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UN SUEÑO FRUSTRADO: vivencias de la Tiendona

Nehru

Quien busque en la historia los orígenes del emporio La Tiendona descubrirá que fue una gran idea, here pero que debido a la falta de proyección y seguimiento la misma se estancó.

¿Quién hubiera imaginado que después de décadas de funcionamiento, thumb este centro histórico comercial no ha cambiado mucho?, aunque sí lo han hecho las personas y los animalitos que lo transitan y viven en él.

Todos en su interior han creado una forma de ganarse el sustento, en relación a sus necesidades y con miras a tener un futuro mejor; sin embargo, ese futuro que los planificadores, que lo diseñaron y le dieron vida, plasmaron en forma de un edificio urbano eficiente, ha quedado lejos de realizarse.

En esto consiste el sueño frustrado que titula esta columna, aunque vale decir que dicho sueño aún subsiste en la mente del pueblo. Algunos piensan en visitar La Tiendona y se preguntan: ¿será parecido a los infiernos de Dante? En efecto eso es para algunos, pero realmente en ella hay un potencial dormido, que es, parafraseando a Napoleón Bonaparte, un Gigante Dormido.

Solo en aquellas mentes pequeñas que no sueñan, no logra concebirse lo grande y extraordinario que es tener esta ciudad dentro de otra ciudad, la cual, entre otras cosas, establece y genera relaciones con muchas otras ciudades del mundo, pero no solo eso, ya que dentro de sí sus amplios corredores semejan los caminos que conectan todos las ciudades del país, permitiendo llegar a lugares inhóspitos para traer los ricos y preciados cargamentos de alimentos que dignamente son puestos en canastos por bellas manos salvadoreñas.

Así que el meollo del interés por La Tiendona debería trasladarse a la siguiente pregunta: ¿cómo se genera todo esta magia? Pues, por un lado fue nuestro creador quien dotó con increíble fuerza de voluntad, disciplina, perseverancia, positivismo, buen carácter, sentido común y de otros  atributos a los salvadoreños, pero por el otro los negocios informales en la Tiendona son, hablando con propiedad, una escuela de valores, que si bien es un tanto ruda, también transpira mucha ética, pues los negocios son de palabra, pero, ¿qué significado tiene esto?, pues no es fácil de expresarlo de manera exacta,  pero se refiere al compromiso, a la honradez, a la puntualidad, a la sinceridad y la confianza, a la constancia, al ahorro y a la fe de los que ahí se reúnen a negociar.

Todos las personas que visitan La Tiendona en busca de sus productos, no saben el enorme sacrificio que hacen los vendedores para tener un producto de buena calidad. Ellos han aprendido, a la forma de los empresarios de antaño, a levantarse antes que el sol; es mas, la luna es su linterna y las estrellas son las lágrimas en su mente que los mantiene asidos a la esperanza de que algún día lograran tocarlas, abrazarlas y arrancarlas del firmamento para dárselas a sus hijos, diciéndoles que los sueños se pueden realizar. El rayo del sol va venciendo con suavidad a la penumbra de la bella noche, avivando la llama que cada camarada de La Tiendona ha esperado con emoción.

Pero no todo es color de rosa dentro de la Tiendona, ya que tanto visitantes eventuales como clientes frecuentes confluyen ahí para buscar los productos que en ella se venden, dando así lugar a una lucha que recuerda las sagas vikingas o los relatos de guerra mayas. Todos los compradores quieren ganar y para ello pretenden ser más hábiles y astutos que el resto: regateando con fuerza y actuando con poca paciencia buscan doblegar a los vendedores.

Todo el tiempo el cliente quiere “comprar a la carrera”, como si por un agujero la Tiendona se fuera a ir para el país de las maravillas. Al final “todos” salen contentos y, como buenos vikingos, llevan sus tesoros hasta esos reinos cercanos o distantes y dispersos por el vasto territorio cuscatleco.

¿Y qué queda a los vendedores de la Tiendona de una jornada de trabajo? Pues la satisfacción de poder llevar el pan a sus hogares; la incertidumbre sobre si la venta será mejor mañana; la esperanza de que todo estará mejor; la confianza en que sus clientes regresaran. Todo lo anterior cuenta para que ellos sigan haciendo el sacrificio de “enjaranarse” o de pedir prestado,  inyectando así, en la economía nacional, dinamismo y numerosas fuentes empleo.

Mas nunca hay que olvidar que es empeñando su palabra (que vale miles de dólares), quebrantando su salud y comprometiendo su futuro y el de su familia, que, en haras de ver su sueño hecho realidad, buscan perfilar a la Tiendona ya no como ese ring de lucha contra las adversidades de la vida, sino como un oasis para aquellos que busquen, a base de trabajo fuerte y honrado, hacerse de una digna y honrosa carrera de comerciante. T

odo hasta aquí aún para decir, que tanto los hijos de estos verdaderos hijos meritísimos de El Salvador deben sentirse orgullosos de sus padres, como para que la sociedad valore el sacrificio y esfuerzo que conlleva trabajar en  la Tiendona o en alguno de los demás mercados municipales, sin los cuales, dicho sea de paso, no podría funcionar nuestra nación.

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