Iosu Perales
Señora Alexandra Hill, próxima Canciller de El Salvador: No hemos nacido para la sumisión y la resignación. Hemos nacido para ser libres. Personas y pueblos. Nada debiera de obligarnos a vivir subordinados a los poderes más fuertes. Ni siquiera la consciencia de que cambiar el mundo es un imposible ha de llevarnos a la rendición personal y colectiva. Tenemos derecho a imaginar un mundo nuevo y a luchar por ello. Quienes quieran vivir atados al “realismo”, que imponen los que mandan, los poderes fácticos, allá ellos. Lo bueno es que podemos elegir nuestro paso por la vida, haciendo de ella un servilismo a los amos del mundo, o por el contrario llenándola de rebeldía, de orgullo de país y servicio a la justicia. Usted, con sus declaraciones de que “no debemos morder la mano que nos da de comer”, en clara alusión de Estados Unidos, ya ha elegido, de acuerdo con su cultura de subordinación propia de la época colonial.
Señora Hill, usted ha elegido mal, incluso para su propia biografía. Se ha colocado del lado de quien tiene el poder de acabar con la vida apretando el botón nuclear; del que tiene el poder de robar las materias primas de otros países; del que impone los intereses de la industria del armamento; del que declara guerras comerciales y acometen bloqueos obscenos; del que organiza y alimenta guerras no declaradas; de ese poder que exige siempre que estemos a su servicio, sin levantar el dedo índice para decir NO.
Este es un año que viviremos peligrosamente, de hecho ya estamos en peligro por obra y gracia de un dictador global: Donald Trump. Un personaje alocado, mentiroso compulsivo, que puede llevarnos al peor de los mundos. Este tipo ha declarado la guerra a la inmigración, también a nuestros compatriotas; a la Unión Europea en el terreno comercial; a los acuerdos logrados con Irán en materia nuclear; a toda la América Latina con su injerencia golpista, a los tribunales internacionales que no reconoce; al pueblo palestino al que ha escupido su veneno, a Siria otra vez para partir definitivamente el país, a la democracia y a la paz y no parece dispuesto a parar. Trump es la encarnación del mal. El retorno de la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto, que otorgan unilateralmente a Estados Unidos el liderazgo planetario, y particularmente su dominación sobre América Latina. Y usted, señora Hill, se atreve a decir que no hay que morder la mano a quien nos da de comer.
Como sabemos, bajo el concepto de seguridad nacional, Estados Unidos subordina los principios de la democracia y de la justicia a los poderes del Presidente. Y sabemos que entre las ideas-fuerza que inspiran al Presidente, se encuentra su reclamación de que EE. UU. es la nación que debe liderar a todas las demás en cumplimiento de las altas obligaciones que le asigna un Dios, creado de acuerdo con sus intereses imperialistas. Dicho de manera coloquial, el presidente Trump, quiere recuperar el mando sobre su patio trasero, presentándose para ello como campeón de la democracia, cuando es el primero que la violenta. Trump manifiesta continuamente una idea de superioridad, que es realmente una amenaza a los pueblos y a la paz. Ser cómplice de la locura de las elites norteamericanas republicanas es sencillamente un disparate.
Señora Hill, es posible que usted tenga la tentación de servir de forma prioritaria a las elites económicas de las que forma parte, y sólo de modo secundario a los intereses generales de nuestro pueblo. Sería muy mala noticia que así fuera, pero es un hecho que su nombramiento es inquietante por cuanto desvela las naturaleza clasista del gobierno de Nayib Bukele.
Fíjese señora Hill, los gobiernos del FMLN han buscado en todo momento el diálogo y el entendimiento con Estados Unidos. No ha buscado por el contrario confrontaciones inútiles ni ha sectarizado sus posiciones por motivos ideológicos. Pero en todo momento ha defendido la relación entre iguales, en el marco del derecho internacional y de unas relaciones normalizadas. Ahora es usted la que rompe con criterios de dignidad y habla de ser obedientes, con la mano que nos da de comer. No se equivoque. No pretenda pasar a la historia nacional, como la gobernante que giró hacia atrás la rueda de la historia llevándonos a épocas serviles ya superadas.