Por Kelly Velásquez
Asunción/AFP
Entre pancartas, cantos y gritos el papa Francisco recibía homenajes este sábado antes de su primera misa multitudinaria en Paraguay, uno de los países más católicos de América Latina, en el santuario de la Virgen de Caacupé, patrona nacional, la última etapa de su viaje a Sudamérica.
Tras visitar Ecuador y Bolivia, llegó a Paraguay, donde el 90% de la población es católica, una visita considerada como la más espiritual de su periplo, marcado por su histórico pedido el jueves para que «el mundo cambie».
Las críticas al actual modelo económico que respeta sólo la lógica de la ganancia, multiplica el número de excluidos y destruye la naturaleza, forman parte del mensaje que el papa argentino llevó a tres de los países más pobres de Sudamérica.
«Hagamos lío por el amigo de los pobres!», decían pancartas de cientos de miles de peregrinos de Paraguay, Argentina y Brasil que hicieron vigilia desde el viernes frente al santuario de Caacupé, a 50 kilómetros de Asunción.
En esta misa donde la Iglesia prevé un millón de personas, se ofrecerán parte de las 500.000 hostias que desde hace dos meses prepararon 15 monjitas de las Carmelitas Descalzas de Paraguay.
Antes de trasladarse a Caacupé, el papa argentino visitó un hospital de niños enfermos de cáncer Acosta Ñu, en San Lorenzo, en las afueras de Asunción, donde improvisó un emotivo mensaje a los padres de los menores.
«Rezo para que la Virgen esté muy cerca de ustedes, para que Jesús le dé la salud a sus hijos y para que ustedes tengan esa fuerza y esa constancia que solamente tienen las mamis y papis», dijo en tono muy familiar.
Luego el Papa subió a un Peugeot 405, modelo 1989, el mismo vehículo que utilizó el papa Juan Pablo II hace 27 años cuando recaló en Paraguay.
El papa oficiará una misa central el domingo en el campo militar de Ñu Guazú, donde la Iglesia estima que asistirán cerca de tres millones de personas.
Honrar a la Milagrosa
A través de la Virgen de Caacupé el papa también quiere homenajear a la mujer paraguaya, que supo defender la Patria, la lengua y la fe «en momentos dramáticos de su historia», según recordó en su primera intervención pública.
«Han llevado el paso más grande, han sabido sacar adelante a sus familias y a su país», expresó en referencia a la Guerra de la Triple Alianza que enfrentó a Argentina, Brasil y Uruguay entre 1864 y 1870 y diezmó la población paraguaya.
«La mujer paraguaya, la más gloriosa de todas», reiteró durante el encuentro en el jardín del Palacio de López, sede de la presidencia.
La Iglesia espera a al menos un millón personas en Caacupé.
En su primeras palabras pronunciadas en tierra guaraní Francisco recordó a los «queridos amigos» de la parroquia dedicada a esa Virgen en Buenos Aires, la mayoría inmigrantes paraguayos que residen en el barrio Villa 21, uno de los más pobres de la capital argentina, con quienes tejió una relación cercana cuando era un simple arzobispo.
Contra la corrupción, las desigualdades y con los que sufren
El papa argentino, que parecía algo cansado al final de su extenuante jornada del viernes, aprovechó el encuentro con las autoridades y dirigentes políticos para hacer un llamado contra la corrupción y a favor de los humildes en un país con casi 40% de pobres.
«Un desarrollo económico que no tiene en cuenta a los más débiles y desafortunados, no es verdadero desarrollo. La medida del modelo económico ha de ser la dignidad integral del ser humano, especialmente el más vulnerable e indefenso», instó ante el presidente paraguayo, Horacio Cartes.
Paraguay, con siete millones de habitantes, es uno de los países más pobres entre las naciones desiguales de América Latina.
Su primera parada el viernes, tras su arribo de Bolivia a Asunción, fue frente a la cárcel de mujeres «Buen Pastor», una cita no programada para manifestar su solidaridad con los presos.
Un gesto que cumplió también en Bolivia, donde visitó la cárcel de Palmasola, una ciudadela de Santa Cruz de la Sierra, entre las más violentas y peligrosas de América Latina, para escuchar las quejas y el dolor de los presos y denunciar la lentitud de la justicia.
La mayoría de movimientos políticos, sociales y campesinos paraguayos que venían manifestándose interrumpieron sus protesta, mientras la organización «Somos Gay» hizo colocar grandes carteles bien visibles en el itinerario del papamóvil con la leyenda «Yo no soy quién para juzgarlos», una frase emblemática del cambio de mentalidad que impulsa Francisco y pronunciada por él mismo a propósito de los homosexuales.
El domingo, después de un encuentro con los jóvenes en Costanera, el papa emprenderá su regreso a Roma.
La historia detrás del crucifijo que Evo le regaló al papa
El presidente de Bolivia, Evo Morales, entregó al papa Francisco una talla de Cristo con una peculiaridad: a modo de cruz estaban nada menos que una hoz y un martillo, es, desde entonces, el tema principal en las redes sociales bolivianas y ha despertado reacciones de todos los tipos.
La grabación difundida en los medios de comunicación sobre lo que dijo el papa al recibir el crucifijo no es de gran calidad y puede dar lugar a confusión. La respuesta de Morales es, sin embargo, un poco más audible.
«Ya lo sabe», respondió Morales, lo cual entonces daría la impresión de que el pontífice realmente respondió con ‘No sabía eso’.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, reconoció en una declaración que «es cierto. Esto es algo que Espinal hizo. El Papa no sabía sobre eso. Yo no sabía sobre eso. Un montón de gente no sabía sobre eso», según recoge Reuters. Lombardi explicó además que el Papa no había «expresado ningún juicio» sobre el crucifijo.
«El Papa no ha tenido una particular reacción a esto y no me ha dicho que manifieste particular reacción negativa a esto», afirmó Lombardi.
Conocidos detractores del gobierno de Morales aprovecharon el incidente para acusar al mandatario de «ignorante», «irrespetuoso» y de «soberbio e incoherente» al hacerle un regalo de esas características al sumo pontífice.
En todo caso, el gobierno defendió que el crucifijo es un símbolo de los agricultores y los obreros, que «son pueblos de Dios», según la Ministra de Comunicación, Marianela Paco.
Sin embargo, pocos de ellos sabían la historia detrás del obsequio. El crucifijo es en realidad una réplica de una talla que el sacerdote jesuita Luis Espinal Camps realizó en la década de los 70 para expresar la unión del mundo cristiano con las ideas marxistas.
Espinal además fue cineasta y periodista. Murió asesinado después de ser torturado durante horas por agentes paramilitares. Dirigía en aquel entonces (1980) un semanario de línea editorial izquierdista denominado «Aquí».
El miércoles, antes de reunirse con Morales, Francisco oró por Espinal frente a las montañas en las que fue hallado su cuerpo sin vida.