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Urge refundar el pensamiento revolucionario

Por Carlos Abrego

Sospecho que el dictador salvadoreño se cree a pies jutillas sus propias mentiras o quizá le parezcan apenas simples y veniales exageraciones, lo contrario supondría que ya rasca una demencia. No hace mucho prometió un presupuesto sin rubros que necesiten deuda.

No creo que haya alguien que crea esto, ni sus consejeros venezolanos, mucho menos los expertos del FMI, aunque son ellos los que han exigido los múltiples despidos de los empleados públicos, la disminución de los gastos sociales, no devolver el dinero a la Universidad y otras recetas para disminuir la deuda. En realidad todo esto es para crear la ilusión de solvencia financiera y volver a tener acceso a las “ayudas” de ese mismo Fondo.

Acepto que me voy a contradecir, sí, hay quienes se lo creen todo, no sólo los diputados de NI, sino que también buena parte de la población salvadoreña, que es la que aún lo sostiene y apoya. Es difícil pensar que a uno lo han engañado o peor, que uno se ha dejado engañar. Este estado de autoengaño puede durar mucho tiempo y salir de él es muy doloroso, el amor propio sufre un golpe muy rudo. Además la publicidad y la compra de los medios de comunicación refuerzan la fe de los que creyeron desde el inicio. Además existe un fuerte contingente de troles que en las redes sociales mantiene vivo el timo ideológico de la dictadura.

Los sondeos de opinión dejan suponer que poco a poco los engañados van menguando y los que rechazan al dictador y a sus cómplices aumentan, sin que por el momento lleguen a ser mayoría. No quiero pecar de optimista, no obstante no hay mejoras en la vida cotidiana de la gente para que sea el apoyo el que aumente, no hay obras realizadas, todo se va degradando, el estado de las vías se ha empeorado sensiblemente, los precios siguen subiendo, sobre todo los de la “canasta básica”. El desempleo sigue cerrando las puertas a los jóvenes que desean entrar en la vida activa y esto los obliga a emigrar poniendo en peligro sus propias vidas, los lasos familiares, desorganizando los hogares, etc.

No obstante hay un hecho que deseo llamarlo “antropológico”. Un hecho antropológico que me aparece como muy misterioso. Realmente ¿el apoyo a Bukele es fruto tan solo del engaño? Por el momento es poco lo que se sabe sociológicamente de quiénes componen esa parte de la población. De todos modos surgieron en un momento crítico políticamente. Recordemos que gran parte del electorado del FMLN estaba frustrado, sus esperanzas de cambios radicales no fueron satisfechas por los gobiernos de izquierda.

Bukele, que entró al FMLN apadrinado y declarando de primas a primeras su deseo de ser presidente, comenzó a atacar a la cúpula y la acusaba de haber abandonado sus “antiguos ideales”. Nunca dijo cuáles, ni si él los asumía. Sin embargo con estas acusaciones permanentes se fue apoderando de la simpatía de los defraudados del FMLN, tanto adentro, como afuera de las filas del partido. Una vez afuera del partido y en campaña no abandonó sus críticas, pero abarcó también a los areneros con su mote de “los mismos de siempre”, también sacó de su manga de mago frasecita “el dinero alcanza cuando no se lo roban”. Frase eficaz y perversa.

O sea que la mayoría de Bukele se formó prioritariamente de los defraudados muy rencorosos que habían votado o no por el FMLN. Muy pocos supieron que se proponía hacer Bukele en el poder, tal vez muchos llegaron a suponer o a esperar que iba a realizar lo que los gobiernos del FMLN no pudo o no quiso hacer. O sea que en esto hubo mucha ilusión y acendradas esperanzas. Nadie leyó, salvo una docena de analistas, el kilométrico programa que se asemejaba mucho a un catálogo de la Sear Roebock.

El dictador no le ha dado realidad a esos ideales abandonados por la cúpula efemelenista, pudiéndolo hacer holgadamente. Y aquí viene el misterio. Los que dejan de apoyar al dictador se han frustrado por las mismas razones, ¿sienten despecho hacia Bukele? ¿Están dispuestos a volver a su antiguo redil? ¿Siguen esperanzados o ya no esperan nada de la política? ¿A qué partido pertenecían? Y los que continúan apoyando al régimen ¿qué esperan? ¿Qué ideales los mueven? O ¿simplemente apoyan como hubieran apoyado a cualquier otro gobierno? ¿Se consideran de derecha o de izquierda?

A todas estas interrogantes no se puede responder con especulaciones, ni usando algún poder adivinatorio. Urgen estudios realizados por especialistas, sociólogos o antropólogos, la academia, como se suele decir, tiene que asumir esta tarea o cumplir con ella.

Creo que podemos asimismo cuestionarnos sobre si las ilusiones y esperanzas que la población se forjó ante los gobiernos de Funes y Sánchez Cerén tenían algún fundamento y cómo fue que  surgieron. Es posible que de alguna manera se pensó que el triunfo electoral de Funes venía a suplantar la “no-victoria” de la guerrilla y lo que por causa de la derrota guerrillera no se pudo cumplir, ahora electoralmente sí era posible.

En el imaginario que fue inculcado  en la población por Schafik Handal y sus seguidores, las transformaciones necesarias para sacar al país del atraso se podían realizar ganando las elecciones. El objetivo fundamental fue ganar las elecciones. Las luchas sociales se suspendieron, las que tuvieron lugar, como las huelgas de ANDES y otras manifestaciones fueron estrictamente corporativas y con reivindicaciones estrictamente materiales y todas aisladas. El FMLN no las apoyaba realmente.

El FMLN tuvo una estrategia electoral bastante titubeante y compleja. Presentó candidatos de su propio seno y ante las derrotas sucesivas concluyó que un candidato efemelenista no podía triunfar y se dejó imponer a Mauricio Funes, que apareció como el hombre providencial. Su conclusión del imposible triunfo de un candidato interno fue precipitado y no tuvo en cuenta el desgaste que venía sufriendo ARENA en el poder.

La situación política y la actitud del FMLN creó la impresión de que todo dependía del tipo de candidato y en el caso concreto de Mauricio Funes. La actividad popular, las luchas sociales dejaron de contar en su estrategia. Un hombre providencial resolvería todo, aunque en el fondo cifraban la esperanza de poder manipularlo en su favor. Eso fue un fiasco.

En todo esto el leninismo fue echado por la borda. Aunque estoy seguro de que lo que dominó en la ideología del FMLN fue el estalinismo que tuvo por nombre ”marxismo-leninismo”. Y es el que les sigue sirviendo a algunos para hacer sus análisis de la coyuntura.

La figura del hombre providencial se la sirvieron en bandeja a Bukele, que llegó en el momento propicio en nuestra historia y se la apropió y se aprovechó. Nuestra vieja y rancia imagen del caudillo vuelve a surgir y desplazó por completo la participación masiva de la gente en los asuntos políticos y en la busca de las soluciones a nuestros problemas. Ahora las masas sirven tan solo para aplaudir y obedecer al caudillo. El dictador llega al colmo de hacer jurar a la gente obediencia silenciosa, resignación ante la amargura de sus decisiones gubernamentales.

Hay un abismo entre lo que con duro trabajo se logró inculcar en los años setenta-ochenta y lo que ahora tenemos. La tarea social de hoy es poner a funcionar el entendimiento, la razón, no podemos seguir guiándonos por arranques instintivos, por ingeniosas intuiciones.

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