Álvaro Darío Lara,
Escritor y poeta
La acción de perdonar a los otros, y a nosotros mismos, constituye uno de los valores más importantes y difíciles también, para los seres humanos.
Javier Álvarez, un experto en metafísica, y una extraordinaria persona, recientemente impartió una conferencia en Plaza Kalpataru de San Salvador, donde ahondaba en la importancia de perdonar, en lo benéfico que es ejercer el perdón.
Recordaba Javier, que el perdón está contenido en el discurso espiritual de la gran mayoría de las religiones, y que esto no era gratuito, ya que el perdón asegura la paz interior y colectiva.
Frecuentemente vamos por la vida acumulando resentimientos, odios, rencores, prejuicios y culpas. Somos ingratos al señalar con el índice las faltas ajenas; y en muchas ocasiones, nos martirizamos reclamándonos internamente. Largas son las horas que robamos al sueño, yendo una y otra vez, a las mismas ideas y sentimientos enfermizos.
¡Infelices son aquellos que agotan las altas horas de la noche, elucubrando venganzas y daños! Y es que cuando no perdonamos, nos obsesionamos con el otro.
Nuestra capacidad para sobrellevar las vicisitudes de la vida, las diferencias personales, las frustraciones, es frágil. Por lo general, nuestro nivel de tolerancia y de comprensión hacia lo otros es muy limitado.
Frecuentemente estas actitudes campean en el hogar, la escuela, el trabajo, la vida cotidiana. Y aunque parecen nimias, ocasionan graves problemas de relación y de comunicación, que tienen impactos serios en los distintos ámbitos.
El Maestro Jesús, un modelo de perdón, nos manifiesta a través de los evangelios, múltiples ocasiones donde el perdón, cierra heridas con el bálsamo del amor. En ese sentido, los pasajes de la Magdalena, el padrenuestro, y el momento supremo de su martirio en la cruz, son altamente reveladores de la impresionante facultad que Jesús tenía para aconsejar y practicar el perdón.
Perdón, significa optar por la paz. Extinguir completamente las ofensas recibidas, para iniciar una nueva relación basada en el respeto y la solidaridad. Solicitar perdón por los yerros propios, es muestra de humildad, y reconocimiento de que somos seres perfectibles, sujetos a la mejora diaria.
Benjamín Franklin (1706-1790), el gran estadista y científico norteamericano dijo: «Inscribe los agravios en el polvo, y las palabras de bien inscríbelas en el mármol. Sabia sentencia.
Si como sociedad y como individuos no optamos por el perdón, es difícil avanzar positivamente. Ni como colectivo, ni de forma personal, podemos permitirnos continuar en una acusación eterna.
El pasado está cargado de muchas faltas, la gran mayoría de ellas irremediables. Y aunque la justicia debe brillar en todo aquello que la razón y la sensatez mande, es más importante resolver los problemas del presente, en aras de construir un futuro más fraterno.
Por ello, cuánta razón asiste al profeta Isaías cuando exclama: «No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas». No hay duda, sé es más feliz dirigiendo la vista hacia adelante.
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