Rubén Sicilia, F.R.C.
(Miembro Investigador del Consejo Internacional
De Investigaciones Rosacruces)
“Nutre la fuerza de tu espíritu para que te proteja
en la inesperada desgracia, pero no te angusties
con fantasías. Muchos temores nacen de la
fatiga y la soledad. Más allá de una sana
disciplina, sé amable contigo mismo”
DESIDERATA
Una pregunta que todos nos hacemos
¿
Qué es la felicidad? Nos pasamos preguntando la vida sin comprender cabalmente las nociones más simples. Dice el diccionario filosófico: “Felicidad.lat.felicitas. en general, un estado de satisfacción debido a la propia situación del mundo. Por esta relación con la situación, la noción de felicidad se diferencia de la beatitud”.
De este modo podemos ver que toda persona alguna vez se cuestiona más o menos profundamente acerca de la felicidad… más aún, los místicos con toda seguridad. Especialmente en Occidente, por razones intrínsecas a la propia cultura, la noción de felicidad parece más concreta que la de beatitud. ¿Pero, cuántos logran obtener una respuesta efectiva en la propia vida? Para muchos, la felicidad consiste en aumentar las posesiones, realizar sus ambiciones, tener la relación ideal, o tener poder, gloria, fama, fortuna, etc. creo que fue Faulkner quien definió las grandes pasiones que mueven al hombre como la ambición, el poder y el placer en todas sus formas. Pero, muchas veces cuando alcanzamos estas cosas, entonces nos debatimos en desear con igual ansiedad nuevas metas. Lo que demuestra que la felicidad no proviene sólo de alcanzar nuestras metas sino de cómo se alcancen. Y a veces de para que se alcanzan. La finalidad cuenta tanto como las nociones de autenticidad, integridad y equilibrio. Ambas cosas juegan aquí un papel decisivo en cómo la consciencia se satisface a sí misma. Esto es, si alcanzamos algo a un precio demasiado grande para nuestra integridad, se rompe el balance interno de nuestro ser y nos alejamos rápidamente de nuestro estado de felicidad posible.
Por otra parte, si nos alejamos de nuestras metas y nunca logramos concretar nada de ellas, esto también intensifica nuestra angustia. Lo mismo si hacemos algo con una finalidad perversa, de algún modo nuestra obra resultará torcida y nuestros actos se impregnarán de esta energía.
La felicidad: un problema de equilibrio
Es un hecho que puede verse así y en muchos otros ejemplos que se podrían citar, que para el místico, la felicidad es esencialmente un problema de equilibrio. Forjar una cultura de la felicidad es algo que lleva tiempo y cruentos esfuerzos como todo lo que vale la pena en nuestras vidas. Esto es, compensar el instinto y la razón, el hombre interno y el externo, las tendencias de la esencia y las pretensiones de la personalidad, así ad infinitum, porque hay dentro de cada uno de nosotros una serie de fuerzas y tendencias que deben ser compensadas. Entonces, el primer problema parece ser: ¿Cómo podemos ser felices? ¿Cómo podemos crear una cultura de la felicidad que nos permita permanecer en este estado ideal? Una cultura de la felicidad que nos permita permanecer en este estado ideal? Una cultura de la felicidad presupone saber qué debemos hacer para mantenernos felices.
Específicamente, saber con precisión qué debemos hacer y qué debemos evitar. No debemos olvidar que la palabra cultura tiene dos acepciones filosóficas muy bien delimitadas. Primero, cultura como formación del hombre; es decir, el conjunto de métodos o el sistema para un posible autodesarrollo; segundo, cultura como el saber de la civilización. Toda la enorme cantidad de conocimientos de diversas disciplinas que la humanidad ha acumulado en su devenir. Ambos conceptos también están a expensas de esta balanza imaginaria. Más claramente, nuestro despertar interno, nuestro desarrollo espiritual es bueno que esté compensado por nuestro saber objetivo, pues lo segundo puede ayudar a lo primero a ver un mayor número de soluciones a problemas tanto en lo sutil, como en lo denso. En el mundo material como en los obstáculos espirituales que se presentan en el propio crecimiento…