Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
Cuando era pequeño comparaba los sueños con ver la televisión o una película. Quizá era la única forma de comprender que lo soñado no era algo real.Aunque, store muchas veces me desperté creyendo que lo era. Todavía no olvido la vez que al despertar busqué al lado de mi cama una bolsa de churros. En mi sueño me la habían regalado, pharm y ahora ya en mi conciencia quería guardarla para más tarde. Así tuve que aprender que lo soñado no iba siempre de la mano con la realidad.
Soñaba y soñaba. Era algo que me divertía y ansiaba. Incluso pensaba lo que quería soñar, aunque ya dormido el sueño siempre tenía otro rumbo.
Y al llegar la mañana, igual lo recordaba. Eso fue cambiando con el tiempo. No siempre recuerdo mis sueños. Llegué a pensar que ya no los tenía, hasta que leí que no siempre logramos recordarlos.
Mi primer enfrentamiento con los sueños que luchamos por concretar fue en las aulas del Externado. Cuando el profesor Juvencio Granados nos explicó qué eran los sueños. Y así tuve la certeza que hay sueños que sólo son realidad mientras duermo, en cambio las metas que idealizo puedo convertirla en realidad aún siendo un sueño.
Y, ¿qué soñaba yo? No vivía del todo entregado a ser niño. Eran tiempos de guerra, mi familia perseguida, tenía el sello de un padre desaparecido. ¿Podía soñar?
Sí. La mayoría de niños que conocía idealizaban el momento de ser doctores, profesores, militares o bomberos. Yo, en cambio, decidí ser escritor.
Ese es el sueño en que vivo. El de escribir, el de inventar sueños o habitarlos.
Me hablaron en su momento de las peripecias que viviría, que de escribir no se come. Bueno, desde pequeño lo asumí como parte del trato. Quizá por eso siempre he tenido para comer.
Me hablaron de que el resto de escritores eran mezquinos y que se creían dioses, que cualquier llegado que no era aceptado por ellos era nadie. Bueno, no se puede tapar el sol con un dedo, hay varios así (sobre todo los triviales), pero, ¿Acaso no es así la sociedad?. En tanto hay otros que son una maravilla de personas, yo prefiero a los lectores porque son más humanos.
Me advirtieron de lo engañoso de los certámenes literarios, sobre todo en el país. Absurda cosa, como podríamos negar que sucede cuando se ha vivido por tantos años en una sociedad corrupta. Lo bueno del asunto es que aprendí a distinguir entre la obra literaria con los premios y la que es por que es. A veces encaja, otras confirma la tesis que me expusieron.
Y sigo escribiendo a pesar de eso. A pesar de que en su momento hubieron algunos escritores que maquinaron cerrarme el paso al igual que a otros escritores. Aún no comprendo esa mezquindad, pero es parte de la realidad.
Pero como la vida es sueño, yo sueño que vivo en un sueño que sueño. Ahí vamos, bordando letras, escribiendo lo que quiero. Y hacer esto, es en verdad vivir soñando.