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Una historia no contada

Eugenio J. Ríos

Eran momento decisivos, las cinco organizaciones revolucionarias que luchaban contra la dictadura militar, habían acumulado años de experiencia, contaban con miles de combatientes, zonas de retaguardia y de expansión bien consolidadas y tenían un fuerte apoyo de la población civil.

En sendas reuniones se discutía la necesidad de ir más adelante, no sólo con más combatientes y unidades especializadas, sino fortalecerse en nuevas estrategias, armamento pesado, mejores rifles de asalto e, incluso, una respuesta adecuada para contener los bombardeos de la fuerza aérea. Lo más importante con todo, no era eso, se hablaba de un salto cualitativo: consolidad la unidad de las cinco tendencias. No era fácil, en cuanto existían al menos cuatro posiciones distintas que dificultaban una línea de acción político-militar unificada Estaba la estrategia militar impulsada por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), quienes sostenían la necesidad de privilegiar las acciones militares dando contundentes golpes al ejército en posiciones fijas y en movimiento. La línea insurreccional de la Resistencia Nacional (RN), compartida en alguna medida por el Partido Comunista (PC), con el agregado de mantener la lucha militar en todo el territorio con la dislocación de las fuerzas guerrilleras.

“El pueblo se va a insurreccionar si cuenta con una vanguardia fuerte y capaz de mantener una campaña hasta el final”, decía Schafick Handal, el comandante Simón. Las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) “Farabundo Martí”, sostuvieron desde el inicio la Guerra Popular Prolongada, una combinación del trabajo político con el militar entre las masas, tratando de elevar su conciencia revolucionaria. La paciencia y las condiciones objetivas y subjetivas dentro de la lucha. Esta estrategia fue puesta en práctica y funcionó en Vietnam.

El Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) nada más hablaba de acumulación de fuerzas, profundizar el trabajo político entre las masas y hacer más trabajo político con aquellos sectores más apáticos con la lucha revolucionaria. En el corto y mediano plazo, decían sus documentos, “no vemos una salida estrictamente militar al conflicto” e instaban a las demás organizaciones a discutir con mayor detalle esta posición.

Las organizaciones político-militar se alimentaban de su propia experiencia, pero también de otros movimientos revolucionarios, se estudiaba mucho la estrategia del pueblo vietnamita, China, Cuba y Nicaragua, donde también existían cuatro tendencias y al final lograron la unidad. Las discusiones eran interminable y en muchos casos se acusaron de sectarismo y hasta de seguir las recomendaciones de revolucionarios internacionales.

De hecho connotados estrategas en guerra de guerrillas y distinguidos dirigentes revolucionarios de otros países, aconsejaron a los comandantes salvadoreños valorar con mayor detenimiento la necesidad de la unidad, pues era la única forma de derrotar a la dictadura, que ya contaba con un fuerte apoyo de Estados Unidos. La cuestión no era fácil pero al final las cinco organizaciones se pusieron de acuerdo en al menos cinco puntos: La necesidad imperiosa de la unidad, mantener cada una sus principios y pensamiento revolucionario, El compartir recursos materiales y hasta en combatientes de ser necesario, a la hora de enfrentar al enemigo en las grandes y prolongadas campañas, acuerdo para realizar ataques simultáneos en distintas zonas, acatar las fechas para las campañas, pero sin mando unificado, al menos en el principio.

Por ejemplo, las FPL podrían coincidir en una fecha para lanzar sus campañas militares pero conservando sus mandos estratégicos y manteniendo la secretividad de las operaciones. Esto era así porque los servicios secretos de la fuerza armada, habían conocido los intentos de unidad que buscaban las cinco organizaciones. El acuerdo de la unidad se concretó el 10 de octubre de 1980, en agosto-septiembre se había creado la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU) y el 11 de enero de 1980 nacía la Coordinadora Revolucionaria de Masas, con las cinco organizaciones de base popular que apoyaban la guerra de liberación. Los cinco dirigentes del FMLN al final mostraron mucha madurez y como tal se inscribieron en los anales de la historia revolucionaria de un pueblo que a lo largo de los años se había insurreccionado en diversas épocas para combatir el nepotismo y reivindicar sus derechos políticos y sociales. Desde 1980, el FMLN ha respondido a esos anhelos: los hechos así lo dicen y se reflejan en acciones concretas de todos los días.

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