Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y editor Suplemento Tres Mil
“Cómo van a silenciar al jilguero o al canario
Si no hay cárcel ni tumba para el canto libertario”.
Fiesta pagana, canción de Mago de Oz
Por supuesto que es más cómodo y sensato quedarse callados. El silencio además de sabiduría proporciona seguridad. Sin embargo, el ser humano es vulnerable a tantas cosas y aunque guarde silencio el infortunio toca la puerta de cualquiera cuando la injusticia prima. Es mucho más seguro cerrar la boca y hacerse el indiferente, dicen, y si la suerte no abandona hasta se puede llegar a viejo y contemplar el paso de los días como una película en que todos mueren y solo el protagonista sobrevive. Algunos conocidos incluso se acomodan y se vuelven serviles cómplices antes que señaladores de las injusticias, emulando a Artemio Cruz, personaje de Carlos Fuentes en La Muerte de Artemio Cruz. Porque la comida y el engorde está asegurado al obtener un puesto en el gobierno o prebendas
¿Pero, Por qué ante las injusticias es preferible callar o plegarse? Es obvio que el que reclama recibe el primer y más contundente golpe, y si sobreviven sus primeras intervenciones se vuelve susceptible a la desaparición, la tortura o el homicidio como le sucedió a miles de salvadoreños durante las últimas décadas del siglo XX, muchos de esos nombres reposan expectantes en lozas negras en el Parque Cuscatlán. Los que sobrevivieron tuvieron que dejar el país o viven sumidos en la miseria por mantenerse firme en sus ideales ante “compañeros” y enemigos.
El 30 de julio de 1975 un grupo de estudiantes decidió dejar el acogedor silencio y se tomó la 25 Avenida para protestar por las injusticias que vivía nuestro país. Ese día el gobierno respondió con fusiles y machetes tras arrojar gases lacrimógenos, y como si se trataran de seres infernales los militares fueron instrumentos de la muerte y persiguieron y asesinaron a cualquier ser que se moviera, tanto que al final lavaron las calles con jabón y agua para que volvieran a ser negras, porque la sangre lo inundaba todo. Según datos de la Asociación de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS) fueron más de cien muertos, con número indefinido de desaparecidos, 23 heridos de los manifestantes y dos heridos que por casualidad circulaban por el lugar, además de diez capturados. Los culpables siguen sin ser juzgados, como los innumerables asesinos que se escudaban como funcionarios (se señalan a Arturo Armando Molina y Carlos Humberto Romero como los que dieron la orden); sin embargo, esas voces que las balas pretendieron enmudecer no las calla nadie y ese acto sigue siendo valioso y un ejemplo que nos enseña, que, aunque el alzar la voz tiene esas consecuencias, no debemos guardar silencio ante la injusticia. Se debe hablar. Muchos de los sobrevivientes de esa masacre viven y mantienen vivos esos ideales.
Desde que era pequeño escuchaba dichos que invitaban a ponerse bozal: “Si de la vida quieres gozar: ver, oír y callar”, esa eran la regla. Uno se daba cuenta de lo que estaba mal, pero no debía decir nada, era el mensaje. Ser pisoteados era (y sigue siendo) lo usual. La gente sabe la conducta reprochable de cientos de personajes que tienen poder pero debe guardar silencio para evitar la muerte y la persecución o el despido. ¿Entonces? La gran disyuntiva de la vida: ¿Hablar o callar? Hablar sigue siendo un acto de valientes.
La historia nos demuestra que esos actos de valentía de reclamar ante las injusticias llegan a transformar el mundo. A pesar de que todo sea negro, esas aparentes pequeñas batallas terminan impactando más que todo el poder de un tirano o de una dictadura. Solo es cuestión de tiempo.
Es cierto que en ocasiones algunos se han tomado la justicia en su mano y asesinaron a personajes totalitarios como sucedió con Anastasio Somoza y Maximiliano Martínez, otros han sido derrocados tras cruentas batallas como Benito Mussolini y Adolf Hitler, y algunos les ha llegado la muerte en su lecho como a Francisco Franco. La gente puede tomar acciones como la resistencia pacífica o guerras civiles que se pudieron evitar si los totalitarios comprendieran lo importante de vivir en democracia respetando los Derechos Humanos y aceptando que existen distintos pensamientos y deben respetarse para construir patria.
En tanto, debemos recordar lo que dice la letra de Fiesta Pagana de Mago de Oz: “Cómo van a silenciar al jilguero o al canario / Si no hay cárcel ni tumba para el canto libertario”. Lo importante de las lecciones de hablar y luchar por la justicia y buscar un mejor futuro para todos, como lo hicieron esos estudiantes un 30 de julio, sigue siendo válido; y si la injusticia crece también deberá crecer la voz que la denuncie.