Licenciada Norma Guevara de Ramirios
Fruto del auge de la lucha popular contra la dictadura militar y de las ideas revolucionarias de transformación de la sociedad salvadoreña, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) surgió el 10 de octubre de 1980. Hoy hace 42 años.
Para quienes son jóvenes es preciso que sepan que a este movimiento liberador le movieron la indignación frente a la injusticia estructural y la injusticia cotidiana, que los gobernantes de aquella época ejercían contra el pueblo. Y también la inspiración que motivan otros pueblos que edifican sociedades, en nuestra cercanía, Cuba y Nicaragua.
Esa indignación y esa esperanza en que los pueblos pueden realizar cambios que les beneficien a las mayorías, a las clases oprimidas, explotadas, excluidas, han sido y deben seguir siendo motivo para organizarse y luchar.
Las hazañas del pueblo salvadoreño y su FMLN (sin dejar de lado a las iglesias progresistas y a los movimientos sociales), generaron admiración y solidaridad de otros pueblos, de fuerzas políticas revolucionarias y progresistas, de personalidades democráticas y de gobiernos.
Mucho se ha escrito sobre este proceso, que inició con la unidad de fuerzas políticas diferentes, por su capacidad de unirse en la diversidad, ubicando en el centro las coincidencias, más que las diferencias; el interés de la nación, más que sus propias necesidades. Esto fue uno de los signos distintivos, pues abundan y han abundado en la historia las dificultades para unirse de la izquierda organizada en movimientos y partidos diferentes.
También fue motivo de admiración y respeto la capacidad de forjar alianzas y dialogo con todos, eso hizo potente la alianza del FMLN con el Frente Democrático Revolucionario (FDR), cuyos dirigentes abrieron puertas y mentes en lideres europeos y latinoamericanos, que alzaron su voz contra los desmanes y la violación sistemática de los derechos humanos que practicaba la dictadura, con apoyo financiero, político y militar de las administraciones estadounidenses.
El FMLN luchó en las ciudades, en el campo, en lo internacional, y su lucha hizo posible que la dictadura dejara de lado la idea de derrotar militarmente a la insurgencia y que aceptara, en la negociación, las reformas a la Constitución, el cambio del papel de las fuerzas armadas, el surgimiento de una nueva policía independiente de los militares y una nueva institucionalidad, entre lo que se destaca la reforma judicial, la reforma electoral y el surgimiento de entidades como la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), el Consejo Nacional de la Judicatura, la autonomía del poder judicial y muchos otros cambios.
El país pasó a ser diferente, a pesar de la resistencia de la derecha; la población ganó valor de expresarse, organizarse, demandar otros cambios. Todo eso es lo que hoy se niega e intenta borrar la nueva dictadura, que pretende consolidarse con una reelección presidencial, para poner de nuevo el país en manos de viejos y nuevos oligarcas y dominarnos con esquemas propios de la época pecenista, como la organización de las reservas en el campo y los orejas físicos y digitales en las ciudades.
El FMLN ganó a pulso gobiernos locales, espacios en la Asamblea Legislativa, ganó el derecho de proponer miembros en el Tribunal Supremo Electoral (TSE), en la Junta de Vigilancia Electoral, en el RNPN, ganó dos presidentes de la república, hizo muchos cambios buenos para la vida cotidiana en su salud, en la educación, en la atención de derechos de mujeres y jóvenes; cierto es que perdió las elecciones y es objeto de permanente ataque del gobierno en turno, pero la naturaleza del FMLN no se debe perder.
El desafió es levantarse, asumir un papel de oposición, reconocer la existencia de otras fuerzas sociales y políticas, también opositoras a la dictadura, y procurar detener ese camino de sufrimiento que impone el régimen de Bukele.
De aquellas épocas en que surge el FMLN, hay mucho que aprender y el principal elemento que le dio fuerza fue su unidad, y la capacidad de unir fuerzas con las cuales caminó en diferentes momentos. Ese aprendizaje urge para quienes dirigen hoy y se auto proclaman como relevo generacional de la izquierda y del FMLN.
Que las dificultades y las diferencias no paralicen a nuestro partido. Ese es el deber que deben tener, valor que deben asumir nuestros dirigentes y de esa historia aprendamos todas y todos a que el miedo impuesto por la dictadura sea superado por más y más personas, por más y más sectores, solo así retomaremos el camino abierto con aquel logro de generaciones que entregaron lo mejor de sus vidas y mucho sus vidas mismas, con indignación ante lo injusto y con la esperanza de un país mejor.