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Universidad y desarrollo

José M. Tojeira

Las universidades son en los pueblos expresión de su propio nivel en el campo del desarrollo, doctor de la cultura y de otros diversos aspectos. Son instituciones indispensables, en esta sociedad del conocimiento en que vivimos, para crecer y para acelerar el desarrollo humano. Invertir en las universidades ha sido principio y camino de futuro para los países que hoy están en la punta del bienestar. Por eso es importante que de vez en cuando nos detengamos a pensar en nuestras universidades. Para ello es indispensable acudir a los rankings de universidades, que aunque no dicen todo sobre ellas, muestran tendencias y líneas de presencia en la propia sociedad. Un ranking interesante, por lo extenso y amplio, es el que publica cada seis meses el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, que analiza las páginas web de 21.000 universidades en todo el mundo. Su objetivo es “promover la publicación en la web académica con acceso abierto las investigaciones y el conocimiento universitario”. Es una forma en definitiva de transferir conocimientos científicos y culturales a la población de cada país, así como de amplias zonas regionales e internacionales.

Generalmente las grandes universidades norteamericanas y europeas, junto con universidades asiáticas, aparecen en los primeros puestos de esta evaluación de páginas web. El orden del ranking es al respecto bastante coincidente con los rankings especializados que normalmente catalogan sólo a las Universidades de más prestigio. Sin embargo este ranking es especialmente bueno para nosotros, porque evalúa todas nuestras universidades. De América Latina evalúa 3750 universidades o centros de investigación o educación superior. Y es aquí, en la evaluación de América Latina, donde debemos vernos a nosotros mismos. Porque resulta que solamente seis de nuestras universidades están dentro del veinte por ciento superior de ese conjunto de más de tres mil universidades. Y ciertamente no en los mejores puestos. La primera de nuestro grupo es la UES, en puesto 189. Frente a nuestra situación destaca la posición de Costa Rica, que tiene en el veinte por ciento superior once universidades o centros de estudio e investigación. Y tres de esas universidades están entre las cien primeras, siendo la UCR la número 21 a nivel latinoamericano.

Cuando uno se interroga por las causas de esta situación puede con mucha facilidad echarle la culpa a nuestras universidades. Sin embargo la realidad es muy otra. Ni los gobiernos ni la empresa privada, que han sido tradicionalmente los grandes liderazgos de El Salvador, se han interesado por la educación universitaria. De hecho el acceso a la Universidad, a pesar del importante crecimiento del número de estudiantes en el último medio siglo, sigue restringido a una élite. Entre los 21 y los 30 años sólo adquiere título universitario en la actualidad el 8% de los jóvenes en dicha etapa etaria. Pero además, la inversión en el estudio universitario de parte tanto de la empresa como del estado es pequeña. La empresa se queja con frecuencia de la falta de diálogo con las Universidades. Pero si la tradición ha sido de choque se ha debido más a la unión político empresarial que durante demasiados años ha dominado a El Salvador que ponía la estructura estatal al servicio de la ganancia fácil para los sectores económicamente dominantes. Ese sistema de aprovechamiento empresarial del estado para su propio beneficio es el que ha distanciado a las universidades de la empresa y con frecuencia del propio estado, en la medida en que se perpetúa la tendencia a ver las instituciones estatales como una oportunidad de enriquecimiento o como un campo de prebendas y beneficios personales.

Si es cierto que la educación pre primaria tiene que ampliarse, que hay que mejorar la educación primaria y secundaria en calidad y en cobertura, no es menos cierto que hay que pensar  tanto la extensión como la calidad universitaria. No habrá desarrollo nacional sin seriedad académica. Y ni los gobiernos hasta ahora han tenido un adecuado interés en el tema, ni la empresa privada, salvo raras excepciones, se ha preocupado de invertir en calidad universitaria. A excepción de Honduras, todos los demás países centroamericanos nos aventajan en el ranking que hemos analizado. El ejemplo de Costa Rica, con mucho el país mejor evaluado de Centroamérica, nos muestra que el camino es posible. Un pequeño país, con menos habitantes que el nuestro compite de tu a tu con los grandes países emergentes de América Latina. Tener tres centros de educación superior dentro del dos por ciento mejor evaluado de América Latina es sin duda un logro espectacular para un país tan pequeño. Pero nos dice que se puede lograr una mejora sustancial de nuestras universidades si hay cultura universitaria, si hay interés del Estado por programar un desarrollo adecuado dentro de la que hoy llamamos sociedad del conocimiento, y si hay una empresa privada que quiera realmente competir sin valerse del Estado en su camino hacia la riqueza.

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