Por Mauricio Vallejo Márquez
Hace un trío de años le dejé de sentir aquel sabor maravilloso a la visita que hacía a las librerías. No sé si fue resultado de la pandemia o un ligero desencanto literario. Podría ser por las dos cosas. Ayer al salir de mi trabajo decidí tomarme un tiempo y no emprendí camino a escribir o a preparar clases. Me fui directo a un centro comercial buscando una repostería que me encanta y conocí gracias a mi hijo, la cual no había. Gran desastre de plan.
La misión principal de esta divagación era precisamente el postre, sentarme y ver las nubes pasar. Quizá pensar un poco en mi futuro o no sé, lo que surgiera. Sin embargo, cuando la dependiente de la panadería me dijo que ya no tenían en existencia reculé. Olvidé el plan de sentarme y comencé a recorrer los pasillos del centro comercial hasta que pasé cerca de una librería. Entré y comencé a verificar los lomos de los libros para ver algún título que me interesara. Y de pronto surgieron un cuarteto que me interesó. La vendedora me indicó que había un banco, para que me sentara y siguiera mi búsqueda. Estaba en cuclillas y no me incomodaba. Pero, al sentarme me relajé más y me dio la oportunidad de pasar más tiempo revisando. Descarté mis primeros hallazgos y me quedé con dos libros cuyos temas me interesan mucho.
Me puse de pie y observé la mesa de ofertas, el libro más barato cuesta $3 dólares y no me resultó interesante ninguno, así que mi presupuesto resumió mi compra tras indagar entre las otras ofertas: $5, $10, $15 y $25. Al llegar a la caja, la cajera me dijo que el libro de la editorial Ariel tenía un descuento de $12 dólares. Así que me sentí con regalo. Salí feliz de la tienda y me refugié en una mesa de la sección de restaurantes. Y así como un niño engulle su helado, yo me leí la introducción del libro. Curiosamente les comento, no es ninguna novela ni perceptiva literaria. Uno es un libro de Economía y Derecho Mercantil y el otro es acerca de Propiedad Intelectual. Temas que me han agradado en muchos momentos de mi vida, pero ahora me resultan más interesantes y apasionantes al percatarme que los temas son parte esencial de la vida. Y así, poco a poco vamos comprendiendo un poco de la forma en la que el mundo se desenvuelve, conociendo las reglas del juego de lo que vivimos, porque al fin de cuentas como decía Moisés: “No existe libertad sin ley” .
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