Guido Castro Duarte
Veintitrés años después de la firma de los Acuerdos de Paz, store nuestra sociedad sigue en guerra, try seguimos cultivando el odio que generó la violencia entre 1970 y 1992, advice mientras un enemigo que nos es común a todos, ha ido conquistando territorios y aterrorizando a la población civil, y ahora se ha enconado contra los legítimos agentes de autoridad.
No podemos combatir el fenómeno delincuencia que nos abate a todos, si seguimos culpando al enemigo ideológico, por la violencia que estamos sufriendo todos.
Tenemos que entender que los orígenes de las maras y de la violencia social que generan, siguen siendo la marginación social, el narcotráfico, el mercantilismo generador de pobreza y la indiferencia de muchos funcionarios, que ven en esta situación, una oportunidad de enriquecerse a costa del dolor ajeno.
Si no constituimos un frente común, si no comprendemos que en el fondo, todos somos culpables, nunca podremos combatir este fenómeno. Porque mientras se buscan culpables, las maras consolidan su posicionamiento territorial, y ante la falta de iniciativa de las fuerza del orden, terminan por ganarle la moral a las personas con base al miedo.
Los ciudadanos no denunciarán las estructuras de terror de las pandillas, si la respuesta de la Policía no es contundente, y si no existen acciones de recuperación del control estatal de las zonas de influencia pandilleril.
No podemos continuar con las diferencias ideológicas de la guerra fría, mientras los problemas de los nuevos tiempos abaten a la sociedad.
Hay más elementos que unen a la derecha y a la izquierda que los que lo separan. La prueba está en las ofertas electorales que todos presentan en tiempos de campaña. Pareciera que todos hablan el mismo lenguaje. El problema se da cuando en el ejercicio del poder en su discurso político, cada quien quiere sacar raja política y se reviven los muertos de la guerra.
Debemos entender que la mayoría de la población salvadoreña ha nacido después de la guerra, y ya no le interesa los argumentos de la guerra fría.
El proyecto de la Policía Comunitaria solo tendrá éxito si la población civil se siente protegida por los agentes asignados a la zona, y esto solo podrá ser, si se combate en forma contundente y eficiente contra las estructuras delincuenciales.
Pero si la gente sigue observando a los palabreros y renteros moviéndose a sus anchas en las colonias y barrios, el miedo seguirá siendo la principal arma de los mareros.
El gobierno necesita de recursos para abastecer a la PNC y al Ejército. Es vergonzoso que los policías solo cuentan con un arma corta bastante deteriorada y treinta cartuchos de munición, mientras los delincuentes utilizan armas largas de grueso calibre. Los expertos en seguridad establecen que cada agente, para mantenerse en forma en cuanto a la capacidad de respuesta efectiva de fuego, necesitan disparar unos 500 tiros de práctica mensuales, además de mantener una rutina de ejercicios diarios, para mantenerse en forma; asimismo, requieren de chalecos anti balas, bastones y armas de apoyo adecuadas para la Policía, como son las pistolas ametralladoras MP-5, y no los pesados Galil o las armas de guerra como el M-16 y los AK-47.
Pero, además, para que un hombre sea capaz de arriesgar su vida en actos de seguridad pública, con la moral en alto, necesita tener controlados sus problemas económicos, a través de un salario justo y prestaciones laborales suficientes, lo que debe incluir, buenos seguros de vida o invalidez.
Las estrategias de seguridad deben ser políticas de Estado, que no cambien con cada gobierno de turno. Deben contar con el debido respaldo presupuestario, y el Sistema Judicial, y el Ministerio Público, deben asegurar el castigo correspondiente a los delincuentes, y el Ejecutivo, su debida resocialización en el sistema penitenciario.
El combate a la violencia delincuencial parte de una reforma estructural de la sociedad salvadoreña, ya que constituye un signo que manifiesta la existencia de una enfermedad crónica y degenerativa del tejido social.
Esto no debe constituir una búsqueda de méritos para la promoción electoral, sino un acto consciente de rescate de una sociedad, que por siglos, ha sobrevivido estoicamente los intentos de dominación y represión, y siempre ha vencido.