¡VAMOS AL ESTADIO!
Por: Marlon Chicas, El Tecleño Memorioso
El Salvador se apresta a celebrar doscientos años de independencia patria de la corona española, firmada un 15 de septiembre de 1821, por el prócer José Matías Delgado en Ciudad de Guatemala, declarando a El Salvador una nación soberana e independiente.
Escudriñando las páginas de mi memoria en 1975, a mis cinco años de existencia, no olvido la única ocasión en la que fui partícipe como un espectador más del desfile cívico militar en el Estadio Nacional Flor Blanca hoy Jorge “Mágico” González, al cual se accedía sin invitación o pases de cortesía como se estiló en estos últimos años, lo que significaba enfrentar masivas concentraciones ciudadanas ávidos por admirar la belleza de las jóvenes cachiporristas, la elegancia de las bandas marciales y las destrezas militares, que se consideraba todo un espectáculo.
La odisea para tan magno evento iniciaba en Santa Tecla, abordando una unidad de la ruta 101, la que tenía por costumbre llevar a sus pasajeros como alma que lleva quien no nos trajo, sorteada dicha travesía, tocaba pura infantería hasta el lugar de los hechos, ya que por seguridad del evento se desviaban las rutas de transporte colectivo, luego de un par de minutos bajo el inclemente sol, había que luchar en la fila de ingreso al estadio, el gentío irrespetaba constantemente el orden, ya que la misión era obtener un lugar privilegiado, los más listos ocupaban el sector de sombra, entretanto la mayoría se resignaba a la suerte del camarón, a recibir baños de sol al punto de insolación o deshidratación.
Cómo pasar inadvertido las requisas de las autoridades al ingresar al estadio no importando edad, sexo o condición social, con la única misión de detectar objetos ilícitos, que pusieran en peligro el desfile, luego del escaneo manual, había que buscar un espacio donde colocar el esqueleto para sentarse, discutiendo en más de alguna ocasión con un hijo de vecino que acaparaba los espacios disponibles, superado el impase, comenzaba el desfile de vendedores frente a nuestros ojos, ofreciendo bebidas gaseosas, refrescos preparados con agua “Andina” (agua del grifo), panes Mata Niños, sin faltar las tajaditas de yuca y plátano entre otros.
Acto seguido una voz pastosa anunciaba el ingreso del presidente de la república y su comitiva, se entonaba el himno nacional, la oración a la bandera y el interminable discurso oficial de una hora, terminado el acto protocolario el maestro de ceremonia invitaba a la concurrencia a disfrutar del desfile estudiantil, en la que los escolares hacían gala de sus destrezas deslumbrando a los espectadores, sus bandas de música ejecutando marchas como “El puente sobre el rio Kwai”, entre otras.
Terminado el desfile colegial, un potente vocerrón se hacía sentir en el estadio indicando las destrezas militares, sorpresivamente un avión de combate Cessna A-37 Dragonfly, sobrevolaba en el lugar, luego los helicópteros UH-1H Iroquois, transportaban a paracaidistas que en más de alguna ocasión terminaban colgados en las copas de los árboles, así mismo diestros jinetes y sus pulcros corceles, eran la atracción de chicos y grandes, provocando en la concurrencia una explosión de aplausos.
Como es costumbre en nuestro pueblo, al terminar el evento se armaba una estampida humana buscando salir del recinto con destino a casa. En conclusión, la presente crónica busca resaltar la razón de esta efeméride, en la que honro la memoria y sacrificio de hombres y mujeres no reconocidos por la historia oficial, dando su vida por una nación libre, igualitaria y con justicia social para sus habitantes, en esta bendita república llamada El Salvador.