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URGEN MAS MEDICOS, ENFERMERAS, MAESTROS, INGENIEROS Y MENOS MILITARES

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

Una de las aspiraciones del pueblo salvadoreño, a finales de los años 80 y principio de los 90, era la desmilitarización de la sociedad. Quizá un sueño de parecerse a la vecina Costa Rica que había alcanzado importante desarrollo social al dejar de invertir en gasto militar.

Y el acuerdo sobre Fuerza Armada, pactado entre el gobierno y el FMLN, era una base para, al menos, reducir el militarismo que tanto daño hizo a la vida del país para servir a intereses de grupos oligárquicos y al militarismo estadounidense.

Modificar los principios doctrinarios de la FFAA, reduciendo su rol a la defensa de la soberanía del Estado y la integridad del territorio y aclarando que sería, en adelante, una institución obediente al poder civil, no meterse en política partidista y no deliberante requirió, en consecuencia, reformar el sistema educativo de dicha institución.

Reducir los efectivos a 21 mil, que ahora prácticamente se han duplicado. Se creó una Comisión ad hoc para depurar la oficialidad de elementos que difícilmente aportarían a esa nueva visión institucional y se adquirió el compromiso de superar la impunidad.

Se disolvieron tres cuerpos de seguridad pública, la guardia, la policía nacional, la policía de hacienda, los servicios de inteligencia y los batallones de reacción inmediata, se suprimieron las defensas civiles y se suspendió el reclutamiento forzoso.

Para dar firmeza a una transformación de la vieja fuerza armada se reformo la Constitución de la República y se emitieron las respectivas leyes, las mismas que hoy son violentadas por el actual gobierno.

El Salvador requería y requiere, ahora más que nunca, menos militares y más y mejores profesionales que ayuden a resolver problemas importantes, como la educación y la salud, la protección del medio ambiente, cuidado y mejora de nuestra infraestructura.

Es decir, necesitamos más médicos, enfermeras, laboratoristas, educadores y educadoras de la salud; maestros especializados en diferentes niveles y disciplinas; ingenieros de distinta especialidad, ello requeriría apoyo a la educación superior y a la educación en general, este es un camino seguro para el desarrollo social de un país, y muy diferente a la militarización y construcción de cárceles.

Después de la firma de los Acuerdos de Paz, fue insuficiente la atención a esta misión formadora; sin embargo, fue el tiempo en que los maestros y maestras lograron su ley de la carrera docente que, por primera vez, estableció el derecho a la nivelación salarial periódica, sin que mediara, como había sido hasta entonces, una huelga de hambre para lograr un leve aumento.

Fue este tiempo en que se creó el escalafón de salud, que los gobiernos de arena incumplieron, pero que en estos dos campos los gobiernos del FMLN aumentaron sensiblemente los presupuestos.

Además, se desarrolló, en el caso de la salud, una impresionante obra de infraestructura para atención primaria y, en el caso de la educación, se crearon programas para asegurar asistencia, permanencia de estudiantes y apoyo a los gastos familiares, mediante la dotación de uniformes, zapatos, cuadernos, en parte computadoras, alimento escolar.

Muchos dirán que fue insuficiente, pero las cifras y las evaluaciones externas hablan de los avances logrados.

Hoy vivimos un retroceso educativo y en materia de salud. Más allá de la propaganda gubernamental, los índices hablan sobre las enfermedades, sobre el abandono de los estudios y es hora de recordar a los gobernantes de turno que el Estado debe invertir recursos en apoyar y asegurar el desarrollo social, que pasa por tener en el país el personal capacitado para atender las áreas críticas, como la salud y la educación de las mayorías.

Pero con impotencia vemos en las calles a los jóvenes armados de fusil y de soberbia, y desarmados para desempeñarse como elementos útiles a su familia y a sus comunidades al terminar el servicio

Vemos al ministro de defensa actuando, en violación a la Constitución, metido hasta más no poder en política. Los relatos hechos por personas atropelladas en sus hogares, en la calle, reflejan el abandono de la doctrina que rige y todo eso debe terminar.

Es urgente demandar apoyo a la educación, a las universidades, a los maestros, para formar el elemento humano apropiado para una mejor sociedad, esa que no surge del militarismo y sí se sustenta en el desarrollo de profesiones que edifican y dignifican a la sociedad.

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