Por: Rolando Alvarenga
Más que un golpe contundente para el Karate Do, la dimisión del seleccionador nacional Emilio Barillas y el retiro de la alta competencia del karateca Héctor Paz debe ser un llamado de atención para el INDES, el COES y las federaciones sobre un tema que, a través de los años, ha sido uno de los principales talones de Aquiles para
nuestra escandalosa crisis deportiva.
Se trata de dos elementos en plenitud de condiciones y con mucha cuerda para seguir aportando grandes satisfacciones a esta disciplina de las artes marciales.
Con Barillas y Paz, el karate salvadoreño, encabezado por Jorge Merino, ha sido uno de los pocos deportes en regalarle resonantes victorias internacionales a El Salvador, incluída una medalla de bronce de jerarquía mundialista gracias a Merino.
La iniciativa de Emilio y Héctor se vienen a sumar a anteriores retiros de atletas de alto rendimiento que, hastiados de tanta miseria, dijeron “¡no más!” y tomaron sus maletas para buscar trabajo, estudiar o, en el peor de los casos, echarse a la vagancia.
Obviamente” los grandes perdedores han sido la niñez, la juventud y la patria misma, por su incapacidad para estimular y retener a sus mejores soldados.
Por eso, antes de que empiece la deserción y éxodo de 2018 -como ya me lo anticipó un atleta de estatus olímpico-, el INDES, COES y las federaciones deben
sentarse para buscar una fórmula económica que haga justicia al esfuerzo, entrega y resultados internacionales de los pocos atletas que le van quedando en el alto rendimiento a la patria querida.
Y lo mismo deben hacer con los pocos entrenadores nacionales que todavía producen algunos frutos; porque no es patriótico regalarle el dinero de los impuestos del pueblo a los entrenadores extranjeros que no dan frutos, sacrificando a los pocos técnicos salvadoreños que algo
hacen para sacar de la fosa a este moribundo deporte.
*Los conceptos vertidos en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quien los presenta.