Alberto Romero de Urbiztondo
@aromero0568
La Conferencia de Obispos Católicos de Canadá recomendó a sus fieles evitar las vacunas de Johnson & Johnson y AstraZeneca, diciendo que “utilizan líneas celulares derivadas del aborto en su desarrollo, producción y ensayos clínicos”. Tan sorprendente afirmación, es una manifestación de la obsesión que tienen las jerarquías de esta institución religiosa con el sexo y la reproducción. La farmacéutica J&J aclaró que el adenovirus es cultivado “utilizando un cultivo celular inmortalizado. Existen varios tipos de líneas celulares que fueron creadas hace décadas utilizando tejido”. Tienen su origen en la década de los años 60 cuando en USA, unas 31,000 mujeres embarazadas infectadas por rubeola dieron a luz bebés muertos, gravemente discapacitados o decidieron interrumpir su embarazo. Para investigar una vacuna para la rubeola, se necesitaba una forma segura, barata y versátil de estudiar, fabricar y probar las vacunas, utilizando células humanas cultivadas en laboratorios, pero normalmente, las células humanas se reproducen solo un número finito de veces y luego mueren. Sin embargo las células de cáncer o un feto son capaces de proliferar indefinidamente, pudiendo manipularlas para “inmortalizarlas” y han permitido innumerables avances médicos.
Uno de los fetos abortados por la epidemia de rubeola fue enviado al Instituto Wistar de Philadelphia, aislando el virus de la rubeola y desarrollando la vacuna que se administra hoy en día. Esta es la historia de una investigación medico científica que sigue salvando miles de vidas.
Sorprende que la jerarquía católica, busque estos vínculos remotos entre vacunas para COVID y células de un feto de hace 70 años, pero no se preocupe por investigar los miles de casos de pederastia y abuso sexual infantil cometidos por sacerdotes de su Iglesia, ni en reparar a las víctimas y entregar a la justicia a los depredadores en vez de ocultarlos. Posiblemente porque la oposición a la despenalización del aborto forma parte de su pretensión de seguir controlando la capacidad reproductiva de las mujeres y el encubrir la pederastia, forma parte de una concepción patriarcal del dominio del macho sobre los cuerpos de las mujeres y niños. Los católicos deben hacer evolucionar a sus jerarquías religiosas.