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Una aproximación al discurso mediático dominante en El Salvador

Jorge Vargas Méndez*

Identificar la avanzada mediática que pretende modelar en el país, y específicamente entre la población electoral, una manera única de comprender e interpretar la realidad es algo que no requiere mayor esfuerzo de análisis. Y esto es aplicable al resto de Latinoamérica, sobre todo, en países donde las minorías económicamente dominantes han perdido o vienen perdiendo desde hace algunos lustros su hegemonía, incluyendo el control absoluto que tradicionalmente tuvieron sobre el Estado y, como consecuencia de ello, la capacidad de manipular las necesidades básicas y la conciencia colectiva en función de sus intereses.

Ciertamente la idea de imponer a la población un pensamiento único es una tentación de la que no escapa todo grupo social, político o religioso. Pero como eso depende de la capacidad de influencia o, mejor dicho, del control que se ejerza sobre los instrumentos o medios de comunicación que mejor posibilitan esa inoculación, es fácil identificarlo en el espectro mediático a partir de la saturación o bombardeo masivo de tales ideas o planteamientos y, en consecuencia, comprender cuáles son los propósitos de los mensajes o contenidos y quiénes en realidad constituyen la fuente de emisión, esto es, el grupo interesado en crear el pensamiento único en la colectividad. Dicho sea de paso, en esto radica precisamente la urgente necesidad de democratizar los medios de comunicación social en países como el nuestro, en aras de proteger y fomentar la libertad de pensamiento y libre expresión de la ciudadanía.

Esa pretensión de homogenizar el pensamiento colectivo en función de intereses de élites, es lo que pasó en la Alemania nazi. El mismo ministro nazi de Ilustración Pública y Propaganda, Joseph Goebbels, definió 11 principios de la propaganda que toda lectora o lector puede aplicar al espectro mediático salvadoreño y, con algunas excepciones, observa que se trata de la misma receta, pero tropicalizada. Durante 12 años la sociedad alemana fue inoculada con semejante ideario, y ya se sabe qué pasó con el pensamiento colectivo o, por lo menos, con el de cerca de 10 millones de personas. La lavativa ideológica aplicada al imaginario social alemán fue tan agresiva que requirió de un proceso de desnazificación luego de la caída de Hitler.

A partir de aquella experiencia es posible entender por qué, por ejemplo, tras 12 años de guerra civil (1980-1992) el fomento de la cultura de paz y la despolarización de la sociedad salvadoreña desde los medios de comunicación social no tuvo posibilidad alguna, pues la verdadera fuente de emisión nunca avaló el proceso de negociación y mucho menos la firma de los Acuerdos de Paz. Lejos de eso: quería la derrota total del “comunismo” en el terreno militar. De ahí que el pensamiento único que esa minoría ha querido y pretende imponer a la población sigue siendo el mismo: la derrota total del “comunismo”, pero ahora en el terreno electoral. Y para ello parece que ha percibido como favorable la polarización social, la violencia y el descontento popular, y a partir de ahí procurar que la conciencia colectiva se ubique en contra del gobierno central, sobre todo, desde que este se encuentra en manos del partido al que se empecina en llamar “comunista” (2009). “Divide a la sociedad, incluyendo al enemigo, y vencerás”. Este es uno de los ejes del discurso mediático dominante en el país. O sea, según esa avanzada mediática lo prioritario no es coadyuvar a la solución de los diferentes problemas que afectan a la población y destacar sus avances hacia el desarrollo o dar pleno cumplimiento al derecho que tiene la ciudadanía de dar y recibir información sino distorsionar la imagen del partido que ostenta el Poder Ejecutivo mediante la manipulación, la parcialización o mistificación de los mensajes o contenidos periodísticos.

Un análisis rápido de los contenidos que ofrecen los dos periódicos de mayor circulación en el país da respaldo a lo señalado. Para ello los identificaremos como A y B, según el orden de surgimiento de cada uno. Al tomar al azar una edición de ambos, por ejemplo, la correspondiente a lunes 23 de noviembre de 2015, se observa que A reporta 184 páginas, de las cuales solo unas 40 contienen noticias o información que podría ser de interés para la población, es decir, el 21.6% de la edición. Lo demás es publicidad, clasificados y deportes. De esas 40 páginas alrededor de 24 cubren noticias nacionales (en esta última cifra no se incluyen artículos de opinión y notas sociales). De esta cantidad, 4 noticias dan amplia cobertura a hechos violentos relacionados con pandillas, 2 noticias cubren actividades partidarias de ARENA y FMLN, 2 páginas se dedican al supuesto ciberataque contra el mismo periódico, 3 páginas se dedican al fenómeno migratorio, etc. Solo unas 7 noticias podrían calificarse como positivas o “buenas noticias”, esto es, el 3.8% del total de páginas, pero dentro del periódico estas últimas tienen una ubicación marginal, es decir, no son noticias destacadas.

En cuanto al periódico B, este reporta una edición de 176 páginas. De este total, solo unas 28 contienen noticias o información de relativa importancia para la población, es decir, el 15.9% de la edición. Lo demás es publicidad, clasificados y deportes. De esas 28 páginas cerca de 16 páginas contienen noticias o información nacional (en esta última cifra no se incluyen los artículos de opinión y notas sociales). De estas 16 páginas, 2 están dedicadas a criticar al Gobierno de El Salvador, 1 critica al FMLN, 1 destaca positivamente el papel de ARENA, 4 cubren la violencia pandilleril, etc. De las 16 páginas solamente 3 textos pueden considerarse positivos o “buenas noticias”, esto es, el 2.2% del total de páginas, pero una de esas notas está ubicada marginalmente y seguramente pocas personas la leyeron. En cuanto a las noticias internacionales, ambos periódicos se decantan por el triunfo de Macri en Argentina, pero el rotativo B también hace hincapié en una supuesta crisis en Cuba. Esto dice mucho de la línea editorial u orientación política de ambos. Ahora bien, esa agenda mediática cambia sustancialmente a medida que se acercan las elecciones. Usted, amiga o amigo lector, puede comprobarlo haciendo un simple análisis como el presente. En las ediciones de miércoles 12 de abril de 2017 tenemos una muestra. De un total de 104 páginas, el periódico A solo incluye 2 textos que pudieran considerarse positivos, cantidad que equivale al 1.9% del total de páginas, mientras que la mayoría de sus páginas abundan en críticas al gobierno, violencia social y el caso de “Chepe Diablo”. El periódico B, por su parte, salió con 96 páginas, y en ellas no se incluyó nota alguna que pudiera considerarse positiva. La mayoría de noticias se diluyen en críticas al gobierno central y los gastos de la Asamblea Legislativa, el caso de “Chepe Diablo”, violencia causada por las maras, etc. De ahí que algunos estudios llaman a este tipo de contenidos el terror mediático.

Desde tal perspectiva los autodenominados medios de comunicación son, no lo que afirman ser, sino auténticas cajas de resonancia de los grupos de poder o instrumentos de propaganda de los mismos. Y así, ¿qué posibilidades tiene la promoción de un país atractivo para la inversión extranjera, el turismo internacional, etc. en aras de mejorar el crecimiento económico, o construir raigambre entre la población en vez de estimular su emigración? Ninguna. El peligro que entraña toda pretensión de imponer un pensamiento único o una sola forma de hacer partido, de hacer política, de hacer religión, de hacer país, de ver la realidad, etc. es que anula la alteridad u otredad, y sin esta condición se vulneran los Derechos Humanos y el proceso de construcción de la democracia. Y esto último, para reflexionar también desde las radios, las televisoras y otros medios, en el marco del Día Mundial de la Libertad de Presa.

*Poeta, escritor, integrante del Foro de Intelectuales de El Salvador.

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