Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
Frente al tablero de ajedrez y no nos percatamos del error ni el peligro, patient no logramos ver la consecución de varias jugadas que presagian la derrota. De pronto, hemos perdido una pieza y estamos cerca de perder la partida.
Así sucede en la vida sí no somos capaces de observar y escuchar. De pronto todo cae por su peso gracias a las malas decisiones que tomamos o a la incapacidad de aprender de nuestros errores. No hay nada que hacer, cuando no se está dispuesto para hacerlo.
Poco a poco el tiempo devora nuestra existencia y muchos envejecen sin madurar, quizá porque no queremos afrontar el error. Sin embargo, el error puede convertirse en un triunfo y no sólo en una derrota. Todo depende sí sabemos aprovechar ese momento gracias a la reflexión, detenernos un instante y ver ese sinfín de movimientos que pueden surgir y prevenirlos.
Ese mismo es el camino de un artista, de un obrero, de un comerciante, del ser humano. La escuela de la vida nos lleva de la mano para conocer un sinfín de errores ajenos y propios que pueden volvernos en mejores seres humanos, dependiendo siempre de cómo veamos la vida.
Estos días que he vuelto al estudio del ajedrez me encuentro en esa hermosa dimensión que me hace ver la vida de otra manera, incluso más amplia. La vida transcurre en un tablero parecido al ajedrez donde estamos expuestos a la muerte y a la vida, dependiendo de nuestra capacidad para desarrollar una apertura o una defensa, de saber librar el mediojuego o de saber táctica o estrategia, y sobre todo dominar finales. Sólo es dedicar unos minutos a su estudio en lugar de vegetar por la vida.
¿Porqué cuesta tanto aprender de los errores? Quizá a la disponibilidad del individuo para cambiar una situación.
Es una condición tan humana y depende de nuestras costumbres, pero sobre todo de nosotros mismos.
Siempre se cree que algo es imposible hasta que otro lo ha ejecutado. Como los maravillosos inventos de Nicolás Tesla o Tomás Alba Edison.
Ningún invento fue creado por un conformista, aunque el inventor estuviera conforme. No es cuestión con acomodarse en el mundo y vivir en los errores, sino vivir aprendiendo de los errores para lograr las victorias.
Sí el ajedrecista es capaz de estudiar miles de variantes que transcurren en 64 escaques, también es posible conocer el arte de la vida equivocándose y aprendiendo de ello. Para eso esta la historia, para darnos una demostración de los pasos que otros dieron, de qué tan sólidos o débiles fueron y cómo podríamos hacerlo nosotros. En verdad no existe presente sin pasado, ni victoria sin errores previos.