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Unos 270.000 refugiados rohinyás entraron en Bangladés en los últimos 15 días

Por Sam Jahan

Cox’s Bazar/AFP

La ONU dio la voz de alarma este viernes sobre la situación en Birmania, donde unos 270.000 miembros de la minoría musulmana rohinyá huyeron a Bangladés en los últimos 15 días, instando a la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi a «movilizarse» ante la crisis.

«En las dos últimas semanas, cerca de 270.000 refugiados rohinyás llegaron a Bangladés», anunció la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en un comunicado, revisando al alza su anterior balance de 164.000 refugiados.

ACNUR se preocupa por la saturación de los lugares de acogida en Bangladés, donde los rohinyás instalan campos improvisados a lo largo de las carreteras, una situación que deja augurar una grave crisis humanitaria.

Los casi 270.000 refugiados se añaden a los más de 87.000 que habían huido en los últimos meses, lo cual significa que cerca de un tercio de los rohinyás que vivían en Birmania hasta hace poco están ahora en Bangladés.

Los miembros de esa minoría llevan décadas instalados en Birmania, un país de mayoría budista donde se les niega la ciudadanía y en el que las autoridades los consideran como inmigrantes ilegales de Bangladés.

El actual éxodo de esa minoría es consecuencia de la violencia desatada en el estado occidental de Rakáin, donde el ejército birmano lanzó a finales de agosto una operación tras varios ataques de los rebeldes del Ejército de Salvación Rohinyá de Arakán (ESRA) contra comisarías.

La relatora especial de la ONU en Birmania, Yanghee Lee, aseguró este viernes a la AFP que más de un millar de personas, sobre todo rohinyás, podrían haber muerto desde el inicio de los disturbios.

Exhortó asimismo a Aung San Suu Kyi, dirigente de facto de Birmania, a «mostrarle al mundo que aquello por lo que luchó era una Birmania libre y democrática» y la instó a «movilizarse» ante esa crisis.

«Creo que ésta va a ser una de las peores catástrofes que el mundo y Birmania vieron en los últimos años», añadió Yanghee Lee, que lamentó la ausencia de acceso al estado de Rakáin.

Este viernes, hubo manifestaciones en varios países para denunciar la situación de los rohinyás en Birmania. En Indonesia, más de 5.000 manifestantes pidieron el final de la violencia contra ellos, en Malasia, desfilaron unas 200 personas con el mismo propósito, y en Bangladés, más de 15.000 protestaron contra el «genocidio rohinyá».

También hubo manifestaciones en las principales ciudades de Pakistán, donde muchos llevaban pancartas con mensajes contra Suu Kyi.

Discriminación y pobreza extrema

La presión crece en torno a Suu Kyi, cuya única reacción pública ante la crisis consistió en denunciar «la desinformación» de los medios internacionales y en conceder una entrevista el jueves a la televisión india.

«Debemos cuidar de quienes viven en nuestro país, ya sean ciudadanos o no», dijo en la entrevista, en sus primeras palabras de compasión desde el inicio de la violencia.

En Birmania, los rohinyás «no tienen acceso a los derechos fundamentales como la libertad de movimiento, el derecho a la educación y al trabajo», recordó ACNUR, que instó al Gobierno birmano a permitir su regreso «de forma segura y digna».

Desde 2011, cuando se disolvió la junta militar que dirigió Birmania durante casi medio siglo, han aumentado las tensiones intercomunitarias en el país asiático, atizadas por un poderoso movimiento de monjes nacionalistas.

Naufragios en Bangladés

Los rohinyás seguían cruzando este viernes la frontera con Bangladés, un viaje que a menudo les lleva a jugarse la vida.

En los últimos 10 días, las autoridades encontraron 86 cadáveres a orillas del río Naf, frontera natural entre Birmania y Bangladés, tras el naufragio de pequeños barcos pesqueros atestados de refugiados rohinyás.

«Los cuerpos llegan a nuestro lado del río», explicó a la AFP Humayun Rashid, responsable de la policía de Cox Bazar. «Algunos cuerpos llevan impactos de bala», añadió.

Muchos refugiados acusaron a las fuerzas de seguridad birmanas de estar detrás de esas muertes.

Tayeba Khatun, refugiada rohinyá, tuvo que esperar cuatro días para encontrar un barco. «La gente se apiñaba en cualquier sitio. He visto hundirse dos barcos. La mayoría ha podido alcanzar la orilla a nado, pero los niños no lo han logrado».

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