializados globalizados, basados en combustibles fósiles y productos químicos tóxicos, están contribuyendo a la extinción de especies, al cambio climático y a la catástrofe de enfermedades crónicas. Sabemos que la agricultura orgánica regenerativa basada en la biodiversidad puede abordar las tres crisis.
Las corporaciones deben ser responsables del daño que han hecho. La privatización y la corporativización de la salud deberían detenerse, y los sistemas de atención de salud pública deberían protegerse y fortalecerse allí donde existan, y ser creadas donde no existan. La salud es un continuo, desde el suelo, hasta las plantas, y hasta nuestro microbioma intestinal. La buena alimentación es la medicina para todas las enfermedades. Un intestino sano es un ecosistema y es la base de la salud. La salud es armonía y equilibrio. Necesitamos proteger la biodiversidad de nuestros bosques, granjas, alimentos… para aumentar la biodiversidad de nuestro intestino.
Los sistemas de salud y los sistemas de conocimiento indígenas, que se basan en la interconexión, deben ser reconocidos y rejuvenecidos en tiempos de emergencia de salud. Deberíamos dirigir todos los fondos públicos para apoyar las granjas agroecológicas y las economías locales como sistemas de salud. La biodiversidad crea culturas y economías de cuidado, incluido el cuidado de la salud de la tierra y de las personas. Cuanta más biodiversidad conservemos en el planeta, más estaremos protegiendo el espacio ecológico para que diversas especies se mantengan y puedan evolucionar en libertad y resiliencia.
El futuro depende de nuestra unidad como humanidad en un planeta conectado a través de la biodiversidad y la salud. No permitamos que las precauciones de hoy se cimienten en un clima permanente de miedo y aislamiento. Nos necesitamos para crear resiliencia en tiempos de emergencia y para regenerar la salud y el bienestar. Con la crisis del coronavirus, los gobiernos han demostrado que pueden tomar medidas para proteger la salud de las personas cuando hay voluntad.
Tenemos una nueva oportunidad para hacer un cambio de paradigma: de la era mecanicista e industrial –de separación, dominación, avaricia y enfermedad–, a la era de Gaia, de una civilización planetaria basada en la conciencia de que somos una familia terrestre. Para que nuestra salud esté enraizada en la interconexión ecológica, la diversidad, la regeneración y la armonía.