Los cristianos, cialis principalmente los católicos, treatment celebran en la Semana Mayor, la vida, pasión y muerte de Jesús Cristo, pero, sobre todo, la resurrección. La Semana Santa, entonces, está recubierta fundamentalmente de un contenido religioso, espiritual. Este año, sin embargo, la efemérides del calendario católica, se ve incidida, en El Salvador, por la pronta beatificación de Monseñor Romero.
Y es que Monseñor Romero, quien murió al frente de un altar, producto de una bala de intolerancia a la fe, ya había sido hecho Santo por la feligresía católica distantes de quienes aunque asiduos asistentes a la iglesia y al confesionario celebraron el día en que fue asesinado el pastor Romero.
En la presente cuaresma, en algunas iglesias, durante los vía crucis, no faltó la veneración al hombre que el 23 de mayo será beatificado, por un acuerdo del Vaticano, no sin antes haber sufrido un prolongado estancamiento en el proceso de beatificación.
Esta Semana Santa, si bien la figura central es el Cristo resucitado, cierto es también que se reflexione sobre el Beato Romero, lo que puede llevar a los católicos y católicas a ir más allá de los rituales, si se hace suya la voz y pensamiento de Monseñor Romero.
El pensamiento de Monseñor Romero es tan vigente hoy como ayer, sobre todo a lo concerniente a la promoción humana, que tanto se necesita en estos momentos de atribulaciones producto de la vorágine de la violencia, principalmente.
En 1974, Monseñor Romero escribió: “Hemos hechos ver que el cristianismo, si no es para hombres de carne y hueso, ni es humano ni es cristiano” (Roberto Moroso, Monseñor Romero Vida, pasión y muerte en El Salvador”, pag. 107).
Y es en el marco de esa visión que ya había planteado nuestro San Romero, que los cristianos deben reflexionar en este período y mientras tengamos estos problemas complejos, para no caer en el derrotismo, ni mucho menos en la declinación de la fe.
Por eso es que debemos aplaudir que las iglesias cristianas acompañaran al pueblo salvadoreño el pasado 26 de marzo en la gran marcha por la vida, la paz y la seguridad.
Y es que desde el cristianismo, y así lo dejó planteado Monseñor Romero -y por eso lo asesinaron-, los hombres y mujeres de fe, deben crecer en espiritualidad, sin abandonar al ser humano y terrenal y sus múltiples problemas.
Vivamos entonces esta Semana Santa con todo el compromiso para con el pueblo, tal como lo hubiera deseado Monseñor Romero, con la fe puesta que la fortaleza vendrá de Cristo, en la medida que nos comprometemos y actuemos para construir un mejor país, más solidario, más justos, y con mucha más fe y esperanza.