Manuel Luna
poeta salvadoreño
( Al poeta, troche Salvador Juárez y al escritor Horacio Castellanos Moya )
– Que la estén pasando bien -.
Les debía esta carta por esos recuerdos juntos y por el azar de habernos encontrado en la vida y en ese México DF. 1985
Bien recuerdo Horacio, diagnosis esa mañana de un día sábado “ de cuya fecha no logro recordar ”, pharm llegaste a buscarme a la librería Gandhi, sabías que trabajaba, en las bodegas de esa librería, donde tuve la oportunidad de hacerme de una buena biblioteca, la que herede a mis hijas y que me dio la oportunidad de leer las últimas novedades de escritores europeos contemporáneos ya traducidos en España.
Días antes te había visto en la librería y conversamos, te pregunte si sabías de Thomas Bernhard, aún no lo leías, después con el tiempo te asociaron con el y nunca supe porque, son tan distintos, pienso, fue algo publicitario.
Pero ese sábado me sorprendí, cuando te vi. En la puerta de la bodega de la librería
Saludaste – hola Meme- ahí esta Chamba Juárez, te quiere ver –dijiste-
Deje de hacer lo que estaba haciendo, subí al café, estaban esperando en una mesa, eras tú Horacio, Chamba Juárez, Julio Enrique ( que en paz descanse ) .
Así, inicio tu peregrinar de exiliado por ese México DF, cuando comenzaba el frio y calaba la lejanía por el país.
Me contaste que un pelotón de guardias llego a media-noche, que habían tomado por asalto tu casa, se subieron por el techo, la rodearon, como si tenías misiles y todo el armamento de Cayetano Carpio. Y así te llegaron a capturar por comunista
Que cobardes poeta, y que te libraste de la muerte con tu familia, porque en ese tiempo no perdonaban a nadie –que bien poeta- . Por eso llegabas a México en exilio salvando familia y tu vida.
Éramos por esos días en ese México DF, los salvadoreños de la guerra. Unos nos habíamos conocido ahí y de ese entonces quedan muchos personajes sobrevivientes otros ya no, algunos la podemos contar: Giovanni Galeas, Lorena Cuerno, Lito Menjívar, Jorge Pinto, Los Yolocamba, Luis Melgar, Raúl Monzón, Roberto Laínez, Uriel Valencia, Miguel Ángel Polanco y otros que fueron llegando, así como el poeta Alfonso Quijada Urías que de pronto se me apareció cuando yo cruzaba una calle a la vuelta de mi departamento el poeta buscaba una editorial y lo encamine al lugar.
Así sucedió una noche, -te recordás Chamba- caminábamos por esas calles de ese México colonial y entre la penumbra de esas cuadras coloniales aparecieron los poetas, Alfonso Hernández y con el poeta Uriel Valencia, nos dimos un corto saludo y siguieron su camino. Nosotros el nuestro.
Así, con todo esto y más poeta surgió tu libro “ Los desenterramientos ”, en ese exilio turbulento al que sobrevivimos.
Espero poeta leer tu libro reciente, para cuando llegue a San Salvador o me lo envías a esta dirección fronteramente lejana, que te escribo al reverso de esta página.
Tijuana en una época pasada del 1985 al agosto, 2015.
Un abrazote.
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