Dr. Víctor Manuel Valle Monterrosa
Recientemente tuvo lugar en Costa Rica un evento académico-político que, a pesar de abordar una gesta histórica, pasa inadvertido en los medios, tal como se les administra ahora.
Sebastián Vaquerano, residente en Costa Rica desde 1973, ingresó el 30 de marzo de 2023 a la Academia Morista Costarricense, para ser Académico de Número de esa corporación que, desde el 2015 se ha encargado de darle la relevancia histórica al estadista costarricense Juan Rafael Mora, quien fue uno de los estrategas políticos para lograr la derrota de William Walker, el filibustero de Estados Unidos que quiso posesionarse por la armas de la Centroamérica del siglo XIX.
Mora, ya héroe de la patria, fue derrocado por los conservadores, pasó un breve exilio en El Salvador y, al regresar a Costa Rica para luchar por retomar el poder político, fue fusilado en 1860 junto a su cuñado, el político y militar salvadoreño general José María Cañas.
El discurso de ingreso de Sebastián Vaquerano se tituló “La guerra contra los filibusteros: una gesta centroamericana”. Sobre el evento merece la pena relevar dos aspectos: la importancia y significado del tema y la trayectoria del autor en Costa Rica.
En 1856 hubo en Centroamérica un oleaje de soberanía y dignidad para las naciones centroamericanas, y el espíritu unionista de Francisco Morazán aún se vivía como algo contemporáneo. Un puñado de forajidos, dirigidos el esclavista ilustrado, William Walker, emprendieron la conquista de Centroamérica que ellos percibieron débil y campo propicio para albergar esclavos necesarios para la etapa de acumulación de riquezas que vivía Estados Unidos.
Los centroamericanos reaccionaron y al cabo de varios años de luchas, llevadas a cabo en Costa Rica y Nicaragua, William Walker fue fusilado en Honduras en 1860. El hecho histórico está abundantemente tratado y documentado por los historiadores. La importancia del tema desarrollado el 30 de marzo del año en curso es que, por mucho tiempo, se ha creído, principalmente de parte de los costarricenses, que esta gesta fue únicamente costarricense, cuando en efecto fue la concurrencia de los países centroamericanos la que hizo posible rechazar esa intentona de sometimiento directo a nuestros países de parte de un grupo de estadounidenses.
Los combatientes salvadoreños hicieron historia en la guerra contra los filibusteros. Incluso, el grito de guerra bailable, “Adentro Cojutepeque”, popularizado por Paquito Palaviccini, en un conocido xuc, surgió al calor de los combates, pues según refiere el historiador salvadoreño Carlos Pérez Pineda en un libro sobre la guerra centroamericana del siglo XIX, fue el capitán salvadoreño Daniel Castellanos el que arengaba a sus soldados para entrar al combate con el grito “Adentro Cojutepeque”, pues ellos venían del destacamento militar de esa ciudad.
En la Academia Morista Costarricense hay notables historiadores costarricenses como Elizabeth Fonseca, María Eugenia Bozzoli, Vladimir de la Cruz, Manuel Araya Incera, entre otros, y a estos intelectuales, algunos de ellos con ejecutorias políticas, se suma ahora el compatriota salvadoreño Sebastián Vaquerano, cuya evolución en la vida y en Costa Rica es digna de mencionarse a la luz de la ceremonia en comento. Y ese es el segundo aspecto a relevar.
Sebastián Vaquerano nació en 1944. Casi adolescente viajó a Chile donde se graduó de maestro normalista. Regresó a El Salvador a ejercer la docencia en primaria y se envolvió en el movimiento magisterial de ANDES 21 de Junio. Entró a estudiar Economía en la UES y fue dirigente de AGEUS en los 1970 al mismo tiempo que fue parte del Bloque Popular Revolucionario y su organización matriz las FPL Farabundo Martí, en la que fue cercano colaborador de Salvador Cayetano Carpio, “Comandante Marcial”.
En esas andaba cuando cayó en manos de la represión oficial y fue desparecido. Circunstancias casi fortuitas lo salvaron de la muerte bajo tortura y el gobierno del coronel Molina lo expulsó a Costa Rica en 1973, donde se radicó para nunca regresar a residir en El Salvador. Yo había llegado un año antes con Tomás Guerra y Manlio Argueta y pronto, desde que llegó Sebastián, los cuatro forjamos una estrecha amistad y constituimos un grupo irreverente frente a las altisonancias del poder.
En los últimos 50 años Sebastián estuvo envuelto en labores editoriales y ha llegado a ser un reconocido editor integral con dominio de todas las etapas de hacer y distribuir un libro.
Dirigió la Editorial Universitaria Centroamericana EDUCA, por 11 años entre 1980 y 1984 y entre 1992 y 1997. La producción de EDUCA fue la más importante y abundante durante él fue su director. El trabajo editorial le permitió relacionarse con un grupo selecto de intelectuales, académicos y literatos de Costa Rica y otros países de América Latina. Entre 2009 y 2019 fue embajador de El Salvador en Costa Rica.
Ahora, el compatriota ingresa a esta corporación de intelectuales e historiadores que honran el patriotismo de Juan Rafael Mora, quien tuvo sus puntos de contacto con El Salvador, pues su compañero hasta la muerte y cuñado fue José María Cañas, casado con una hermana de Mora, salvadoreño héroe de la guerra centroamericana y cuyo nombre lleva la principal autopista de Costa Rica, lo cual es digno de mencionar pues desde 1948 la civilista Costa Rica tiene una Constitución que prohíbe el ejército como institución permanente y su autopista principal lleva el nombre de un militar salvadoreño del siglo XIX, la “General Cañas”.
Bien por Sebastián Vaquerano, quien desde la perseverante autodidaxia ha llegado a ser un respetable intelectual en historia, literatura y política muy reconocido en Costa Rica. Su ingreso a la Academia Morista Costarricense es prueba de ello.