Óscar Sánchez
Investigador académico
La epistemología es un término aparentemente complicado que con estas líneas pretendemos descomplejizar. Muchas personas consideran que esta disciplina de la filosofía es cosa exclusiva de grandes pensadores, sildenafil científicos, online académicos, filósofos y estudiosos de las ciencias sociales; cosa y caso contrario: Todos epistemologizamos de una manera u otra, mujeres y hombres tenemos cierto dominio de algunos campos del conocimiento del cual nos podemos sentir honrados. De eso trata la epistemología: del conocimiento que hace ciencia y de la ciencia que hace conocimiento. Todos conocemos, por lo tanto todos epistemologizamos. Tomando esta idea, hoy día, tenemos diferentes enfoques del conocimiento, entre éstos la epistemología de la educación, de la cultura, de las matemáticas, de las ciencias sociales, entre otras, así como la epistemología de la salud. Sobre esta última área del conocimiento es que abonaremos en este espacio de nuestro semanario cultural.
Hablar de epistemología de la salud es disertar sobre algún conocimiento que se tenga sobre lo que es salud. Este escrito trata sobre la construcción, deconstrucción y reconstrucción de lo que entenderemos, de lo que conocemos por salud. Dicho en otras palabras, se trata de la aplicación y conjugación de la crítica epistemológica para la creación de nueva teoría. Considerando lo anterior iniciaremos tomando algo de “teoría prestada” que a la luz de los nuevos tiempos, avances y cambios en este campo nos permitirá re-pensar, re-definir, re-crear, re-construir lo que entenderemos ahora por salud.
No se trata entonces de descalificar, anular, excluir, invalidar enunciados, conceptualizaciones o definiciones de lo que es salud; más al contrario, se trata de darle la validez, el aporte, soporte y contribución histórica que esta simbiosis o fusión teórica-práctica dio a los diferentes profesionales de la salud y otras áreas de las épocas predecesoras. Ahora bien, ya en pleno siglo XXI me resulta difícil que estudiantes o trabajadores de la salud adopten estas proposiciones que considero descontextualizadas. Iniciemos este tortuoso o escabroso tema retomando la definición de salud que en pleno 1946 (en las postrimerías de lo que fue la Segunda Guerra Mundial) promulgó la Organización Mundial de la Salud como: “Estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de la enfermedad”.
El pensar sobre el pensar, el conocer sobre el conocer, la epistemología de la salud nos ha llevado a reflexionar, a captar, a hurgar los andamios en que ha sido construida esta definición; de esta manera también a tratar de entender y comprender la formación académica en la que han sido educados, instruidos, capacitados las y los diferentes académicos y profesionales de la salud; por ende discurrir, inferir, deducir la naturaleza, la misión y visión de las instituciones que trabajan en esta área.
La salud, entonces, tanto como proposición o definición teórica, así como parte del entendimiento de las personas en su vida cotidiana parte o se entiende a partir de su opuesto: la enfermedad y la muerte. Por ello no es raro denotar que las políticas sanitarias, presupuestos y otros esfuerzos personales e institucionales van encaminados al trato o abordaje de la enfermedad. Al sintonizar una estación de radio en nuestro espectro radiofónico lo que comúnmente escuchamos son programas que abordan la enfermedad; pautas publicitarias sobre este u otro medicamento contra esta o tal enfermedad son la que suelen sonar. Somos una sociedad enferma. Un o una paciente al ser atendida en un establecimiento califica de bueno o malo al o la médica que la atendió por la cantidad de medicamentos que le asignó. Si ésta sólo sugiere o recomienda dietas, ejercicios, rutinas varias, es despotricada o criticada sin consideración ni reparo porque para estas personas se llega a la salud a través de la enfermedad.
La epistemología de la salud significa, en otras palabras, cambiar de paradigmas, romper modelos mentales, despedazar formas de pensamiento y conocimiento por otras formas. Implica, por lo tanto un proceso de aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje. La epistemología de la salud es un proceso dialéctico donde el dual o la dualidad epistemológica Sujeto – Objeto no confrontan, no se invaden ni se evaden, sino más bien interactúan como parte del proceso cognoscitivo. Dentro de esta dinámica –como diría el gran pedagogo brasileiro Paulo Freire- no hay uno que sabe y otro que no sabe, sino dos o más que saben cosas distintas. El campesino, por ejemplo, sabe de muchas cosas; no conoce de entomología, pero sabe como controlar las plagas haciendo uso del manejo agroecológico de plagas y enfermedades en sus parcelas; no sabe de arquitectura, pero con varios horcones (maderos verticales que, a modo de columna, sostienen vigas o aleros del tejado) ha levantado su casa; no sabe de sociología, pero ha asignado roles o funciones a cada uno de las y los miembros de la familia, además de organizarse en comunidad.
La salud debe construirse, entonces, a partir de la vida, del conocimiento, de la colectividad y de los valores. Dándole un enorme giro a esto, reconstruimos la definición de salud tomando como ideas centrales los planteamientos de Secundino Urbina (comunicador, escritor, profesor universitario, filósofo, constructor de la salud pública y militante revolucionario venezolano) y la planteamos como un proceso que se construye en comunidad, en colectividad, en conocimiento, en humanidad, en valores y en alegría genuina. Siendo más humanos somos más saludables y viceversa. La salud implica o requiere de un proceso educativo pandireccional (pan=todos), donde todos nos comprometemos y nos transformamos. La salud entonces debe verse como un proceso buscado y producido por todos.
Tomando estos conceptos claves relacionados con la salud: vida, conocimiento, humanidad y valores; desde el punto de vista de las corrientes y escuelas de pensamiento, la epistemología de la salud la articulamos estrechamente con el vitalismo, el humanismo y la axiología. Lo más seguro es que cada una de estas corrientes las abordemos en su momento y de manera más detallada es este espacio cultural. De lo que si haremos mención es sobre las generalidades que conciernen a cada una de éstas. De tal manera que se llama vitalismo o vitalista a toda teoría filosófica para la que la vida es irreducible a cualquier categoría extraña a ella misma. Algunos de los representantes universales más destacados de esta doctrina filosófica son Friedrich Nietzsche; Henry Bergson (con su élan vital o “impulso vital”) y José Ortega y Gasset (con su sistema llamado “raciovitalismo”).
El humanismo es un movimiento filosófico y cultural desarrollado en Europa desde el siglo XVI que rompió con las tradiciones escolásticas medievales y exaltó las cualidades humanas, por lo que comenzó a dar sentido racional a la vida. Se pone énfasis en la responsabilidad del propio ser humano para darle sentido a su vida, sin recurrir a la existencia de un mundo trascendental o un dios. Como consecuencia se considera al ser humano como centro y medida de todas las cosas. Desde un punto de vista filosófico el humanismo es una actitud que hace hincapié en la dignidad y derecho de las personas; por lo tanto la salud es un derecho. Son representantes de este movimiento: Dante Alighieri, Francisco Petrarca, Giovanni Boccaccio, Erasmo de Rótterdam, Tomás Moro, entre otros.
La axiología o teoría crítica de los valores es precisamente la rama de la filosofía que estudia la naturaleza de los valores y los juicios valorativos. No sólo trata abordar los valores positivos, sino también los negativos. La salud como proceso es precisamente eso: una construcción colectiva que conjuga principios ideológicos o morales por los que se guía una comunidad. La salud, entonces, es un logro, un valor que invita a las personas a defender y crecer en su dignidad. La salud promueve la solidaridad, el respeto, la justicia, la libertad, entre otras cosas, pero sobre todo el conocimiento.
Continuaremos en la próxima entrega.