Manuel Luna,
Escritor
En Usulután tenemos dos cementerios legendarios están frente a frente uno del otro a la entrada de la ciudad viniendo de la capital San Salvador.
Como que señalaran el destino y ruta de vida de sus habitantes.
Para muchos de nosotros ahí reposan seres amados y recordados
cementerios que dan aviso de la otra morada ciudadana
para aquellos que creen en la otra vida, es ahí donde descansamos.
Y así recuerdo que para esta fecha de “Día de difuntos”.
Se instalaban negocios en sus entradas con toda la utilería mortuoria
Construidos con hojas de palmas de coco y armadura de bambúes
compraban aquí aquellos que no lograban adquirir en el mercado
sus flores naturales o enceradas o las coronas de ciprés aroma
que inundaba el ambiente ese que aún percibo.
Sin faltar el atractivo de los puestos de panes con gallina tradicionales, vendedoras de horchatas, fruta y otros más.
Y no logro olvidar los pregones de quienes ofrecían servicio de pintura o para retocar letras desteñidas de inscripciones de criptas, lapidas y se escuchaba:
¡Hay dorado por este lado si no le han dado le damos!.
cargaban su botecito Gerber de pintura color dorado o plateada con pincel en mano para pintar letras de epitafios ya desteñidas por el tiempo
¡ Y hay dorado por este lado si no le han dado le damos!
O los que hacían la poda para limpiar esa lapida el único día del año a su difunto.
La abuela Mamá Lina pasaba a traer a su nieto-niño que era yo
para darme ese paseo de tumbas, edad sin saber de esas cosas de la muerte
que para mí era una especie de fiesta de feria esperada.
En la sepultura de la familia Martínez la que me adoptó se instalaba un velacho para protegerse del sol abrazante del medio, solamente estaba sepultada: la tía Ana, papá Moncho, después vendría: La tía Irma, Milton, Vilma, Mamá Teodora, el tío Luis y más después la misma abuela Lina y Mamá Lola
la abuela grande como escribió García Márquez y mi madre que me crio Blanca Lidia. Así recuerdo a mi hermana Blanca, rememoro su epitafio en su lápida: se leía “Esta no era tu tierra, era el cielo” que mi padre retocaba con pintura dorada.Y ahí en derredor la familia conversando recuerdos del fallecido
Y el ¡Hay dorado por este lado si no le han dado le damos!
Se escuchaba ir y venir de cerca y lejos en los dos cementerios
Y algún trío o banda mortuoria que si acaso contrataban, cantaban alguna canción que fue favorita del difunto o de la familia del occiso
Pienso que Usulután tiene dos grupos de muertos: los de antes de la guerra y otros de la guerra, escribirlos me llevaría páginas de páginas, pero esto lo escribo por hacer un homenaje a todos en el “Día de difuntos” o Día de Muertos, a los muertos del antes y a los muertos del después.
Por esto vale escribir que la fotografía que aparece arriba es la entrada principal del Cementerio Número 2 de Usulután, que tomo Ahtzic, artista plástico que reside en Paris, hijo de Salvador Silis. Ahtzic me relató que captó la fotografía ese día que llevaron a sepultar en este cementerio a Chito, (conocido por muchos de nosotros), fundador y comandante de la Resistencia Nacional (RN) quien murió en combate, en una emboscada del ejército salvadoreño en las montañas de Chalatenango y que en ese momento tuvo que ser enterrado improvisadamente en esos territorios y al término de la guerra, un escolta de Chito le mostró donde habían quedado sepultados los restos de su padre, para trasladarlos al Cementerio Número 2 de la ciudad de Usulután donde hoy se encuentran.
¡Y, hay Dorado por este lado si no le han dado le damos!
Cd. Tijuana BC octubre 29-2019