José Antonio Calderón,
Escritor
El viento silbaba. Las ramas de almendros se abrazaban en cada mecida, provocadas por las fuertes ráfagas de viento que azotaban y que algunas se detenían sobre paredes y muros de la antigua casona, que antes fuera Hacienda Concepción.
_ ¡Mónico!
_ ¿Qué?
_ No te has dado cuenta de la aparición de la luz encantada en la casona.
_ ¿Cuál casona vos?
_ y cuál pues, La Hacienda Concepción, la de aquí cerquita. Anoche decía mi tío Arturo, que cada cierto tiempo aparece una luz encantada en la sala grande de la casa, y, que esto es cierto, desde que murió la Señora Nacha heredera única de la propiedad.
_ He, ya me acordé chepe, es cierto!, mi mama lo ha confirmado, dice que ahí hay un entierro de pisto, que ella trabajó con esa Señora Nacha, y, siempre que pagaba a los trabajadores o compraba cabezas de ganado, mandaba abrir el entierro de pisto con el sirviente de confianza, lo raro que este señor, con toda humildad y veracidad comentaba a sus amigos más cercanos, que envés de vaciar, por mucho que le sacaba, esta rebalsaba, tapándola rápido.
_ Anoche soñé, que tenía un montón de dinero, ya había salido de esta malvada pobreza; pero yo solo no tengo valor de echarme ese tiro Mónico.
_ No freguez Chepe, yo te hago barra. ¿Cuándo vamos? Dice mi tía Santos que esas operaciones, se deben hacer los viernes y uno debe armarse de valor para no fallar.
_ Con cara de alegría, Chepe sonríe y da un abrazo y apretón de manos a su amigo confirmando su plan de encontrar el tesoro, que días atrás planificaba, pero que no encontraba compañía con el mismo coraje.
Llegó el día señalado por ambos, equipados de piochas, machetes, linternas, agua bendita, un costal para vaciar la olla con el tesoro.
La noche se acercaba, las horas se escapaban velozmente, era viernes de verano, para Chepe y Mónico, tenía un significado importante, porque, llenaría muchas expectativas para salir de su mundo de pobreza.
Llegó la hora de tomar decisión y entrar con ímpetu a la sala del entierro, esperando que la brillante luz brotara de la olla repleta de dinero.
La luz no aparece, y la desesperación en cada uno de ellos aumenta. Con voz baja, _ Chepe dice: ¡Mónico, ya es pasada la media noche y esta babosa luz no aparece!, ay ve, si comenzamos a picar, _ El problema es que no sabemos exactamente donde puede estar el tesoro.
_ Veamos cual es el centro de la sala y donde suene a hueco, ahí tiene que ser.
_ Decís vos, Chepe
_ sí, es seguro, inicia y yo te sigo.
_Mónico da los primeros golpes donde se cree que es el centro de la sala, de repente un ruido extraño como gargajeo se hace escuchar en una de las esquinas, seguido de una bandada de murciélagos que se desparraman como guineos maduros del techo, rosando con las alas el viejo sombrero de Chepe, éste bota la linterna del susto. . .
Ambos atontados, suspenden por unos minutos la acción, mientras recuperan su ánimo.
_ Mónico insiste nuevamente, a picar con su herramienta de acero, aunque no con el ánimo anterior, pronto aparece el gargajeo, esta vez más fuerte y seguida de una ola de viento helado.
_ Chepe desenvaina su filoso machete, cuando de repente ve aproximarse una enorme serpiente de proporciones increíbles, ojos enormes como bolas de fuego y una lengua dentada más parecida a una sierra.
_ Corre uno tras otro, dejando los implementos juntamente con la ilusión del sueño no cumplido. Uno de ellos es alcanzado por un colazo serpentino, quedando tendido en la lumbrera principal, mientras el otro se va aturdido, tartamudo y loco.
La luz del encanto aparece y desaparece en la vieja sala de la Hacienda Concepción Chalatenango.