Renán Alcides Orellana, ed
desde Temuco, Chile
La historia es el alimento de los pueblos. Frase consignada en uno de mis libros, reafirma lo importante que sería que los gobiernos, del sistema o régimen que sean, tomaran más en serio el rescate y mantenimiento de la memoria histórica del país, para conservar, investigar y difundir el patrimonio nacional, en todas sus manifestaciones.
Lamentablemente, en El Salvador esa política ha sido -es- a medias existente, con el consiguiente perjuicio a la cultura y a la historia real del país. Así como se destacan anualmente las jornadas preindependentistas de 1811, 1814 y 1821, deberían destacarse y rescatarse también, por ejemplo, la heroica resistencia de Anastasio Aquino y los nonualcos; el alzamiento indígena y posterior genocidio de 1932; los crímenes de lesa humanidad, como el de Monseñor Romero, los padres Jesuitas y tantas masacres ocurridas en el marco de la guerra 1980-1992, hechos que han marcado la vida institucional del país. ¿Y por qué no honrar también, debidamente, nuestro origen, nuestra identidad Pipil, Ulúa y Lenca…? Ahí están nuestras etnias, nuestro Nahuatl, nuestras tradiciones y nuestras costumbres, reclamando la atención merecida, por su tenaz resistencia y su lucha por conservar lo que su identidad ancestral les legara. Este reclamo es oído en otros países.
Aquí, en Chile, las instituciones relacionadas “promueven el conocimiento, la creación, recreación y la apropiación del patrimonio cultural y la memoria colectiva del país”, para lograr la identidad y el desarrollo integral de sus habitantes. De una cultura tan vasta y tan de avanzada como la chilena, no podía esperarse cosa distinta. He viajado a Temuco al sur de Santiago. En Temuco, en la Región de La Araucanía, si bien sobre la existencia de la cultura Mapuche para el turista suenan posiciones encontradas, lo cierto es que, además de antigua y resistente a las fuerzas opresoras de su época, mantiene en gran medida su identidad; y siempre, mediante testimonios, documentos y otras evidencias, su memoria histórica está vigente y actualizada.
Una lucha tenaz identifica a los antiguos mapuches, resistiendo con la fuerza de su identidad a invasores y opresores. Pablo Neruda, vivió su infancia en Temuco y, por eso, con autoridad denuncia y reclama, con su voz de poeta, la grandeza merecida por los antiguos araucanos, sus antepasados. Dice Neruda “… si Temuco era la avanzada de la vida chilena en los territorios del sur de Chile, esto significaba una larga historia de sangre”. Y tras esa denuncia y reclamo del poeta, hoy es impresionante ver el proceso de la cultura Mapuche, en el Museo Regional de La Araucanía, fundado en 1940 y ubicado en la “Casa Thiers”, que fue construida en 1924 y declarada Monumento Histórico en 1997. Quien visita a este museo aprecia el desarrollo histórico y cultural de la Región, desde tiempos prehispánicos hasta momentos históricos.
El museo custodia “cerca de 3 mil objetos patrimoniales de diversa adscripción cultural y cronológica, destacándose entre ellos las colecciones de cerámica de los grupos Pitrén (600-1.450 d. C)… y diversos conjuntos etnográficos mapuches, como ornamentos de platería, textiles y objetos domésticos hechos en madera, cerámica, cuero y cestería…”. Y hay mucho más, como expresión de una riqueza ancestral, en el sur de Chile. Realidad de un proceso cultural creciente que, a través del rescate y mantenimiento de la memoria histórica, quizás un día también El Salvador lo pueda cumplir. ¡Así sea!
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PUNTO Y APARTE. La activa participación ciudadana y la transparencia pública, son pilares fundamentales de una democracia; razón suficiente, entonces, para fortalecer el diálogo que genere la posición que más convenga y beneficie al país.… (RAO).